Pastel de chocolate | Meariri

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El timbre de aquella casa sonó por todo el lugar

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El timbre de aquella casa sonó por todo el lugar. Al oírlo una niña pequeña de tan solo seis años corrió por un largo pasillo para llegar a la puerta de dónde provenía el ruido.

Dio un pequeño salto con todas sus fuerzas para poder alcanzar el pomo y abrir. Siempre había estado demasiado alto para ella.

Una mujer peliblanca de unos treinta años se encontraba allí. Sus labios estaban pintados de azul y su larga melena estaba recogida en dos trenzas perfectamente iguales.

—¡Tía Kirari!—exclamó la pequeña emocionada a la vez que la mujer le dedicaba una gran sonrisa. Siempre le alegraba ver a su sobrina.

Los ojos azules de la pequeña se iluminaron al verla, abalanzándose sobre los brazos de la peliblanca. La mayor cogió a la chica en brazos, dando unas vueltas en el aire para hacer reír a la niña de cabellos dorados.

—Cada vez estás más mayor, Ume—sonrió, examinándola—Ahora ya llegas al pomo.

—He dado un súper mega salto para poder llegar—dijo orgullosa enseñando sus pequeños dientes.

Kirari la bajó con cuidado mientras revolvía su cabello en un acto cariñoso.

—¿Dónde están tus madres?—preguntó extrañada al ver que ninguna de las dos había ido a recibirla.

La más alta entró cerrando la puerta examinando la casa en su busca.

—En la cocina. Como venías mamá intentó cocinar algo, pero...—empezó con una pequeña mueca, pero acabó riéndose.

—¿Pero?—preguntó ladeando la cabeza esperando una respuesta.

Kirari observó los alrededores una vez más, no vio a su hermana ni a su respectiva esposa, pero un fuerte olor a quemado inundó sus fosas nasales.

—No le salió bien y casi quema la cocina—dijo la rubia soltando una carcajada—Están intentando arreglarlo...—susurró—¡Aunque ha sido divertido! ¡Había pastel de chocolate por todas partes!

La gemela no pudo evitar reírse ante aquella cómica situación. Sabía perfectamente lo mal que se le daba a su hermana cocinar, cada vez que lo intentaba algo acababa saliendo mal.

—¿La tía Sayaka dónde está?—preguntó la niña haciendo un puchero al no verla allí.

—No ha podido venir, tenía trabajo, pero no te preocupes porque vendrá uno de estos días para verte—dijo dulcemente, acariciando su mejilla—Ahora ves al salón, iré a ayudar a tus madres.

La de ojos azules asintió ante su propuesta, obediente.

—¡De acuerdo!

Ume se dirigió hacia el salón con rapidez, después de todo estaba viendo su programa de dibujos animados favorito y no podía perdérselo.

Pastel de chocolate | Meariri, KirasayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora