Rosas Amarillas

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En un lago se encontraba  una albina de cabello corto se miró en el reflejo del agua recordo los labios cálidos y suaves del rubio, sus ojos color esmeralda que inspiraban paz y tranquilidad sacudió su cabeza odiaba pensar en él de manera romántica, ella era guerra y no podía estar pensando de esa manera, suspiro, cerró sus ojos para visualizarlo una vez más inconscientemente llevó sus manos a su pecho volvió a suspirar pesadamente, abrió sus ojos y tomó su espada al parecer no estaba sola alguien la estaba cazando, miraba hacia todos lados la presencia era fuerte.

— si sigues suspirando así de tierna voy a ponerme celoso— aquella voz logro acelerar los siete corazones de la albina, salió de entre los árboles un pequeño rubio con sus manos en la espalda, ella sonrió y clavo su espada en el pasto— ¿te asuste?

— no, solo me sorprendiste que haces aquí? — lo miraba fijamente sentía desconfianza al no ver sus manos— ¿todo bien?

El rubio se ruborizo un poco—¿puedes cerrar los ojos?— ella arqueo su ceja—solo un instante, por favor, confía en mi— no confiaba en sus palabras pero decidió arriesgarse cerró los ojos— ya, ábrelos.

La albina cuando abrió los ojos encontró al rubio incado con un ramo de rosas amarillas y completamente sonrojado, no comprendía que sucedía sentía sus nervios al límite y comenzó a sonrojarse un poco.

—¿que significa esto Meliodas?

—mmmmm te estoy regalando rosas te estoy cortejando..

— ¡eres necio y terco! ya te dije que no hagas esas cosas, soy el enemigo— el rubio bajo su mirada y dejo caer las rosas, se puso de pie sin mirarla.

—¿es tu última palabra?— su voz se escuchaba triste y ocultaba sus ojos en su cabello.

—Meliodas entiende por favor no puede ser, esto es vedado.

El rubio abrió sus alas y salió volando de ahí dejando a la albina, dio unos pasos y levantó las rosas las olio un poco y suspiro.

—tan dulces como tu— se sonrojo un poco, suspiro, abrió sus enormes alas negras y se dirigió al teatro del cielo, al llegar lo vio, ahí estaba su pequeño alado abrazando a sus piernas— eres muy sensible y muy chillón— dijo en tono burlon haciendo que él le diera la espalda —¿Quieres que me vaya? —al tener respuesta se alejo un poco.

— quiero que te vayas pero también que te quedes, soy un tonto— frotó con sus manos sus ojos no quería que ella lo viera tan frágil sin embargo era imposible ocultar sus sentimientos por ella, sintió como lo abrazaban por la espalda, sintió el pecho de la albina y su mentón en su hombro.

— son muy estorbosas tus alas— dijo calidamente— no quise ser grosera solo quiero que entiendas que no quiero que te pase nada te van a desterrar al tacharte de traidor yo no quiero eso para ti.

— si te preocupas por mi quiere decir que sientes algo por mi ¿porque vamos a negarlo o suprimirlo? — los inundo un silencio— la clave para que termine esta guerra es el amor y el respeto entre razas así dejaran de verse como enemigos— al decir esas palabras la albina lo abrazo un poco más fuerte haciendo que el tomará sus manos— comandante no quiero otra mujer la quiero a usted y vamos a parar esta Guerra Santa que no tiene nada de Santa.

— su alteza dice locuras pero ya no me apetece escucharlo— lo soltó y él dio la vuelta quedando frente a frente — ¿me ha hechizado o algo parecido?

— Si la hubiese hechizado usted sería mía desde hace tiempo— la albina puso un dedo en los labios delicados del chico.

— no quiero lastimarte, yo quisiera quererte como te lo mereces pero no puedo, soy oscuridad tarde o temprano voy hacerte daño, Meliodas mírame bien soy guerra y destrucción, soy tu perdición entiéndelo, aléjate de mi, no me busques, no me cortejes— abrió sus alas negras para marcharse dejando a un rubio melancólico.

Los días pasaban la guerra continuaba, Ludociel estaba irritable el clan de las diosas avanzaba un poco pero seguían perdiendo gente Elizabeth estaba acabando con  pelotones completos, humanos, hadas, gigantes o diosas no importaba simplemente eran aniquilados, Meliodas se entristecia cada que escuchaba que aquella mujer estaba matando desalmadamente, Mael sentía a su compañero apagado una vez más, se preocupaba por el Semblante del chico decaído y por otro lado la primogénita del Rey Demonio sus entrenamientos cada vez eran más pesados aún no podía sacar de su mente esos ojos verdes tristes, la estrujaban ya no sabía con que mantener su mente ocupada.

— Meliodas y la mujer bonita a la que le diste las flores? — pregunto un hombre de alas de colores, cabello largo color rojo, sentándose en una roca contemplando el semblante serio de su amigo.

— me rechazo dice que estoy equivocado en quererla, Gloxinia no se que haré— iba a continuar hablando cuando escucharon explosiones, se acercaron sigilosamente demonios de rango menor atacando una aldea, los gritos de la gente desperados buscando refugio alertaron a Meliodas.

—vamos actuar, has que retrocedan los demonios  yo haré frente a los fieles súbditos— el rubio asintió dieron inicio al plan, todo salió como esperaban Gloxinia dejó a Meliodas solo ya que sentía una presencia temebrosa y temía por Gerheade, el rubio se ofreció a buscar, volaba despacio hasta que vio una albina de ropas negras se acercó despacio.

—¿Elizabeth eres tú? — pregunto preocupado se acercaba sigilosamente.

— me gusta venir a este lugar— dijo tranquilamente sentada en la orilla de aquel risco— se puede apreciar las aldeas humanas y los inicios del bosque del Rey Hada Gloxinia me parece que se llama ¿muy cercano a ti?

Él rubio sintio un escalofrío tras lo último mencionado por la albina— es un buen amigo podría presentarlos, sabes hace días que no se nada de ti, te busco en el teatro del cielo y no hay señales de ti— sé sento despacio a un lado de ella, viendo que su regazo tenía un cachorro— ¿es tuyo?

—lo encontré hace unas horas pensé que podías curarlo— la albina acarició al cachorro.

— eres la prueba de que los demonios son gentiles— puso sus manos sobre el cachorro haciendo una luz verde curando al pequeño cacharro que se lanzó sobre el chico— eres precioso y muy tierno.

— tengo que irme, quedatelo y por favor no hagas algo estúpido ya te dije que no andes solo— Elizabeth se puso de pie dejando a la vista sus alas negras.

— ya no voy a detenerte si quieres irte vete— el rubio escondió su mirada en su cabello, sus manos seguían acariciando al cachorro sin esperarlo la albina tomó su rostro con sus manos frías y le dio un beso, él respondía con timidez pero no podía seguir el ritmo ella lo besaba tan apasionadamente hasta que se separaron y decirle más  se fue.

— vaya escena pensé que cualquier momento tendría que ir por el perro para que ustedes hicieran sus cosas— dijo Gloxinia burlándose del rubio el cual tenía el rostro ruborizado— así que la mujer bonita es La princesa de la maldad.

—ella no es tan mala como dicen— seguía ruborizado tratando de asumir lo que sucedía ella lo había besado, no podía negar que se sentía correspondido, que debía buscarla y estar con ella.

— si sabes que esto que están haciendo no será aprobado, van a tacharlos de traidores.

— Gloxinia, me encanta esa mujer es imprudente pero se que ella me necesita tanto como yo a ella

— pusiste atención a lo que dije— se notaba preocupado por su amigo y al parecer al otro no parecía importarle—Meliodas te estoy hablando.

El rubio le sonrió sabia perfectamente que no podrían llegar a mucho en esta relación, abrió sus ojos se acababa de notar que no sabía que tipo de relación tenían, se besaban, conversaban y jugaban sin embargo nunca hablaban de eso ¿sería prudente preguntarle a Elizabeth?

Buenas noches.

Comentarios, sugerencias y recomendaciones me ayudarian. 💖

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