Ilusión

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Cuando tenía dieciséis años, me había enamorado de la chica mas hermosa que jamás pudiera haber conocido. No solo me enamoré, sino que también tuve la fortuna de ser su novio. Después de ocho meses de noviazgo, ella decidió terminar nuestra relación por motivos que nunca entendí. - Hoy en día puedo decir con seguridad que se estaba viendo con otro muchacho-.
Cuando unos es joven y neófito con las relaciones sentimentales, suele hacerse problema por cuestiones de pequeña importancia, pensando que un caos destructivo e inevitable se aproxima a sus vidas para aniquilar todo lo bueno en ellas.
Después de que aquella a la que yo había llamado ''el amor de mi vida'' decidiera renunciar a mí,  había entendido que la vida estaba compuesta de momentos donde los pequeños detalles lograban que valga la pena seguir sumergiendo nuestras mentes en el océano de la experiencia.
Hoy en día me consideraba una persona muy segura de si misma, como para dejar ser intimidado por una chica hermosa. Sin embargo aquella chica que luciá el número once en el reverso de su camiseta, era la escepción. 

Estaba completamente seguro de que en esa mirada penetrante que se clavaba en mis ojos, sólo había provocación y una invitación al juego. 
Mi voz se había congelado, las palabras no fluían, mis rodillas temblaban y por sobre todas las cosas, mis manos seguían posadas sobre sus pechos. 
Como si una niebla repentina hubiese aparecido en el momento menos oportuno de un día de picnic en los Lagos de Palermo, la imagen de aquella jugadora de volley con el numero once estampado en su camiseta se desvanecía. Una sensasión de desconcierto invadió mi cabeza al verla desaparecer frente a mí como un holograma de aquellas películas futuristas de los años 70's.
Moví las manos en el espacio vacío donde se había encontrado la chica mas hermosa que pudo haberse topado con mi persona. Ya no estaba.
Un silencio aplastante invadió el gimnasio. Todas la voces que antes se entrelazaban entre sí, formando diversos diálogos, habían desaparecido. Volví la vista a mi alrededor y no encontré a nadie más que a mi. Las barras que antes habían estado en manos de aquellas muchachas, se encontraban en el suelo, las colchonetas que Lucas y yo habíamos usado, se encontraban vacías, ningún sonido se atrevía a asomarse en aquél lugar. 
Un sudor helado emanaba de mi piel, mis musculos se habían agarrotado como rocas, la piel de gallina podía verse a traves de mi musculosa. La sensación de pánico y terror se allaba escalando mi cuerpo para clavar su bandera en mi craneo.

- Hey, Drugo! - exclamó la voz familiar de aquella persona que habia muerto hace años -.
Buscando el equilibrio sobre mis talones, me dí vuelta lentamente, para econtrarme de frente al ring de boxeo. Nuevamente, allí se encontraba, pálido, riendo, con el cráneo aplastado del lado derecho. Era la segunda vez que lo veía en el día y esperaba que fuera la última, en mi vida. Sin embargo, sigió hablandome mientras mi voz se extinguía en mi garganta.
-Hey, Drguo! ¿ya no venís a jugar más a las cartas? - Sangre seca y coagulada se le azomaba en la fente y una sonrrisa aterradora le dividía la cara. - Hace mucho tiempo que te observa y quiere que lo conozcas-.
Como un destello de lúz en la oscuridad eterna, una pregunta escapó de mi garganta temblorosa. 
-¿Quién?-. 
Mi vista volvió a nublarse, y la imagen de aquél niño de ocho años muerto, se desvaneció. 
El gimnasio donde me encontraba se tornó oscuro, las luces desaparecieron hasta el punto de que la oscuridad misma invadió el lugar. Sentí un golpe en la mejilla y voces lejanas se escuchaban desde los mas profundo de aquella oscuridad.

- Despertate boludo! Despertate Óscar! Hablame idiota - la voz de Lucas se escuchaba sollozante, como si estuviera llorando- No me podés hacer esto! Ósca despertate!-. Sus gritos tomaban forma a medida que la oscuridad desaparecia y la luz atravesaba mis ojos, como la luz matinal que entra a travéz de una cortina.
Mi boca estaba seca y la garganta me dolía, como si hubiera tragado cualquiér cantidad de cemento. La imagen de Lucas se hacia mas nítida y a su lado estaba aquella hermosa chica que hacia estremecer las más profundas fantasías de mi cabeza. Mis ojos desorvitados se depositaron sobre Lucía, que estaba arrodillado junto a Lucas, intentando reanimarme junto a otras personas a las que no les di importancia.
- Perdón- Dije mirandola con los ojos entrecerrados- No quería tocarte, perdón-. Las palabras que salian de mi boca se tropezaban como un borracho que intenta subir las escaleras de su casa.
Los ojos se me cerraban lentamente y la vista volvió a nublarse. Todo se volvió oscuro en torno a mí.

Desperté en el consultorio del doctór Huffman - Doctor de GEBA -. La camilla era incómoda y sentía hormigas construyendo una fortaleza dentro de mi cabeza. Los gritos de Lucas se escuchaban en la habitación contigua.
- ¿¡ Cómo puede ser que no sepa decirme que le pasó !? ¿¡ Usted se hace llamár Doctor !?. No es más que un incompetente-.
- Le pido por favor que se retire y me deje realizar mis obligaciones sin problema, joven.- Exclamó el Dr. Huffman.
En mi opinión, Huffman era una persona simpática. Siempre iba de acá para alla, refunfuñando cosas en voz baja. Era obvio que los socios lo hacian ir de una punta a otra, solo por cuestiones que no necesitaban de intervención médica. Había egresado de la Facultad de Medicina en el año ochenta y seis. Siempre llevaba en el rostro la expresión de un hombre cansado.
- Doctór, ¿ no puede siquiera especular algún diagnóstico ?-. Insistia Lucas.
- No, según su historial clinico, nunca sufrio de epilepcia ni de problemas cardíacos. Tampoco es propenso a aquellos. Quizá el calór le halla bajado la presión-.
- ¿ Cómo explica la espuma que salia de su boca ? -. ¿Espuma?, Pensé.
Mientras aquellos, seguían discutiendo, me senté en la camilla mirando al piso. Un dolor agudo punzó mi cerebro y luego se detuvo. <<Hace mucho tiempo que te observa y quiere que lo conozcas>>. ¿Quién quería conocerme? ¿Porqué repentinamente volví a ver el cadaver de francisco deambulando por el club? - No voy a tomar pastillas-.

Octavo PisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora