4. La verdad sobre un demonio.

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La majestuosa entrada se avistaba ante él. ¿Cómo había llegado hasta allí? Ni él mismo lo sabía.

Desde que el día anterior el Capitán Yoongi le informase de que el mismísimo San quería verle, el pobre Wooyoung había entrado en modo automático.

Recuerda entre nubarrones de confusión haber ido a casa de sus padres a contarles lo que había pasado. Ellos, muy calmados, le hicieron un té caliente y consolaron, no sabiendo muy bien por qué.

El sueño de Wooyoung siempre había sido servir a San, mas nunca se planteó la idea de verle. A su Dios, al dueño de su vida.

Cuando pensó que lo que le debía era suficiente, pues le salvó la vida dos veces, sus padres le contaron algo más. Algo que él no supo cómo afrontar.

- Querido, ven, siéntate a mi lado- había dicho su padre.

Wooyoung temeroso, aún viajando en una sensación inmensa de incertidumbre y desasosiego, obedeció.

- Te hemos contado siempre como nuestro grandioso San te salvó de la muerte cuando naciste, y ahora nos dices que gracias a Él os habéis salvado Yeosang y tú... Pero también nos bendijo para traerte a este mundo, Wooyoung.

No le sorprendió tanto como esperaba. En el fondo casi hasta que lo sabía. No preguntó más detalles ni sus padres hablaron mucho más del asunto. Así que pasaron una velada juntos como hacía mucho tiempo que no hacían.

Al ver el sol salir por la ladera, el joven se preparó todo lo mentalmente que pudo para llegar hasta el templo con su caballo, dejando de pensar por un momento en todo lo que estaba pasando.

Su vida daba mil vueltas.

"Wooyoung, puedes entrar", dijo una voz en su interior.

Reconoció la voz inmediatamente: era la misma que le había hablado en la posada, tan solo dos noches antes cuando estaba a punto de tener relaciones íntimas con aquella chica. ¿Era Él quien le había hablado? No le dio tiempo de pensar, pues era la hora de adentrarse en el templo.

Columnas de piedra inmaculada flanqueaban el pasillo hasta un altar para nada ostentoso. Unas sencillas escaleras llegaban hasta una especie de sofá tallado en piedra, igual que el resto del templo.

Sentado en él, encontró a su Dios.

No podía verle el rostro con claridad, pues una sombra estratégicamente caía desde la coronilla hasta la mitad de su torso. Lo que si pudo observar, sin embargo, fueron sus ropajes que casi parecían etéreos, flotando sobre su piel.

- Has venido- sentenció San.

No esperaba respuesta, en el fondo él mismo sabía que no esperaba nada. Había llevado a Wooyoung hasta allí, ¿ahora qué?

- Gracias, mi señor- Wooyoung habló.

Analizando cada uno de sus movimientos, San vio como el joven hincaba sus rodillas en el suelo, y le hacía una reverencia.

Allí estaban todos los sentimientos que un día intentó reprimir por motivos que Wooyoung desconocía. Este no le conocía de nada, y San sabía que no podía esperar nada de un humano con el que no había tenido contacto.

- Por favor, levántate- susurró San.

Wooyoung obedeció, y cuando su mirada a través de oscuridad llegó a San, este sintió de inmediato la conexión. Se había hecho más fuerte una vez aquella luz salió de Wooyoung, desde que él mismo le había devuelto al mundo de los mortales.

- Disculpe, yo solo quería agradecerle por todo lo que ha hecho por mí y mi familia... Sin su ayuda yo habría muerto no solo una, sino dos veces.

GARDENIAL ~ WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora