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Un amable desconocido.

Todas nosotras pedimos tres rondas de tequila las cuáles bebimos de un seco y rápido trago. Junto con la mezcla de las otras bebidas, ya nos encontrábamos algo mareadas, pero no lo suficiente como para no saber qué pasaba a nuestro al rededor.

A Roxanne la sacaron a bailar y no la volvimos a ver durante toda la noche, no me preocupé, si alguien sabía cuidarse era ella. Y bueno, no es que en mi estado fuera de mucha ayuda.

Luego, dos chicos pelearon y fueron expulsados del lugar debido a que ambos querían invitarle una copa a la misma chica. Sip, a Michelle. Cuando dije que atraía a cada hombre que le pasara por enfrente, era cierto. Y justamente fue lo que sucedió. Sin duda esos tipos salieron bastante decepcionados después de que Shel les dijera que, ni aunque fueran los hombres más ricos del mundo, ella se interesaría en alguno de los dos. Creo que eso les afecto más que la paliza que recibieron.

Más tarde, yo tenía ganas de ir al baño, así que seguí mis instintos. ¿El problema? Yo estaba lo suficiente afectada por el alcohol ingerido como para quedarme dormida, sentada en la taza del sanitario. No sé cuánto tiempo estuve ahí, pues, para cuando logré recuperar la conciencia y salir –además de que tenía un inmenso dolor de trasero– solo quedaban un mínimo de treinta personas, a diferencia de cuando llegue que eran mucho más de cien.

Busque en todas partes pero no veía a mis amigas por ningún lado, quise revisar la hora en mi celular y aprovechar para marcarle a alguna de ellas, pero para mí mala suerte no tenía batería. Maldita sea la hora en que a mi vejiga le dieron ganas de orinar, que, al fin y al cabo ni siquiera oriné, solo me quedé dormida sentada en el retrete.

Salí del establecimiento con la esperanza de encontrar a alguien lo suficientemente sobrio para preguntarle la hora y con suerte, conseguir dinero para subir a un taxi. Una vez afuera, solo se encontraba un chico medio muerto sentado en una banca recargado en la pared.

¿Qué más da?

—Ho...la amm, oye  —Comencé a tocar el hombro del desconocido para ver si obtenía alguna señal de vida, pero casi muero yo de un susto cuando el hombre se levanta sobresaltado.

Mira a todos lados desorientado hasta que se detiene en mi. Su mirada fija e intensa me hace recordarlo de algún lugar—. Oh, hola. ¿Se te ofrece algo?

—¿Tú no eres quien inició una pelea por mi amiga? —pregunto sorprendida por poder recordar.

—¡¿Tú la conoces?! ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Aún está aquí? ¿Tiene...

—Oye, tranquilo. Pareces un demente y, también, un tanto acosador... por lo que dejare las respuestas para otro momento. Mientras tanto, ¿podrías decirme la hora?

—De acuerdo —. Se arremanga su saco para revisar la hora en su reloj de mano. Por lo menos el tipo se ve decente y no parece un degenerado. —Son las 3:26 am.

—Gracias, ¿sería mucho pedir algo de dinero para tomar un taxi?

—Si me dices cómo se llama tu amiga primero.

—Bien, pero solo eso y después me prestaras dinero, ¿va?

—Si, dalo por hecho —Su sonrisa se ensancha tanto que comienzo a reconsiderar eso de degenerado otra vez.

Aún así, y con duda, cumplo mi promesa. Necesito ese dinero—. Su nombre es Michelle.

Se queda pensando un instante y finalmente me mira.

—¿Y si te llevo a tu casa? En verdad no me molestaría, ademas, acabo de recordar dónde dejé mi auto, así que, ¿qué dices?

—¿Cómo sé que no es un truco para secuestrarme y llevarme a un lugar donde me prostituyan o algo como eso? —Mi pregunta parece ofenderlo muchísimo—. Además, estás ebrio.

—¿Me crees capaz de esas cosas? Es decir, mírame, bien vestido, y algo golpeado también, sin contar el hecho de que si, estoy medio borracho —A decir verdad parece un idiota, pero confiable. Y también luce como mi única solución.

—Pues si lo pones de esa forma, claro que me voy contigo —contesto sarcástica.

—Yo no soy de esos tipos, lo juro —refuta al reconocer mi sarcasmo—. Déjame llevarte, ya es muy tarde para que consigas un taxi y yo he manejado en peores condiciones, así que por eso ni te preocupes.

—Bien —digo muy a mi pesar, porque tiene razón, es tarde para pedir un taxi—, pero debes decirme tu nombre antes.

—Perfecto, mi nombre es Jayden Hale, ¿y el tuyo?

Lo miro pensativa... a pesar de los golpes y su ligero estado de ebriedad, no tiene nada que me haga sospechar, ¿debería decirle... o no?

De nuevo, que más da —. Me llamo Heather.

—Entonces mucho gusto, Heather, es un verdadero placer.

Comienza a caminar, mientras yo le sigo el paso.

—Ya veré si opino lo mismo de ti

—Oye oye oye —me detiene en el camino—, no puedes seguir desconfiando de mi si te subirás al mismo auto que yo, que por cierto, es mío y yo lo manejo.

—Estoy de acuerdo contigo, mejor pediré un taxi —comento, dando media vuelta. Pero antes de que pueda avanzar, él me toma del brazo delicadamente como para no lastimarme, aunque de igual forma haciéndome girar de nuevo hacia su dirección.

—No, claro que no.

—Si, claro que si.

—Bien, ¿y con qué dinero? —reta mientras me observa desafiante, por lo que lo miro de igual forma, pero él tiene la razón y yo pierdo esta batalla.

—Buen punto —bufo sin remedio.

—Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para... Heather —Ruedo los ojos y él suelta una ligera carcajada. Ese gesto inusualmente me hace tomarle un poco más de confianza.

Enamorarte Otra Vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora