O n l y

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El estridente sonido del despertador logró que sus ojos se abrieran con pesadez y cansancio, definitivamente no estaba en sus planes el levantarse tan temprano por la mañana, juraba que había desactivado el aparato antes de acostarse ayer en la noche.

Suspiró sin poder volver a conciliar el sueño, debido a que esté era muy ligero, empezando su día a las 7:40 de la mañana y con mal humor, tomó algo de ropa y se metió a la ducha.

El agua helada, causada por un fallo en su calefactor,  le tomó por sorpresa pero lo dejo pasar, al fin y al cabo, prefería el agua fría para borrar todo rastro de su anterior mala noche.

Salió y vistió con sus shorts estilo baloncesto, una sudadera negra y sus deportivas, peino un poco su cabello y se dirigió a su cocina.

Hoy era un día malo, pudo sentirlo cuando abrió su refrigerador y lo vio casi vacío, había olvidado revisarlo la última semana debido a su explotante trabajo y sus comidas rápidas en la estación.

Terminó por tomar algo de dinero, que poco era el que tenía en efectivo,  sus llaves, su gorra y un cubrebocas, para salir de su departamento con destino al supermercado. Aquella leche rancia en su cocina había terminado con sus ganas de vivir.

Siguiendo su racha de mala suerte, el letrero "fuera de servicio" pegado en el ascensor le miraba casi con sorna.

Simplemente cambió su dirección a las escaleras, aunque justo al doblar, una figura impacto contra ella haciendo que perdiera el equilibrio y las dos terminaran cayendo junto a varias cajas de cartón y demás.

–¡Oh dios! L-lo siento mucho —dijo la chica aún arriba de ella

–Si bueno, no importa —respondió con dificultad— ¿Podrías quitarte de encima?

–¡Ah, sí! Disculpa

La joven pelinegra se levantó con nerviosismo y observo todo el desastre que había en el piso, aquella chica se puso a recoger todo pero torpemente, al observar esto, ella decidió ayudarla, se incorporo, limpió un poco el polvo de su cuerpo y se agachó para comenzar a ayudar a la joven.

–De verdad, no tienes porque ayudarme —dijo levantándose con una caja

–No te preocupes, te tropezaste por estas cosas —le respondió cargando las otras dos cajas— Es lo menos para evitar algún otro accidente —sonrió con algo de fuerza pero genuidad

La chica, que recibe el nombre de Hirai Momo, le comentó que se estaba mudando al departamento de enfrente. amablemente ella se ofreció a ayudarle a subir cajas del camión a su hogar, siete pisos arriba.

–Muchas Gracias Yoo Jeongyeon, de verdad no sabría que habría hecho sin ti, se suponía que mi novia me ayudaría pero le dieron un turno ahora en la mañana y no pudo llegar pero déjame recomp- —su teléfono había comenzado a sonar— ¡Oh! Es ella, permíteme, por favor

La conversación parecía ir para largo y ella, en realidad, no quería nada a cambio, no le había costado dar su ayuda así que se fue sin que su nueva vecina lo notara.

Sus pies no dejaban de arrastrarse por el frío asfalto pues era cierto que seguía yendo sin mucho entusiasmo pero por lo menos estaba satisfecha de su acción anterior, pasó por una calle principal y una gran aglomeración de personas la hizo levantar su mirada, su atención fue centrada a los gritos resonantes por la avenida, al parecer aquel local de repostería no había abierto esa mañana, o bueno, no tenía los pedidos encargados con propósito de las festividades, el joven detrás del mostrador se veía en aprietos por los insultos que le llovían por montón, lamentablemente en ese caso no pudo hacer mucho.

Después de unos minutos de caminar, sin mencionar que más de una vez casi fue atropellada por ciclistas distraídos, terminó a una cuadra del supermercado hasta que una, muy chillona para su gusto, voz arremetió contra su oído.

Thanks JeongyeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora