Sangre, roja y caliente

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Sangre, roja y caliente. 

Hay sangre caliente en sus ojos, en sus oídos y en su boca. Inunda su nariz la que más. Metálica, pegajosa sangre que él no soporta.

Muzan Kibutsuji vino y dejó los rastros de sangre de donde las olas originan, y Tanjirou no puede hacer nada sino observar como se alzan, completamente indefenso a merced de una criatura que no miró atrás al camino rojo que dejaba a su paso, ahogando a Tanjirou en los restos de lo que había sido una vez su pura y blanca vida, manchada de rojo por un simple capricho. 

Los pasos del hombre que le arruinó la vida, rojos, sangrientos, pegajosos, se quedan grabados en el interior de sus párpados. No es fácil pasarlos por alto, incluso cuando el hecho de que ha despertado se asienta sobre sus huesos y se encuentra cara a cara con la vista de un techo desconocido, empapado en sudor y con ganas de vomitar.

Está demasiado caliente, el rojo hace que su corazón lata con fuerza and le deja quemante, cubierto en la igualmente quemante sangre grabada bajo sus párpados.

Sabe que esto pasa cada vez, y que esté en una casa diferente no cambiará eso. Había pasado en la residencia de Urokodaki, luego pasó después, en la Mansión Mariposa, y pasa ahora, en la Aldea de los Herreros. 

Quema y quema y él está siendo consumido, a lo mejor por su deseo de matar a Muzan, a lo mejor por la sangre caliente de sus familiares, a lo mejor por la sangre de demonio de Nezuko. No le importa, lo único que sabe es que está demasiado caliente.

El futon de Aya está justo al lado del suyo, ya que ella no había permitido otra cosa, tercamente insistiendo en que dormiría con su novio y que elegiría la habitación donde dormiría a pesar de cualquier extraña tradición que rompiese. Es, en su manera, gracioso, ya que era siempre Aya la que hacía que Zenitsu e Inosuke se vistiesen de forma adecuada cuando la acompañaban a rezar al templo y quien se aseguraba de que no causasen líos y ofreciesen después de rezar un par de monedas a los dioses. 

La mano de Tanjirou se está moviendo por su cuenta antes de darse cuenta de que se dirige hacia Aya, y es solo cuando parpadea que siente el frío toque del antebrazo de Aya bajo sus dedos. 

La sangre caliente se disipa y la llama en sus venas quema menos. El frío del agua en el río de su montaña le deja limpio y fresco, el que alimentaba a valles de flores y los animles que viven entre sus bosques. 

Aya suspira en sueños, ligeramente girando la cabeza hacia él y él, por supuesto, desliza su mano lejos de ella con mejillas calientes. 

—Hmmm —. Frunce el ceño levemente, dándose la vuelta en su dirección. A lo mejor Aya tenía un sexto sentido, porque incluso si Tanjirou aguanta la respiración, sus ojos se abren mientras murmura algo en voz baja. 

—¿Qué pasa? —se pregunta con ojos medio cerrados al tiempo que se deslizaba lentamente al lado de su futon que conectaba con el de Tanjirou. 

—No es nada, —murmura, conscientemente evitando la mano de Aya que se estira ciegamente en su dirección, buscándole—. Deberías volver a dormirte.

—Hmmm, —susurra de nuevo, abriendo los ojos completamente esta vez y parpadeando unas cuantas veces—. Puedo decir lo mismo de ti. Kotetsu-kun te ha machado durante el entrenamiento, definitivamente no soy yo la que necesita dormir de los dos. 

Tanjirou está tan indefenso ante ella como lo está ante el rojo, de diferente forma, por supuesto. La mano de Aya finalmente consigue agarrarse a su muñeca, y él no puede obligarse a apartarla. 

—¿Cuál es el problema? ¿Las pesadillas de nuevo?

Así que, en la más pequeña, diminuta de las voces, Tanjiround dice:

—Sí.

Aya suelta un murmullo, asintiendo con ojos cerrados como si lo hubiese sabido en todo momento. 

—¿Quieres hablar de ello? 

Tanjirou niega con la cabeza. Aya asiente otra vez, lentamente deslizándose de debajo de sus mantas y yendo a las suyas.  

Se  acomoda entre sus brazos como si hubiese vivido allí por años , y Tanjirou no puede hacer nada que no sea envolverla mientras lo hace. Así, la sangre, roja y caliente, se disipa de nuevo en su río. 

—¿Quieres volver a dormir? —. Aya tiene que esforzarse para que su cabeza no se deje caer sobre la almohada mientras habla, párpados pesados intentando una y otra vez cerrarse.

Tanjirou se pregunta, ¿quiere volver a dormir? Porque Aya se ve somnolienta, abruptamente arrastrada de sus sueños porque él quería un poco de consuelo. Y tiene que recordarse que Aya le odiaría si continuase con tales pensamientos, asi que susurra de nuevo: 

—La verdad es que no.

—Bien —ella dice contra su hombro, entonces, sonriendo traviesa, murmura—. Iba a patearte el trasero si te atrevías a mentir, maldita persona abnegada.

Tanjirou no puede evitar sonreír también. 

—Ajá, soy tu abnegado novio.

Aya asiente, sonrisa empapada en satisfacción—. Y yo soy tu egoísta novia que te arrastrará conmigo por el camino del egoísmo. 

—Vas a volverme malvado, —Tanjirou bromea sobre su pelo. 

Ella se acurruca más en la esquina de su hombro—. Ajá, creo que un novio malvado estaría bien... ¿destrozarás unos cuantos pueblos por mí?

—No necesito ser malvado para hacer eso —él exhala en un susurro. El pelo de Aya se siente suave cuando empieza a acariciarlo.  

—Entonces supongo que ya eres malvado —. El silencio cae sobre ellos y Tanjirou cree que Aya se ha dormido hasta que, en el más tierno susurro, ella dice—. Vi un cementerio en el camino hasta aquí, estaba bastante lleno, había una cola muy larga. 

—¿Viste un cementerio? —pregunta él, un solo ojo abriéndose para mirarla. Aya se está mordiendo el labio—. ¿Las vendas en los ojos no-?

—Apuesto a que la gente está muriendo de ganas por ir allí. 

Tanjirou se queda en silencio, mirando a Aya quien hace todo lo que puede para reprimir las carcajadas que visiblemente hacen que su pecho salte. 

—Aya, por todos los dioses.

Sus risas finalmente inundan la habitación, ruidosas, dulces risas que él se ha acostumbrado a oír, que ahogan la sangre, roja y caliente en sus sentidos.

Tanjirou sonríe.

Sangre, roja y caliente | Kimetsu no yaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora