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El viento era demasiado fuerte aun cuando se trataba de Londres. La brisa llegaba a su rostro haciendo que tuviera pequeños escalofríos que se calmaron una vez estuvo dentro del restaurante donde esperaba ver a su novia.

Había sido un largo viaje desde su casa a aquel restaurante que la joven había insistido en visitar, y aunque él se negara, como siempre, al final cedió sin ánimos de seguir discutiendo por algo tan simple como era el lugar donde cenarían.

Mas sabiendo lo que pasaría esta noche. Estaba decidido, le pondría fin a la relación.

Él era consciente de la belleza de Camille. También sabía que cualquier otro desearía poder estar en su lugar. La rubia era la chica más hermosa de toda la preparatoria, y de algún modo estaba con él, un chico de dieciocho años, de cabello rizado y alborotado.

La había conocido el semestre pasado cuando la chica llego de intercambio, pero como él creía sus oportunidades nulas jamás le hablo, no hasta que ella se acercó. Después de un tiempo se hicieron amigos, mientras todos los veían y preguntaban porque alguien tan hermosa lo había elegido a él, y en realidad, él tampoco lo sabía.

Harry solo era un chico que se mudaba continuamente, generalmente por el trabajo que tenía su madre, y por el hecho de que ninguna escuela lo soportara más de un semestre, a diferencia de este, en el que estaba comenzando su último semestre con ayuda divina, al parecer.

Su constante cambio lo hacia una persona insegura y tímida, a la que también le daba miedo el compromiso. Tal vez esa era una de las muchas razones por las que estaba decidido a dejar a Camille. La rubia era demasiado demandante y quería todo de su tiempo, cosa que al castaño le provocaba aún más temor a las relaciones, preguntándose si todas eran así.

Pero ahora por fin lo había decidido, eran casi un adulto y eran consiente que una relación no era algo que quisiera ahora, o después, y de ser posible, no la quería nunca más.

Había crecido únicamente con su madre, quien tenía la pésima costumbre de presentarle un nuevo novio cada cierto mes, lo que le hacía pensar que tal vez no existiera eso del <<juntos por siempre>> o toda la publicidad cursi que te venden las novelas y películas juveniles.

Cuando una voz lo llamo diciendo que su mesa estaba lista salió de todos sus pensamientos para comenzar a seguir a la señorita que seguramente lo atendería esta noche. Suspiro de alivio cuando se dio cuenta que fue el primero en llegar, o de lo contrario serian minutos de escuchar a la rubia reclamando por su impuntualidad.

Tomo asiento repasando una y otra vez en su cabeza las palabras que diría. Pensando que un restaurante tan elegante y público, y con lo que parecía una invitación para una cena romántica no era el mejor lugar para ponerle fin a una relación, pero ya no había vuelta atrás.

Dio una pequeña sonrisa cuando vio a la joven de diecisiete años caminar hasta el, dándole un corto beso en la mejilla.

—El clima es un asco —exclamó molesta mientras se quitaba su saco para dejarlo en el respaldo de la silla—. ¿Has ordenado algo ya?

—No, estaba esperando que llegaras.

—Tan lindo —respondió sonriente.

Pero aun así Harry pudo notar el tono sarcástico que había usado la rubia. Prefirió no hace algún comentario al respecto.

La vio tomar el menú que estaba frente suyo y comenzar a hojearlo, mientras el hacía lo mismo, viéndola por encima de la pequeña carpeta negra donde se podía leer todo lo que el restaurante tenía por ofrecer.

Cuando por fin decidieron que ordenarían, Camille comenzó a ver hacia los lados molesta.

—Bueno, ¿es que aquí no hay meseras o qué pasa? —pregunto al ver que nadie tomaba su orden—. Vaya restaurante de mierda has elegido.

Άλυμπος (Olimpo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora