Entre Cobijas

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Francisco Burgos se encontraba bastante cómodo bajo las cobijas y no tenía intención alguna de abandonar su pequeño edén. En especial, considerando que el viento golpeaba la ventana del cuarto máster dando prueba que, fuera de su capullo, el mundo era un lugar frío y cruel, lo que reforzaba más su ideal de quedarse todo el día en cama. Así de simple.

Ya con su agenda definida, solamente quedaba convencer a su pareja de acompañarlo.

¿Su razonamiento? En esta fría y lúgubre mañana, con todas las posibilidades de lluvia, lo mejor sería quedarse en casita, por ese día, a descansar luego de que finalmente tienen una semana libre. Únicamente abandonar las cobijas para las necesidades básicas era adecuado para él.

Sonaba como un plan perfecto.

Volteandose sobre sí mismo, Pancho buscó indicio alguno de la cabellera oscura que su pareja poseía. Vagando su mirada entre las montañas de tela, finalmente localizó al peruano dándole la espalda y durmiendo casi al borde de la cama.

Siempre se preguntaba a sí mismo cómo Miguel podía lograr dormir en esa posición sin caer.

Dejando eso de lado, se acercó más hacia donde el otro cuerpo se hallaba. Se levantó un poco, haciendo uso de su codo como punto de apoyo, para asomarse por encima del hombro ajeno y se inclinó para acercar su rostro al oído del otro ocupante de la cama.

"Migue"

Comenzó con un susurro, pero al parecer el ecuatoriano tendría que insistir un poco más al no obtener respuesta alguna.

"Migueee"

Continuó con un poco más de volumen, apenas recibiendo respuesta, a parte de una leve reacción por parte del susodicho, quien frotó su rostro contra su almohada. Ya comenzaba a despertar.

"Oye Migueee~"

El aludido simplemente gruñó un poco, teniendo en cuenta que su conciencia comenzaba a despabilarse. Y, como si intentara evitar lo imposible, terminó hundiendo su rostro de manera frontal en la almohada que usaba.

"Cin-hm-co minutooos maaahs"

¡Éxito! Finalmente lo tuvo de vuelta en el mundo de los lúcidos.

"Te parece bien si nos quedamos todo el día en casa"

"Curujo, si. Apoyo la moción con todo"

"Perfecto"

Lastimosamente, la victoria duró poco tiempo ya que, inmediatamente después, Francisco pegó un grito al sentir manos y pies fríos contra su espalda y piernas producto de convertirse en víctima del pulpo humano conocido como Miguel cuando recién se levantaban y estaba necesitado de arrumacos para ser un humano funcional por el resto del día. Quizás, pensó después de sentir su alma regresar a su cuerpo, también es un pequeño castigo del peruano por despertarlo.

Sin embargo, todo eso solamente apoyaba a su teoría: Todo momento compartido con su amado era nada menos que excelente. Las risas que brotaron de la habitación proclamaban otro buen día juntos.

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