Nada más llegar al puesto callejero pude sentir el calor sofocante del aceite y el olor a churros recién hechos. No. No, no, no, no y no, ni se os ocurra decirme que no es uno de vuestros olores favoritos del mundo mundial, que nos conocemos; que el olor a chocolate caliente y churros dulces es algo que gusta a todo el mundo, de hecho, aún estoy por encontrarme con alguien que me diga que lo odia. Es algo así como una regla que todos cumplimos, como el amor al aroma de la tierra mojada o al de la lluvia a través de la ventana de nuestra habitación... Pero tapados con una mantita que abrigue, que hacerlo en la calle siendo sorprendidos por un chaparrón de verano no es muy idílico que se diga.
El señor churrero, envuelto en vapor de la freidora, se giró y sonrió ampliamente cuando vio a Max.
─Hombre, Masimíco, tú por aquí. ¡Ya pensaba yo que te habías olvidao' de los amigo'! ─seguidamente soltó una carcajada. Era un hombre romaní de mediana edad. Sonreí cuando lo reconoció y más cuando le llamo "Masimíco". Se notaba a leguas de distancia que había confianza entre ellos.
─Buenas noches Juan ¿cómo estás? ─Max sonrió cómplice al dueño del puesto.
─Po' aquí andamos; currelando*, como siempre. ¿Quieres unos churro' recién hechos? ─sacó una enorme rasera de la freidora con una espiral de churros gruesos bien doraditos.
─Efectivamente Juan, y dos vasos de chocolate caliente.
─¡Ole! Tú ere' de los mío'. Nada como un vaso de chocolate pa' mojá el churro.
Incliné la cabeza hacia la derecha como hacen los cachorros cuando sus dueños les dicen eso de "¿vamos a la calle?", y abrí los ojos como platos con esa última frase del churrero aunque ellos parecieron no pillar el doble sentido de la misma.
Voy a sincerarme con vosotros. Pienso muy mal. Siempre. Normalmente oculto muy bien los malos pensamientos o los dobles sentidos que encuentro a palabras o frases de una conversación, pero aunque haga eso la verdad es que no puedo evitarlo. Es más, no soy la única que le busca siempre las cuatro patas al gato y ríe con tonterías, que en esta aventura del mal pensar me acompaña Tefi. Somos tal para cual; un roto para un descosido, como se suele decir.
El churrero preparó todo y Max me pasó a mí uno de los vasos de chocolate antes de pagar. Quemaba y mucho, así que fui pasándolo de mano a mano mientras lo sujetaba por el borde.
Mientras un chico joven, alto, de piel negra y cuerpo atlético entraba por el costado del puesto, Max rechazó las vueltas y le pidió que se las quedase.
─Venga Isi, que tenemos que recogé' para tener las cosa' listas para mañana. ─El chico nos saludó y comenzó a limpiar y a guardar los cacharros que había por en medio─. ¿Has visto? La vida me va mu' bien Masimico, si hasta me da para contratar a un chavea* pa' que me ayude. Mu' buen chaval el Isi. Que en realidad no se llama así pero yo no sé pronunsiar' su nombre y se ha cansado el probe de corregisme' ─el chico rompió a reír y palmeó cómplice la espalda de Juan─. Cuando me jubile se va a quedá' él con todo esto, así va a poder ganarse el parné* como yo. ¿A que sí, Isi?
El chico asintió sin borrar la sonrisa de los labios y continuó dejando todo listo para la siguiente apertura.
─Entonces la siguiente vez que venga lo mismo me atiende él. ─Max llevó el vaso a sus labios y miró pillo a Juan. Sí, a esas alturas ya sabía reconocer su mirada pilla.
─¡Jesús María! Que aún me falta para jubilaime Masimico, que estoy hecho un chavea* ─exclamó con los ojos como platos─. Espero que vengas ante', que tienes que probá' unos churro' que hago ahora rellenos... que están de rechupete.
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Soy Diferente© [COMPLETA]
ChickLitA raíz del trágico fallecimiento de sus padres en un accidente de coche, Alex tiene que lidiar con la pérdida emocional mudándose a la gran ciudad y dejando atrás el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Junto a su amiga de la infancia Estefa...