Parte 2

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Gaara 2

Sosteniendo fuertemente su mano, ambos corremos tan rápido como podemos, siento mi pecho apretado mientras jalo de su mano y la obligo a huir junto a mí, en busca de un sector con más luz y más gente. Me cuesta un poco que ella siga mi ritmo, pero no tenemos tiempo que perder.

De un momento a otro, ella se detiene, asustada, jalándome con fuerza para obligarme a detenerme.

—Suéltame, suéltame, suéltame —repite asustada, aterrada, seguramente pensando que le voy a hacer algo malo, pero, lo que ella no sabe es que si no corremos, algo muy malo nos pasará a ambos.

La miro fijamente durante un breve momento, ella me ve como si intentara reconocerme. En ese momento, en ese preciso instante, siento que sé exactamente quién es ella. Vuelvo mi vista hacia el techo y, de pronto, también sé quién es él, sé lo que quiere hacernos, lo veo saltar entre los techos de los edificios como si nada; es un demonio, un monstruo capaz de acabarnos en un solo instante.

—Vamos, Matsuri —le digo a la castaña, volviendo a tirar de ella para que podamos huír. Nuestro cazador acecha de cerca, pero cuando llegamos a la zona iluminada y llena de gente, parece que no se siente capaz de atacar y decide dejarnos ir, al menos eso es lo que yo creo, al mirar hacia el callejón y ya no lo veo tras nosotros.

Me siento aliviado, así que respiro hondamente, entonces, Matsuri se zafa de mi agarre y me doy cuenta de que le he dejado la muñeca roja al sostenerla con tanta fuerza, de lo que ni siquiera me había percatado antes, por estar concentrado en escapar de él.

—Lo siento, no quería lastimarte —le aseguro, arrepentido de haberle hecho daño; jamás le causaría tal dolor a propósito a ella.

Matsuri da un paso hacia atrás, alejándose de mí.

—¿Cómo...? —me pregunta, tartamudeando—. ¿Cómo sabes mi nombre?

¿Cómo lo sé? Yo también me lo pregunto, hace un instante, mientras corríamos para alejarnos de aquel sujeto, parecía como si yo realmente supiera lo que estaba pasando, pero ahora no lo entiendo, la he visto en mis sueños, sé su nombre, sé que es Matsuri, pero no tengo noción de por qué conozco aquellos detalles.

—¡Cuidado! —la voz de un chico me distrae, veo que viene en bicicleta hacia nosotros y está a punto de golpearla, así que la jalo nuevamente hacia mí y cuando veo sus ojos, finalmente lo recuerdo todo.

Sentir la calidez de su cuerpo junto al mío, la fragilidad que ella representa, su mirada llena de dudas, pero tan intensamente cargada de dulzura y amabilidad. La sensación es tan familiar, tan agradable; entonces las imágenes vienen a mí de una forma que me deja perplejo.

—Basta —dice ella, parece incómoda con mi mirada, así que sólo miro en otra dirección.

—Lo siento, Matsuri... —murmuro en voz baja, disculpándome con ella, pero no por lo que acaba de pasar, no, sino por haberme tardado tanto tiempo en encontrarla.

—¿Cómo sabes mi nombre? —insiste, alejándose de mí, pero yo no la escucho, estoy hundido en mis propios pensamientos, enloqueciendo con los recuerdos tan vívidos de una vida pasada que jamás esperé tener. Una vida llena de dolor, de sufrimiento, pero también, de cosas que me hicieron feliz.

—Yo... —apenas puedo hablar, todavía abrumado por las memorias que parecen haberse desbloqueado en mi mente y se disparan como flashes por todo mi cerebro, como una reacción en cadena—. No... eso no puede ser posible... —murmuro, experimentando con horror cada uno de esos momentos en los cuáles sufrí siendo el arma definitiva, el objetivo de mi padre, el foco de odio de toda una aldea y de cuánta gente me conociera.

Relojes de Arena (Gaara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora