Cuando nací, enseguida supe que algo andaba mal conmigo. Recuerdo
haber llorado en el quirófano, recuerdo ver luces azules y escuchar gritos.
Seguramente eran los míos, pero era demasiado pequeña como para
recordar todo lo que había sucedido aquel día. Según la versión de Rosie, yo
había muerto; algo trágico para los Crowell, pero la salvación para Rosie. Y
después sucedió el milagro, cuando todos se habían dado por vencidos y la
habitación había quedado en silencio, empecé a llorar.
Y ahora estaba en una fiesta, frente a un chico que no sabía nada de mí y
que hablaba conmigo, totalmente ajeno al mundo de los fantasmas.
Mi mano le apretaba el brazo, y mis uñas, sin darme cuenta, estaban
clavándose en su piel. No quería dejarlo ir. Tampoco quería hacerle daño.
Solo él podía ayudarme. Estaba tan desesperada que seguramente le mentiría
para que no perdiera el contacto conmigo. En la fiesta nadie podía verme o
tocarme, pero ahora todo había cambiado, y yo no podía sentirme más feliz.
Ignoré al fantasma de Aaron durante unos minutos y me concentré en ese
chico.
—¿Ayudarte? —preguntó con el ceño fruncido, como si no comprendiera
lo que yo hacía y decía. Pero, claro, ¿cómo iba a entenderlo?
Tragué saliva con fuerza, pero no le solté el brazo. Todavía no. Una parte
de mí creía que huiría en cuanto lo soltara.
Tuve que pensar en algo rápido.
—Mi coche... —Era lo único que pude pronunciar—. Mi coche está
fuera y no puedo arrancarlo. Y yo... necesito que alguien me ayude,
¿podrías...?
Estaba tartamudeando, pero no podía evitarlo. Me asustaba escuchar una
respuesta negativa.
Él sonrió con amabilidad. Lo solté con lentitud, con dedos temblorosos.
Afortunadamente, no huyó. Seguía ahí, detrás de la barra llena de vasos con
líquidos de diferentes sabores y colores.
—¿Tu coche? —Su ceja se levantó.
—Sí —mentí—. Está fuera. No arranca. ¿Crees que podrías ayudarme?
Miró a su alrededor y mis ojos siguieron su recorrido. Por dentro rogaba
que sus grandes ojos no se quedaran clavados en una joven que le impidiera
ir. Pero esa no era su intención, solo estaba considerando la idea y el
movimiento de sus ojos era un simple gesto, pero dudaba, porque apretaba
ligeramente la mandíbula. Los distintos olores de las bebidas me hicieron
sentir náuseas.
—Oye, tengo que irme —le dijo a uno de los chicos que también estaba
en la barra. Le había hablado cerca del oído para que pudiera escucharlo
bien, pero el otro solo asintió, sonrió y le dio un fuerte apretón de manos, y
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El regreso de Anna Crowell
Teen FictionY tú, ¿qué eligirías? ¿Vivir o amar para siempre? Anna Crowell murió en un incendio. Pero su espíritu sigue en el mundo de los vivos. Necesita resolver el misterio de su muerte y dar con su cuerpo para irse en paz. Pero lo último que esperaba encont...