Capítulo 3

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— ¿Estás demente? —preguntó Diamante con sorpresa e indignación—. No puedes pedirme eso.

— ¡No! No estoy loca, es por eso que necesito ir contigo.

— Lo que dices no tiene sentido —espetó Diamante y cerró la puerta del auto, encendió el motor y Mina se acercó para seguir insistiendo en su petición. Diamante no quiso seguir escuchándola y arrancó el auto. En un intento desesperado por lograr su cometido, Mina saltó delante del auto y él, aunque frenó en seco, alcanzó a arrollarla. Bajó del auto furioso, Mina estaba tendida en el suelo boca abajo. Le habló con desagrado, incluso la insultó, pero ella no reaccionó. La movió con el pie hasta girarla y vio que su frente sangraba y no solo eso, su brazo derecho estaba en una extraña posición. De seguro se lo había fracturado. Tuvo deseos de dejarla ahí, porque obviamente su salud mental no estaba nada bien, pero pensó que, si alguien más la encontraba tirada e inconsciente, podría denunciar el suceso y obviamente él sería el culpable de atropellarla. Diamante soltó unos improperios mientras la subía al asiento trasero de su auto, pues ya no tenía más remedio que ceder ante la petición de la muchacha.


Dos días después...

Mina se levantó muy temprano a preparar el desayuno. Diamante solía levantarse a las 7 am en punto, por lo que era necesario tener la mesa lista antes de que él apareciera en el comedor. Ella se movía con dificultad, no solo porque se encontraba en una cocina ajena, sino porque su brazo derecho estaba inmovilizado. Mientras preparaba unas tostadas, se quedó pensativa mirando su vendaje. No fue necesario colocar un yeso y eso la alivió, pero Diamante le advirtió que su brazo sanaría en siete días, a diferencia de las cuatro semanas que tardaría un mortal.


Déjame quedarme contigo esos siete días, por favor —le pidió Mina el día en que Diamante la llevó hasta su casa.

Te traje aquí porque no podía dejarte herida y abandonada, pero lo hice para curarte, no para que vivas conmigo —alegó Diamante, negándose rotundamente.

— Eres médico, puedes vigilar que todo ande bien.

Eres inmortal, la fractura sanará en una semana.

Sí, pero podrías vigilar mi lesión en esos días. Además, la contusión en mi cabeza...

La contusión en tu cabeza pasará, quizá tengas un TEC, pero no importa. Tu capacidad de regeneración es diferente, basta con dos días de descanso para que sanes. En el peor de los casos, tendrás un desmayo y dolor de cabeza, pero ¡adivina! ¡No morirás!

¡Lo sé! Sé que no moriré, pero hay muchas otras cosas que no sé al respecto de ser inmortal —dijo Mina comenzando a desesperase—. Mi novio me abandonó, no tengo a nadie más como yo. Hay cosas que desconozco y no tengo a quien preguntarle.

¿Él te convirtió en lo que eres? —preguntó Diamante poniéndose serio.

Eh... yo... bueno, yo... no recuerdo con claridad ese momento. Estuve a punto de morir y...

¡No quiero saberlo!

¿Por qué no?

Mientras menos sepa de ti, es mejor.

¿Qué? Pero...

Puedes quedarte la semana que me pides, pero hay tres condiciones.

De acuerdo. Las que tú quieras —dijo Minako emocionada.

Uno: No te metas en mis cosas, no te quiero preguntando cosas personales, ni te quiero ver hurgando en los rincones de la casa. Mi habitación está prohibida —habló Diamante con voz profunda, mirándola fijamente a los ojos.

𝕷𝖚𝖟 𝖊𝖓 𝖑𝖆𝖘 𝖙𝖎𝖓𝖎𝖊𝖇𝖑𝖆𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora