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El tiempo pasaba demasiado rápido, o eso es lo que creía David. Para él, el tiempo empezó a acelerarse últimamente, logrando que perdiera la noción de los meses. Por ejemplo, aún le costaba creer que ya estuvieran a finales de abril.

Tantas cosas han pasado en los últimos meses de su vida que sería imposible numerarlas. Las decenas de tardes que jugó con sus amigos al Fifa y al Mario Party, las miles de veces que se quedó dormido en el sofá después de una película nocturna, las pocas veces que Alejandro le acompañó a sus carreras matutinas por el barrio y seguidamente ir a alguna cafetería a desayunar... Habían pasado muchas cosas.

Miró a la hermosa luna llena alzada en lo más alto del cielo estrellado, brillando por sí sola para deslumbrar entre todo el espacio, llamando tu atención desde el minuto 0. Sonrió, hacía tiempo que no iba al parque a simplemente observar la luna y el reflejo de esta en el lago. Esa noche Alejandro fue a visitar a su madre, por lo que tenía prácticamente la noche libre.

Observó las primeras flores recién crecidas del césped, enseñando sus bonitos y suaves pétalos de cada uno un color diferente, casi parecía un paisaje de cuento. A David le gustaba pensar que era su cuento de hadas, donde estaban sus fieles caballeros y su principito azul.

Soltó una risa al imaginarse a su pareja vestido del príncipe de La bella durmiente.

Hace un par de años no se imaginaba que tendría esa vida, con una pareja estable y con el ojo puesto en un empleo como cajero del Mercadona a solo dos calles abajo, ambos acordaron empezar a trabajar aunque fuera unos meses para poder tener algo más de fondos, sobre todo cuando la cuenta del mayor empezaba a bajar sus ingresos. Era simplemente un chico normal con sus trabajos y pasatiempos, como quedar con Guillermo y Rubén cada cierto tiempo a ir por ahí a hacer el bobo, o ir con Raúl a su nuevo apartamento compartido con Borja para echar unas partidas a la PS4.

Simplemente estaba feliz.

Obviamente el centro de su vida era Alejandro, el bajito azabache de ojos azules que hizo el cambio en su vida. A veces tenían gustos muy diferentes, peleaban por tonterías y hasta llegaban a ignorarse en casos extremos, pero siempre hacían las paces y volvían a la normalidad. Seguían bromeando entre ellos como colegas, dejando su espacio personal y pasando tiempo a solas, pero también aprovechaban cada minuto que tenían para agarrarse de las manos, o dejarse caricias que decían por sí solas el sentimiento tan grande que ambos compartían. Últimamente empezaron a dormir juntos más seguido, poco a poco subiendo los límites entre ellos estando siempre en el radio de comodidad entre ambos, hasta hablaron de tener una mascota a parte de su ranita saltarina.

Joder, adoraba el sueño tan perfecto que estaba teniendo. Porque sí, para David Alonso su vida ya era perfecta de ese modo.

Era perfecto el besar cada centímetro del rostro de Alejandro.

Era perfecto las caricias que la mano ajena le repartían por su cara y cuello, masajeando su pelo cuando se quedaba dormido a mitad de una película nocturna en el pecho del azabache.

Era perfecto cada vez que sus labios se unían, cada vez que sus cuerpos se aferraban y sentían sus latidos ir al mismo compás.

Simplemente perfecto, y la luna fue testigo de la sonrisa llena de felicidad en su cara ante ese pensamiento.
















Faltan 7

Luz de luna// Fargexby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora