☪│Prólogo

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Pegan un cañonazo. Personas vestidas de negro que ni siquiera conozco rodean el ataúd de madera maciza de ayous, dentro de este descansando el cuerpo frío de mi mejor amigo, Harriet. Su hermano gemelo, Harry, quien ha sido también mi mejor amigo desde que tengo memoria, esta de pie a mi lado, su mirada centrada en las flores blancas que yacen arriba de la tela rojiza con un lirio tejida en hilos plateados con detalles en oro. Sollozos provenientes de la señora Lily, hace que mi garganta se cierra, tragándome el jadeo que estaba a punto de escapar.

¡Es mi culpa! ¡Toda esta mierda es mi culpa! Si yo no le hubiera pedido que viniera a donde mí, esto no habría pasado. ¿Por qué demonios le pedí que viniera a buscarme? ¿Por qué demonios soy tan inconsciente? Estaba sufriendo, lamentándome y culpándome, alejándome poco a poco de la realidad que me rodeaba, tratando de convencerme a mí misma de que Harriet; mi mejor amigo, mi primer amor, mi primer novio, aquel que me robo mi primer beso en mi decimo cumpleaños, aquel que se me declaro en mi doceavo cumpleaños, y aquel que me dejo en mi catorceavo cumpleaños, abandonándonos a todos con apenas dieciséis años; aún seguía conmigo, que no había muerto, que en ese accidente automovilístico tan solo se hubiera lastimado un brazo y provocado uno que otro hematoma.

Quería ser como esas personas, que olvidan fácilmente, y que se convencen a sí mismos que no ocurrió nada parecido, pero no era como esas personas, era diferente, mi duro carácter, mi sentido a la realidad, mi fuerte corazón, no dejaba que me alejara del presente, no me permitía perderme en mi culpa, había una voz dentro de mi diciendo, gritándome, suplicándome, de que no era mi culpa, que los accidentes pasan, y que solo era la hora de Harriet, un chico de gran corazón, de carácter dulce y personalidad amable, un alma que habría dado todo a aquellos que ama.

Mi cabeza comenzó a palpitar, sintiendo en mi cuerpo algún tipo de incomodidad. Bajo la cabeza, pegando los ojos en mis zapatos negros, cierro mis manos en puños, mis uñas traspasando la carne de mi palma, humedeciendo mis dedos debido a la sangre. Las lagrimas estaban al borde de mis ojos, queriendo escapar, pero mi resistencia a no querer llorar hace que reprima mis lágrimas, no queriendo sentirme mejor, porque ¡es mi culpa! ¡él se fue por mi culpa! Nadie hizo nada, no es la culpa de nadie, ¡es solo mía! El hombre que amo, con quien pensé pasar el resto de mi vida, había muerto por mi culpa, por mi egoísmo, por mi capricho de querer pasar San Valentín con él.

─¿See? ¿estas bien? ─La voz de Harry me saca del trance en donde estaba perdida, mis ojos impregnados en lágrimas, que negaba dejar caer. ─¿See? ¿Qué sucede? ¿Por qué estas mirándome así? ─El rostro de mi amigo, pasa de estar triste a angustiado, sus hipnotizante ojos grises fijos mirando confundidos, medio húmedos.

─¿Cómo te estoy mirando? ─Le pregunto, mis uñas enterrándose aun más en la carne de mis palmas, el dolor aclarando un poco mi mente, la culpa y tormento volteándose a ira y resentimiento. ─Dime ¿Cómo te estoy mirando, Harry?

─¡Como si no quisieras verme!

Y era cierto. No quería verlo, no quería tocarlo, y mucho menos quería mostrarle los muchos sentimientos complicados mezclándose en mi cabeza. Harry y Harriet eran gemelos un parecido increíble, muchos que los conocieran a los dos no sabrían como distinguirlos, pero yo era diferente, yo sabía perfectamente quien era quien, y no por el hecho de que el cabello de Harriet era uno o dos tonos más oscuros que los de Harry, o el lunar que tiene Harry en la muñeca izquierda, o los grises de Harriet que son un poco más oscuros que los de Harry, que son más de un color gris plateado. No quería mirar esas diferencias, tampoco quería su consuelo, ¡yo mate a su hermano! ¿Por qué demonios querría consolar a la asesina de su hermano? Ya no soportaba mirarlo a los ojos, temía que me terminara quebrando justo delante de él, temía que me odiara por lo que hice.

─¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! ─Murmure, una lagrima escapándose de mi ojo derecho.

Giro la cabeza, no permitiendo que Harry viera como terminaba quebrándome en pedazos. El llanto de la señora Lily, las palabras consoladoras del Sacerdote, la voz de Harry llamándome, todo lo que me rodeaba me quebraba, llenándome unas enormes ganas de querer escapar de allí. Sin vacilar, cumpliendo mi deseo, me alejo de Harry, mis pies caminando sin rumbo, solo dirigiéndose a un lugar lo bastante alejado de esas personas, de las cuales solo unos cuantos conocía.

Tenia deberes como la hija de un aristócrata, mostrar dignidad, honor y elegancia en donde sea que este, sin embargo, no podía darme el lujo de esconder aquellas emociones que me embargaban, hundiéndome en un océano sin superficie. Estaba aterrada, agonizaba lentamente, perdiendo mi realidad, convirtiéndome en nada más que una muñeca sin emociones.

Detuve mis pasos en la salida del cementerio, donde veía a uno que otro paparazzi esperando ansioso tomar una fotografía de los rostros sin vida de la señora Lily o Harry, quien eran los más devastados. Quizás también querían una mía, ya que era la prometida y novia del fallecido. No queriendo mostrar mis emociones, seque las abundantes lagrimas que aun estaban escapando de mis ojos, enderece mis espalda, alisé mi ropa, y peine bien mis suaves cabellos blanco platinado, antes de escapar de todo aquello que llegue a amar.

El recuerdo de un destino olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora