William
"Lo que faltaba".
William suspiró frustrado, siendo testigo de cómo la chica desaparecía detrás de las puertas del edificio de la empresa. Maldijo entre dientes, pasándose la mano por el rostro. Era consciente de lo tarde que era, por lo que no se molestó en consultar su reloj, y más que preocuparle lo que Stefan tendría para decir, odiaba saber que había desperdiciado gran parte del día en acudir a la solicitud de aquella estúpida llamada. Y para rematar su mañana, esa loca había ocupado su lugar. No es que nadie lo hubiera notado, es que todos los que trabajan ahí, sabían que no debían ocupar el espacio que era asignado para él. Estuvo a nada de salir y gritar, pero recordaba haberla visto un par de veces, daba gracias a su buena memoria, ya que se trataba de la amiga de la bruja de Heize Ferrer. Aquello solo sería una pelea inútil y terminaría siendo regañado por su hermano.
"Lo mereces, solo tú podrías pensar algo así", se recriminó con malestar.
Cherry era como una espina clavada en su costado y aunque se negaba a admitirlo, a pesar de la forma en que lo traicionó, seguía importándole. Tenía un punto vulnerable en todo lo que a ella se refería. Era patético.
Rio ante la ironía y lo absurdo de la situación. Siendo un Meller, podía tener a la mujer que quisiera, muchas de todas aquellas que fueron solo una compañía o una noche, habían prácticamente suplicado para que se quedara con ellas, pero él continuaba con los encuentros que comenzaron unos meses atrás. Sin importar su bajo número o lo "inocente" que fueran, ella seguía siendo una mujer casada y con nadie menos que su rival.
Había jurado que no volvería a verla, porque aun cuando Stefan creyera que era un idiota, entendía la seriedad de las cosas, más aún si los rumores de su divorcio eran ciertos. Curiosamente, saber que contemplaba una separación después de esos años lo hacía sentir más miserable, porque eso solo significaba que lo veía como un plato de segunda mesa. El cual continuaba en la misma posición que lo dejó.
Desde que vio su número en la pantalla de su teléfono esa madrugada, supo que nada bueno podría salir de otro encuentro, pero la había escuchado tan desesperada, que no tuvo valor para ignorar sus suplicas y terminó cediendo. Dejándose utilizar de nuevo, esta vez como su pañuelo.
No todo era su culpa, porque admitía que gran parte de las cosas malas que le ocurrían eran debidas al imbécil de su marido, pero ella misma terminó por dar el si y hacerlo a un lado. Los dos años que estuvieron juntos no fueron nada y en cuestión de meses planeó una boda, incluso atreviéndose a invitarlo.
Si, era un idiota.
El claxon de un auto lo hizo salir de sus pensamientos, notando al conductor que le hacia señas, indicando un lugar disponible para aparcar.
Lo ocupo, sin molestarse en agradecer o devolver el gesto, aun reflexionando su pasado. No negaría que en ese momento no era el mejor candidato, Cherry había buscado seguridad y estabilidad, algo que nunca contempló, pero Jonathan Ferrer y él no tenían punto de comparación.
Fue la peor de las elecciones.
Dejando el tema por la paz, antes de hacer una locura, ingreso al edificio, dirigiéndose directo a su oficina.
Encendió el monitor mientras se despojaba del saco y buscaba los folders, donde se encontraban todos sus pendientes.
Si había algo bueno en la presión que Stefan ponía sobre él, era el hecho de no tener espacio para pensar sobre su patética vida amorosa. No es que importara, porque realmente no deseaba una mujer que terminara apuñalándolo por la espalda, cambiándolo por un mejor pasaje y para rematar, que pretendiera que fuera su amante en turno para limpiar sus lágrimas y calentar la cama vacía que su infiel marido dejaba.