Introducción

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Era 7 de abril de 1995 lo recuerdo muy bien, estaba durante el recreo jugando con mis mejores amigos: Steven y Jane. Era un día de escuela típico, clases aburridas y un poco de humor con las pláticas de mis amigos. Cuando sonó el timbre para salir de la escuela nos reunimos para dirigirnos cada uno hacia nuestra casa; después de caminar dos cuadras Jane se separo de nosotros al darle vuelta a la esquina, al caminar otros 5 minutos Steven y yo nos dimos la espalda para que cada uno llegara a su casa.

Al estar a un paso de entrar a mi casa escuche como Steven soltaba un grito estremecedor corrí hacia él pero me di cuenta que fue demasiado tarde, a mi amigo se lo habían llevado en una camioneta Chevrolet café obscuro, un poco vieja, y el hombre que manejaba soltando una carcajada, arrojó por la ventanilla un manojo de globos. Aceleró lo más rápido que pudo llevándose a mi amigo consigo. Desde ese día toda la cuadra hemos acordado llamarle “el globero”, lo sé un nombre tan especial para un caso tan delicado.

Jane y yo estábamos tratando de encontrar pistas, sin embargo, todo fue en vano; no encontramos absolutamente nada, además, ya no nos dejaban salir mucho a la calle.

Después de dos años de intensa búsqueda de la policía y de nosotros, solo encontramos lo que menos esperábamos o lo que no queríamos que pasara, encontraron un cuerpo incinerado de un joven de alrededor de 14 o 16 años acompañado de dos muelas, gracias a estas fue posible reconocer quien era, fue algo triste debo admitirlo, perder a un amigo como él no era fácil, no quiero imaginar cómo se habrán sentido sus padres. Sin embargo, este tipo de muerte ya se había presentado antes, al igual de que en la escena de un secuestro apareciera un manojo de globos, esto me quiso decir que ese no era el único secuestro de este maldito asesino.

En el funeral de Steven se reunieron muchas personas, era un chico que verdaderamente era una buena persona. Era algo triste estar ahí, todos llorando, era una gran pérdida. Una persona que verdaderamente no merecía morir de una forma verdaderamente brutal y violenta.

Desde aquel funeral, desde aquella tarde que vi por última vez a mi amigo le jure a él que encontraría a quien le privo de libertad y de vida.

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Días LúgubresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora