Respiré profundo, me encontraba toda sudada.
Logré sentarme, estaba en el suelo. Miré a mis alrededores y estaba en mi oficina.
-¿Qué me ocurrió?
-Oh, hija mía, me asusté mucho.
-Estabamos hablando de nuestras vidas...- Dijo Laros. Lo miré un poco confundida.
-Si, ¿y luego? ¿por qué me dormí?
-Oh, bien. De repente empezaste a sentirte un poco mareada, pregunté que te pasaba, hasta que caíste en mis brazos. Llamé a Elena y- se sonrojó y miró a mamá con una enorme sonrisa- está preciosura de madre vino coriendo alarmandose y al verte tendida en mis brazos calló arrodillada, casi se desmaya ella también. Me preguntó que te había sucedido y le contesté. Tratamos de soplarte en la cara y hacerte viento con una revista, hasta que despertaste.
-Oh, si, tuve una pesadilla. De verdad fue una pesadilla...- me detuve al ver que se estaban devorando con la mirada- te... rrible. Esperen, ¿sucede algo entre ustedes dos?
-Oh, no no- se apuraron a responder los dos a la misma vez-
-Bien, tengo que ponerme a ordenar todo esto, la semana que viene tengo muchos pacientes que quieren venir a ver que tal soy, el lugar tiene que estar presentable.
La verdad, estaba muy ansiosa. Faltaban cuatro días para la próxima semana, el lunes tenía ocho pacientes, dos horas cada uno. La verdad es un trabajo... tenía que ponerme a ordenar mis cosas para ya empezar con todo.
-¡No! ¡tienes que descansar! acabas de desmayarte, no estás del todo bien.
-Mamá por favor no exageres, me encuentro bien, genial. Dejame terminar de bajar las cosas ¿si?. Ayudame, pero no cuidandome como si fuera alguien muy débil.
-Pero hija...
-¡No mamá! me encuentro demaciado cansada que estés sobre protegiéndome todo este tiempo. Oh, madre, ya tengo veinte años, deja de cuidarme como si fuera a tener tres.
-Pero, hija, ya sabes, te tengo a ti nomas, y...- mamá me tomaba como hija única. Cuando tenía un año, tuve un hermano, Lautaro. Tenía seis años. Cuando un día estabamos en una vereda en la casa de mi tía Morni. Lauti, así le deciamos, estaba jugando con un autito de madera, cuando éste se le fue a la calle, donde pasaban muchos autos a una gran velocidad. Él trató de ir detrás de él pero, no logró alcanzarlo y cuando todos nos dimos cuenta, estaba tendido en el piso, atropellado por un auto. Mamá sufró mucho por el, hasta que yo cumplí ocho años. Ella trató de volver a ser feliz aún sin la presencia de él. Hasta que papá nos abandonó, desde ahí, no volvió a ser la misma. Cuando cumplí quince años de edad cambió todo, cuando en el colegio que yo asistía me lograron dar una beca. Mamá sintió que tuvo razones por la cuál volver a ser feliz, por mi. Estuve muy contenta ya que notó que tuvo una razón.
-Mamá- suspiré cansada- se que me quieres y quieres verme feliz, pero es hora que te encargues de ti, de tu vida, consigue alguien con quien pasar los días, visitame cuando quieras. Pero dejame hacer lo que quiero, por favor, dejame vivir, ya tengo alas. Dejame volar, mamá.
-Es... está bien, mi niña, sólo tengo que acostumbrarme a... a aprender a vivir mi vida, es todo. Sólo que, estoy tan acostumbrada a compartirla con la tuya... pero mi niña ya creció...
Un silencio corrió rápido por la habitación.
-Bien, ya es todo, tienes todas tus cosas. Hija, volveré más tarde para ayudarte- me dio un beso en la mejilla y se retiró, al igual que Laros y todos los compañeros de la fletera.
Me quedé sola, sola por completo.
Imaginé que no podrí hacer todo esto, pero pude, ordené casi todo, pasaron dos horas y yo seguía ordenando mi oficina.
Estaba quedando geial...
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Terminé enamorada.
RomanceCatrina Watson había terminado de estudiar ese mismo año, pronto se encontraba trabajando en un consultorio, un consultorio bastante amplio y acogedor. En la puerta de su consultorio se hallaba escrito en una placa de bronce y en letras muy resaltan...