El sueño

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~¿Cómo puedes ser tan alegre y vivaz, con todo lo que has pasado Moroha?~

La charla que habían tenido las hanyo dejó pensando a Moroha.

Cuando volvieron a lo de Kaede para curar las heridas de Setsuna, Towa estaba extremadamente preocupada. Moroha, por alguna razón desconocida para ella, podía sentir lo que su prima sentía. Si bien Moroha había crecido sola y nunca tuvo que preocuparse por nadie más que por ella, algo en su pecho dolía cuando veía a Towa de esa manera, con sus ojos cristalizados y la voz partida.

~Pues verás, cuando no conoces otra vida, una se acostumbra-soltó despreocupadamente mientras rascaba la parte de atrás de su cabeza- a esta altura, ya no me afecta estar sola~

Las palabras que había dicho resonaban en su cabeza con cada latido que daba su corazón, se sorprendió de su propia habilidad para mentir. Ella no recordaba ni a su madre ni a su padre, pero le dolían todo el tiempo. Cada vez que se veía en el reflejo de un lago, o en la casa de Kaede dónde había un espejo, sentía una incontenible rabia que, realmente, surgía del dolor y la necesidad.

También recordó cómo la había mirado aquella chica de pelo blanco, cuánta pena había en sus ojos. Quería convencerse de que esa sensación amarga era por el estado de salud de su hermana, pero sabía que realmente Towa había sentido pena por ella.

Odiaba eso.

Cuando Setsuna mejoró, Moroha salió de la choza. El mundo exterior pensaría que lo hizo para dejarlas solas, pero Moroha no era tan considerada.

Ella había dejado el lugar para poder estar sola.

Lo único que quería hacer era llorar. Sabía que necesitaba un lugar seguro para hacerlo, y deseo con todas sus fuerzas llegar a algún lugar así. En otras circunstancias, sin duda se hubiera dirigido al árbol de las edades, pero ahora le daba mala espina acercarse. Así que dejó que su cuerpo la guiara.

Llegó a un claro, que no era para nada lo que había tenido en mente. Prefería una cueva o algo así. Pero ese lugar la llamaba. Sentía una energía cálida y familiar allí. Al acercarse más, vio que había una pequeña estructura de madera.

Más que nunca sintió que ese lugar le hablaba.

Se sentó en el césped, apoyando su espalda en uno de los cuatro semi-muros que creaban lo que parecía un pozo.

Sintió como su piel se erizaba y como las lágrimas comenzaban a salir. Entonces, y aunque trató de contenerlo con todas sus fuerzas, soltó un grito desgarrador. Todavía era una niña y no entendía porque sus padres no estaban con ella. Kaede le había dicho que la habían dejado por su seguridad, pero sentía el incesante miedo de que solo fuera una mentira, de que sus padres realmente no la amaran, o aún peor...

Moroha sacudió la cabeza de golpe y dio un puñetazo al piso. La idea de que sus padres estuvieran muertos se había vuelto a cruzar por su mente. La escena que la aterrorizaba hacia años se repetía una y otra vez: los cuerpos de sus padres, llenos de sangre, en un abismo negro y oscuro. Si bien no recordaba los rostros de sus padres, ella sabía cómo vestían: su madre, un atuendo de sacerdotisa y su padre, un traje similar al de ella. Su corazón se estremecía cada vez más. Podía soportar el rechazo de sus padres, pero no que estuvieran muertos.

Mientras más pasaba el tiempo, Moroha caía más en una profunda desesperación. El dolor de cabeza la hacía ver borroso y maldecía un poco a su madre por heredarle esa debilidad humana, pero ella realmente no se avergonzaba de eso, sino que lo odiaba porque la habían dejado sola y no podían estar para consolarla en esos momentos de dolor insostenible. De un momento para otro, todo quedó oscuro.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2020 ⏰

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