En una playa muy hermosa se encontraba una linda joven caminando por la orilla del mar. Su mirada estaba perdida entre aquellas olas. De pronto, siente una mano sobre su hombro. Detiene su paso y se gira. Un chico de cabello castaño le sonríe mientras se rasca la nuca. El rostro de la chica es serio. Nunca había visto a aquel joven.
-Hey...creo que esto es tuyo
En la palma de su mano descansa la delicada pulsera de plata que siempre lleva. Con una sonrisa, la joven toma su pulsera.
-Dios...sí. Muchas gracias-dice sonriendo aún más. El joven asiente con su cabeza, esbozando una sonrisa.
-No es nada-hace una pausa y la mira- Sabes, ya que por casualidad he encontrado tú pulsera. ¿Qué tal si damos una vuelta? Bueno, si tú quieres. Sino, yo...
Ella suelta una risa por el comportamiento ansioso y nervioso de él.
-Está bien
La joven se da la vuelta y sigue caminando en la dirección que iba. Él la observa unos segundos y luego, la acompaña. Los dos avanzan en silencio, disfrutando de la compañía y del sonido de las olas. El chico aclara la garganta.
-Y... ¿Qué haces por aquí? Digo... ¿Por qué paseas sola?
Ella se voltea hacia él y suspira.
-He querido salir a caminar y pensar. ¿Y tú?
El chico sonríe, encogiéndose de hombros.
-La verdad...vine con unos amigos a la playa.
-¿Y los has dejado solos?-pregunta incrédula.
-Si...pero estarán bien. Me gusta más la idea de caminar que estar tomando sol o bañarme, Aparte...te he conocido y eso es mucho mejor que lo demás.
Las mejillas de la joven se sonrojan, como tomate. Él se percata y se siente triunfal de tener ese efecto en esa linda chica.
-Me gusta el mar. Es muy refrescante darse un chapuzón y esas cosas-responde, cambiando de tema. El chico juega con la arena de sus pies.
Mientras caminan, al chico se le viene una idea a la cabeza. Toma el brazo de la chica, deteniéndola.
-Ven, sígueme-entrelaza sus dedos con los de ella y la guía hacia una parte de la playa llena de rocas gigante.
Finalmente se detiene y señala con uno de sus dedos hacia una posa de agua. Se gira hacia ella sujetándola de los hombros y mirándola directo a los ojos.
-Escucha, sé que sonará como si estuviera loco pero no es así. Este lugar es mágico y quiero mostrártelo. Solo...cree en mí.
La joven se queda mirándolo con el ceño fruncido, pensando. Una vez que aclara sus ideas, se le escapa una sonrisa.
-Tranquilo. Yo...creo en ti.
Con un suspiro de alivio, vuelve a tomar la pequeña mano de esa chica y la lleva hacia la posa.
-Mira, lo único que debemos hacer es sumergirnos en el agua, cerrar los ojos y decir en la mente: "Yo creo en ti".
Él espera que la chica se ría o se burle. En cambio, asiente con su cabeza, decidida.
-A la cuenta de uno, dos y...tres
Los dos dejan de respirar y se sumergen en el agua. Cierran los ojos al mismo tiempo y dicen en su mente: "Yo creo en ti"
La chica espera un par de segundos, abre los ojos y da un grito de asombro. Frente a ella hay un hermoso castillo, alrededor de algas y conchitas de distintos colores.
-¿Dónde estás?-pregunta buscando al chico y se da cuenta de que puede hablar bajo el agua, sin ahogarse.
Unas manos cubren sus ojos. Ella toca las manos un poco asustada.
-¿Quién eres?-pregunta. Una risa se oye a su espalda.
-Travis-contesta una voz masculina. La chica queda más confundida.
-¿Travis?
Sus ojos son destapados y se gira para ver a la persona. Es el mismo joven con el que ha estado todo el tiempo. Suspira.
-Sí, lo siento. No nos hemos presentado ¿Cómo te llamas tú?
-Soy Layna-mira a su alrededor- ¿Qué está pasando?
El chico sonríe.
-Literalmente, nos transportamos a otro lugar. Hay un mundo bajo el agua...y es este.
Sobre ellos aparecen cientos de peces de distintas formas y colores nadando por el mar, y ellos observan maravillados. Y a lo lejos se veía el mismísimo castillo de la Sirenita.
La chica se cubrió la boca, atónita.
-¿Ves? Si lo crees, todo puede suceder.
La chica negó con la cabeza y sonrió. Lo que él no sabía es que ella siempre había creído en la vida bajo el mar. Y no estaba equivocada.