Que a Bokuto, con sus veinte años, le venga el guapísimo de su novio al que idolatra con toda su alma porque ¡Agashee, eras tan genial!, y le diga que es un licántropo, que su cuerpo está capacitado para que su estructura ósea se reordene bajo su piel y se pueda llenar de un pelaje negruzco insolitamente sedoso, pues le parece lo mejor que le ha podido pasar en su inmaculada existencia.
Si es sincero consigo mismo, la verdad es que no es como si pudiera pensar en otra cosa. Los hombres lobos son como unos enormes perros a los que sus fuertes brazos no aplastarían por abrazarlos con un poquitín más de entusiasmo y, además, se imaginaba que al tirarle la pelota correrían a buscarla y te la entregarían en la misma palma de la mano. ¿Cómo no puede ser esto perfecto?
Vale, quizás si tuviera una máquina que le hiciera volver al pasado cambiaría la manera en la que descubrió que Akaashi es un hombre lobo. No hubiera estado de más haber comentado el asunto cuando comenzaron su relación allá en su último año de instituto, a lo mejor en la tercera o cuarta cita, o hasta como una confesión estelar después del momento mágico en el que se regalaron sus primeras veces. Pero solo por el hecho de que le hubiera gustado tener su rodilla tan decentemente como siempre la había tenido.
Aunque sí cambiar un único segundo de todo lo que había vivido junto a él le suponía no encontrarse en ese mismo instante enfrente de esa cámara, con Akaashi, Tsukishima y Kuroo apretujados en el pequeño sofá de su salón, observándole sin tener ni idea de por qué habían aceptado hacer lo que están a punto de hacer, no le importaría romperse mil veces más la misma rodilla. Por lo que Bokuto, a sus veintisiete años, ama cada minuto de la existencia que comparte con esos chicos.
—Creo que ya está —avisa, el labio inferior entre sus dientes y el ceño fruncido en una magnífica expresión de concentración que los otros muchachos pocas veces alcanzan a ver. Se había tirado toda la mañana intentando entender cómo funciona la cámara que Yamaguchi le había dejado prestada, pero después de horas de toquetear botones y sacar fotografías a sus pies comienza a creer que no hubiera sido una mala idea pedir algún consejo al chico. Hasta le hubiera contratado como camarógrafo.
—Espero que no la hayas roto, a Yamaguchi le ha costado mucho conseguirla —se queja Tsukishima, moviéndose incómodo ante el poco espacio que tiene para estirar sus largas extremidades, encerrado entre Kuroo y Akaashi. Bokuto hace una mueca, asegurando que el aparato está en perfectas condiciones, manoteando al aire como un gesto para quitar hierro al asunto que acaba golpeando el trípode que sostiene la cámara. El objeto se balancea peligrosamente enfrente de los temerosos ojos de Bokuto, pero consigue atraparla a tiempo. —Kou...
—¡Está bien! —Se las apaña para exclamar antes de que su nombre, en un tono de advertencia, saliera por la boca de su otro novio. Asiente con la cabeza, más para sí mismo que para los demás, y rodea la mesita de café para sentarse en el taburete que Kuroo le había traído de la cocina. El pequeño espacio en el sofá no es suficiente para los cuatro adultos -ni siquiera para los tres que ya hay en él-, además de que Bokuto cree que es una mejor organización del plano. —Vale, empiezo yo, ¿no?
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Sucedió una noche [BokuAkaKuroTsuki] #BokuAkaKuroTsukiWeek2020
FanfictionSi hace unos años le hubieran dicho a Bokuto que acabaría viviendo con dos hombres lobos y un cazador de licántropos en un minúsculo apartamento en Tokio, no se lo hubiera creído. Porque oh, vamos ¿Dónde harían sus necesidades los hombres lobos si p...