Capítulo 14. No puedo

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14.

Estoy en medio de un pasillo. No hay nadie a mi alrededor..., nadie excepto él.

Sus ojos azules me observan atentamente, pero no logro descifrar su expresión. Y quiero hablar, decir algo. Sin embargo, no consigo mover mis labios.

Siento una opresión en el pecho, una sensación demasiado pesada se arraiga en mi cuerpo y de pronto, caigo de rodillas. Algo me arrastra, y el sonido metálico de cadenas retumba en mis oídos. Mi corazón golpea fuertemente mi caja torácica y jadeo en busca de aire. Quiero que quien sea que esté halando las cadenas pare, pero no lo hace. Mis uñas se clavan en el frío suelo y siento un dolor punzante. Los latidos de mi corazón se intensifican y una desesperación casi enfermiza se apodera de mí.

Mi vista se alza en busca de ayuda mientras sigo siendo arrastrada, y me encuentro con los ojos de Logan. Trato de gritar, pero no puedo. Él se aleja cada vez más, aunque la que se aleja en realidad soy yo. Algo tira fuertemente de mis tobillos y ya no soy capaz de sostenerme, mis brazos flaquean y todo se vuelve negro.


—Amor, despierta —la voz cálida de mi mamá me hace abrir los ojos y soy consciente de la fina capa de sudor frío que cubre mi cuerpo. Me incorporo lentamente debido al dolor punzante que se hace presente en mi cuello y mi mamá posa ambas manos en mi rostro, con una expresión preocupada—. ¿Estás bien?, ¿Te has mareado...? —empieza y piensa seguir con muchas preguntas más, pero la interrumpo negando con la cabeza.

Ella toca mi frente y comprueba mi temperatura.

—Me duele mucho el cuello —mascullo con voz adormecida.

Ella asiente aliviada, se inclina y me da un beso prolongado en la frente. Yo estoy muy adolorida para protestar.

—Te daré una pastilla, pero primero tienes que comer y después, dormir. —Se da media vuelta sin dejarme decir nada y suspiro cuando la veo entrar a la cocina.

Muevo mi cabeza y compruebo lo malo que es no dormir en mi cama. Me duele la espalda, el cuello, el trasero y la mitad de mi cara.

¿Por qué?

Hago una mueca al levantarme de la silla del comedor y me estiro, sintiendo la pobre existencia de cada uno de los músculos de mi cuerpo. Camino en dirección a la cocina y el tic tac del reloj de allí me irrita. Me ordeno no mirar la hora, pero como estoy acostumbrada a desobedecerme, lo hago.

9:37 p.m.

Me desparramo en una de las sillas al frente de donde mi mamá se encuentra removiendo algo en una olla. Inspiro profundamente, pero no funciona. Nunca lo hace.

—Pudo haberle surgido algún inconveniente —dice mamá, pronunciando cada palabra con lentitud.

Una risa carente de humor y ganas brota de mi garganta.

—Pudo haber llamado —susurro, tratando de disfrazar la repulsión en mis palabras como indiferencia.

Ella deja de mover su mano dispuesta a decirme algo, pero el llanto de mi hermana la interrumpe.

—Yo voy —digo y corro escaleras arriba, olvidándome de mis martirios físicos y emocionales.

La pequeña persona que se encarga de sacarme ojeras a mí y a mis padres yace tumbada en su cuna, como si durmiera, sin embargo; puedo ver a través de los barrotes como mueve sus manitos y llora a todo pulmón.

Acudo a su lado y en un abrir y cerrar de ojos la sostengo entre mis brazos. Limpio las lágrimas en sus mejillas sonrojadas con delicadeza y ella se calma poco a poco, soltando pequeños sollozos y mirándome con sus grandes ojos caramelo.

Until you're mine © |Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora