C A P Í T U L O XII

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E N E R O, 1 9 5 3

Frank se encontraba envuelto en su chaqueta, en medio de su apartamento, con las maletas a un lado de él. El lugar estaba lleno de sus pertenencias, pero para él lucía más como tierra de nadie. Todas las fotografías puestas en la pared parecían haber sido tomadas por alguien más.



El menor se encorva sobre su fregadero, el cual lo baña de la luz roja que emite. Da una rápida y profunda calada a un cigarrillo que se estaba quemando en un cenicero. Filas de negativos están colgando en ganchos debajo de los armarios de la cocina, sobre las bandejas de productos químicos. Él por fin encuentra una determinada toma en la ampliadora, la marca y enfoca, comienza con el proceso de desarrollo de la impresión.


Cuando por fin está lista, observa cómo aparece lentamente la foto, comenzando a verse sombras por aquí y por allá, formando una figura, que termina por convertirse en Gerard, dormido de espaldas, con el cuerpo envuelto en el revoltijo de sábanas y una mano descansando delicadamente en su pecho.




Más adentrada en la noche, Frank baja silenciosamente por la escalera a medio iluminar. Coge el teléfono sin emitir ningún ruido y se queda observando el dial. Cuelga. Pero con un gesto continuo, lo vuelve a levantar y con mucha valentía marca el número. Se siente congelado mientras escucha el interminable sonido que indica que está llamando.

Silencio. Otro timbre largo. Hasta que alguien contesta en la otra línea.

Pero sólo hay silencio en el otro extremo.

Frank está inmóvil, y se quedan en nada por unos momentos.

– ¿Hola? – El castaño toma el valor para hablar, aun sintiéndose extremadamente nervioso – ¿Gerard?

El silencio que obtiene después es la respuesta que recibe. Frank está quieto sosteniendo el teléfono.



Gerard, en la oscuridad de su cocina con la otra línea, permanece escuchando. Hace un breve movimiento pretendiendo responder, pero no termina por articular nada. Mueve delicadamente su dedo hasta rozar el botón de receptor antes de presionarlo para darle fin a la llamada.



Frank escucha a Gerard cortar, pero sigue presionando el aparato contra su oreja.

– Te extraño, Dios, te extraño tanto – Susurra en forma de ruego con los ojos cerrados, lamentándose por no haberlas dicho cuando tuvo la oportunidad.




A la mañana siguiente, Gerard y Lindsey se encontraban almorzando junto a los padres de la pelinegra, todo se trataba de una comida casual de fin de semana. Todo se encontraba pulcramente ordenado y en su lugar, con el sonido de fondo de la televisión viniendo desde la sala.

– ¿Más puré de papa, Gerard? – Pregunta la señora Ballato.

– Sí, gracias. Está delicioso.

La mujer le aproxima el bowl con comida al pelinegro, pero antes de que pudiera alcanzarlo Lindsey se adelanta y lo toma por él, empieza a repartir puré en el plato de su esposo. El ambiente es formal y educado, pero está lejos de lo que se podría llamar relajado.

GERARD// frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora