Capítulo 18

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Nydia

No hacía falta ser muy lista para darse cuenta de que esos dos estaban nerviosos. Silas casi me llevó a paso marcial mientras salíamos solos del templo, ya saben, como esos soldados que parece que andan a cámara rápida durante los desfiles. Y luego estaba Rigel. Cuando desapareció ya me preocupó, pero cuando regresó y dijo aquello.... Lady Columbia, la forma en que dijo ese nombre me puso los pelos de punta. El enemigo había aparecido, o eso creía.

Cuando el taxi llegó a su destino, antes de que Silas pagara el viaje, Rigel ya estaba tirando de mi brazo para sacarme del vehículo. Recordaba el lugar, era la dársena de atraque donde habíamos dejado su nave. No es que sea una experta en naves espaciales y esas cosas, pero me parecía que los motores estaban... ¿rugiendo sería la palabra? El caso es que parecía que estaban encendidos.

La pasarela para acceder a la nave estaba desplegada, así que la tomamos, pero nada más entrar en el vehículo espacial, este empezó a elevarse sin que nosotros hiciésemos nada. La compuerta se cerró cuando Rigel golpeó el interruptor con rapidez. Silas y yo estábamos algo perdidos en lo que hacer en ese momento, así que observábamos hipnotizados los movimientos de Rigel. Seguíamos sus pasos hacia la zona presurizada, donde viajaban las personas, mientras esperábamos a que terminase de quitarse el casco. Conocía la nave, sabía que nos dirigíamos a la cabina de mando, pero antes de llegar a los puestos del piloto, él nos dio orden de tomar los asientos extra que quedaban detrás.

—Sentaos ahí y ataros las sujeciones de seguridad. —Mecánicamente y en silencio Silas y yo obedecimos. No es que el camino hasta allí hubiese sido fácil, ¿han tratado de caminar en una nave en movimiento? Pues es como hacerlo en un barco en mitad de una tormenta, o eso creo. Como decía, llegar a nuestros asientos no fue un paseo por el parque, pero tratar de meter los anclajes en su lugar con este movimiento tampoco fue sencillo, pero lo hicimos.

El campo de visión del centro de mando no es que estuviese en el mejor ángulo, y tampoco tuve mucho tiempo para ponerme a curiosear, estaba bastante ocupada, pero cuando busqué a Rigel, no lo encontré en el puesto del piloto, si no en el otro lugar, el que solía ocupar yo. En el asiento del piloto había otra persona, alguien más alto, y por el tamaño de sus hombros, todo estaba en proporción con su estatura.

—Agarraos fuerte, esto va a estar movido. —Su voz era grave, profunda, pero no fue eso lo que me hizo clavar mis dedos en mi asiento, sino el pensar qué entendería este tipo por "movido". Si lo de antes para él no lo había sido, no quería ni pensar lo que estaba por llegar.

Mi estómago dio un vuelco, como si hubiese saltado a una centrifugadora. La gravedad artificial podía mantener mis pies colgando hacia el suelo, pero mis tripas sabían que nos movíamos en otra dirección.

¿Alguien recuerda la primera vez que subió a una montaña rusa? Pues esto era algo parecido, solo que no tuve esos minutos de preparación para el salto, ni tampoco tenía idea de hacia dónde íbamos a caer, era un salto a ciegas. Mi cuerpo fue sacudido como un cubito de hielo dentro de una coctelera, y creo que no tenía mucho mejor aspecto que ese brebaje que salía después de su interior. ¿Tendría Rigel alguna bolsa para vomitar? Lo dudo, él parecía estar en su salsa en todo esto. Intenté comprobar si Silas estaba igual que yo, pero aunque su rostro transmitía un padecimiento parecido al mío, no tenía tan mala pinta a como yo me sentía.

Rigel

No podíamos arriesgarnos a ser sutiles, a estas alturas ya no. Rise no estaba del todo acostumbrado a pilotar el "Fénix Negro", pero no dejaría a otra persona que nos sacara del planeta. Si hay que escapar de unas cuantas naves que te muerden los talones, Rise es el mejor. Él no hace otra cosa que alardear de sus reflejos lobunos, que llevaron a su especie a convertirse en el perfecto cazador de presas pequeñas. Nada como una carrera por el bosque de la colina gris persiguiendo un canguro arborícola, para darle la razón. No solo hay que ser rápido corriendo, sino que tus agudizados reflejos tienen que estar a la altura. Solo los que consiguen salir de allí con una presa colgando de su espalda pueden considerarse auténticos cazadores, y mi hermano era el mejor.

Yo no era tan rápido ni tan fuerte como él, cuestión de tamaño supongo, pero podía saltar y trepar mucho más que cualquier lobo. Por eso gané mi rango de cazador llenando mi morral con pájaros de pico largo. Si había algo más difícil de cazar que un canguro arborícola, era un pájaro de pico largo, esos raramente tocaban el suelo. Cuando salí del bosque con 5 piezas, hubo quién me acusó de ser una alimaña que atrapaba piezas moribundas, pero cuando inspeccionaron las piezas, cerré muchas bocas. La bettane del clan dijo que había pasado mi prueba con honor, y cuando ella habla, nadie contradice sus palabras.

—Tienes tres carroñeros tras tu rastro, Rise. —La imagen de la Niell apareció en la consola con aquel aviso, recordándome el motivo por el que nos movíamos a aquella velocidad demencial hacia el control de salidas del planeta.

—¿A quién has cabreado hermano? —Otro habría soltado algún tipo de maldición, pero no sería uno de nosotros. Un mercenario negro no solo está acostumbrado a que los problemas le muerdan el culo, sino que disfruta de una buena carrera.

—A un pájaro muy pálido. —Todo el mundo sabía que la nobleza solía tener la piel demasiado clara en comparación con la clase trabajadora. Esa gente se pasaba el día bajo techo organizando el destino del resto de sus congéneres. A más rango, mayor número de reuniones a las que asistía, menos cantidad de sol que tocaba su piel. Los pájaros eran así, nada que ver con el pueblo de las gemelas rojas. Un rostro pálido entre nosotros significaba enfermedad o castigo.

—Entonces tendremos que volar más rápido. —Su maniobra brusca nos sacó de la que sería la cola de espera para atravesar el control, para volar paralelo a esta. Sabía lo que iba a hacer antes si quiera de que alcanzáramos la puerta.

—¡Agarraos! —Trate de avisar a nuestros pasajeros sobre lo que se avecinaba, pero nada, salvo un contenedor de ingravidez, podría librarte de los efectos que la maniobra que estaba a punto de ejecutar Rise iba a provocar.

Para alguien que no se haya colado nunca en una hilera de naves, les diré que básicamente estaba acercándose lo suficiente al resto de transportes como para poner nervioso a más de uno, no porque fuera a colarse, sino que la velocidad a la que lo hacía podía ser peligrosa. Si unimos proximidad y velocidad, teníamos una maniobra que ponía los pelos de punta no solo a los que la hacían, sino a todos aquellos que eran sobrepasados. Si tendría que calificarlo de una manera coloquial, diría que era un adelantamiento al triple de velocidad por encima de lo permitido, sin señalizar ni avisar, y sin las limitaciones de la gravedad, en otras palabras, les estaba haciendo a todos ellos el tornillo. Ellos no podían hacer otra cosa que protestar, a medida que mi hermano ascendía puestos en la cola dibujando un camino similar a la muesca de un tornillo (aunque no perfecta) con su estela.

Llegamos justo a tiempo para sobrepasar a una nave de carga y colarnos antes que ella en el control. Un pitido advirtió de que nuestro código había sido registrado en la barrera de salida, haciendo que Naroba fuese anotado automáticamente en nuestro cuaderno de ruta como destino abandonado. Ya estábamos en ruta, ya nadie podría detenernos.

Programé el destino para el salto, pero no podía lanzarnos al espacio sin antes dejar un punto de encuentro para el equipo de Rise. Él y yo lo sabíamos, por eso me dedicó una mirada esperando instrucciones.

—Diles que nos veremos en casa. —Él asintió.

—Niell, despista a esos sabuesos. Nos veremos en el punto P4 en dos días. —No esperé más, pulsé la confirmación de ruta, y dejé que Rise nos lanzara al espacio profundo. Atravesaríamos tres vórtices para despistar, en vez de dos, y por fin tendría a la vista de nuevo mi hogar. O al menos, lo vería desde el espacio.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora