Parte única

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La noticia de Iwaizumi sobre pasar un mes completo en su Argentina querida para practicar su español fue una verdadera bomba

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La noticia de Iwaizumi sobre pasar un mes completo en su Argentina querida para practicar su español fue una verdadera bomba.

Pero a Oikawa Tooru —Toto como se acostumbró a llamarse a sí mismo en el último par de años—, solo le sorprendió por medio segundo. Cuando vio a su mejor amigo cruzar las puertas del aeropuerto, bronceado hasta el ojo, con pantalones bermuda y un vasito del Starbucks, se olvidó por completo de cualquier otra cosa que estuviera pensando.

—¡Iwa-chan! —exclamó Oikawa, en español, agitando los brazos tras haber dejado su bolso en el piso. Tenía una camiseta gastada de la selección de fútbol; era casi su pijama—. ¡Acá estoy!

Aunque estuviera hablando en otro idioma, Iwaizumi lo reconoció al instante. Como la idea de aquel viaje era practicar español —y no salir de joda con Oikawa, como él esperaba—, decidieron que la mejor opción era dejar el japonés de lado y sumergirse a una experiencia cien por ciento hispana.

Iwaizumi Hajime, que también tenía lentes de sol, arrugó la nariz que se le empezaba a descascarar por el bronceado. Chasqueó la lengua, y una oleada de nostalgia lo golpeó.

Fucking Oikawa —gruñó Iwaizumi—. This country is so damn hot.

—Iwa-chan, ¡qué yanqui de mierda! —rio—. Habíamos dicho que solo español, ¿eh?

Su amigo se acercó a una distancia prudente para darle un golpe en el hombro. Era lo más cercano que podías recibir a una muestra de cariño, pero Oikawa no vaciló en acercarse a darle un abrazo de oso y un beso en el cachete —de esos ruidosos como le daban sus vecinas más viejas del edificio.

Iwaizumi quedó completamente descolocado, pero le dio un empujón para sacárselo de encima entre gruñidos. Oikawa no podía dejar de reír.

Try me, little bitch —siguió, con su sorprendentemente buen acento norteamericano—. Hablar españolo es muy difícil. ¡Y no me vuelvas a tocar, o te pateo en el trasero!

Se mordió la lengua para no reírse. Oikawa sabía que algo como eso era probable: el español argentino no se enseñaba en ninguna escuela internacional.

Pero escuchar a Iwaizumi diciendo trasero como en un dibujito animado no dejaba de tener su toque de gracia.

Español, Iwa-chan —le corrigió con una sonrisa maliciosa y engreída—. ¿O debería decir Iwaizumito? ¡Se supone que nada de japonés durante estos treinta días!

—Los peores treinta días de mi vida —suspiró Iwaizumi con su típico acento de extranjero. Se volvió a calzar los lentes de sol—. ¿A qué hora es el otro vuelo?

—En tres horas, Iwaizumito —contestó dando una rápida mirada a su reloj comprado en una feria de Neuquén cuando viajó con el equipo el invierno pasado—. ¡Tenemos que correr a hacer el check-in!

En Argentina y en cualquier lugar [IwaOi] - HAIKYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora