Capítulo uno

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Yo descansaba plácidamente en mi cama, eran las tres de la madrugada, él aun no había llegado, me parecía muy raro. Cuando llegó estaba furioso, lleno de ira. Caminaba haciendo eses y el aliento le apestaba a alcohol, le pregunte y gritó, se enfureció tanto que llego a pegarme. Yo me asuste, era la primera vez que me pegaba, él se arrepintió mucho, y nos fuimos a dormir. Pasaron las semanas, él seguía pegando me y obligándome a acostarme con él cuando y donde le apetecía. Un día llegue a casa, abrí la puerta, nada mas entrar encontré un sujetador tirado en el suelo, no tenia pinta de ser ninguno mio. Subí corriendo a la habitación , estaba él con una señorita de compañía. Se enfadó muchísimo al verme, me empezó a preguntar que que hacia allí, que no debería haber salido tan pronto de trabajar. Le pidió a la chica que se fuera, le pago, y cuando salió por la puerta, él se abalanzó sobre mi. Me empezó a pegar intensamente, me hizo moratones por todas partes, me golpeó la cara hasta romperme el labio. De repente, lo vi todo negro, ya no sentía nada, no comprendía que me estaba pasando, pero me gustaba no sentir aquella paliza. Me desperté cuatro horas después en el hospital tras haber sido traída por urgencias. Habían llamado los vecinos al oír mis gritos. Un chico estaba sentado en la silla de al lado de mi camilla, estaba dormido. Llegó una enfermera y me pregunto por aquel hombre que me había acompañado en la ambulancia, le tuve que ser sincera, y decirle que no lo reconocía, y le expresé mi extraño sentimiento de no saber que hacia allí, en esa habitación, sabia que él me había pegado una paliza brutal, pero no entendía a que venia lo de estar en el hospital.

En ese momento el chico despertó y me sonrió, le pidió a la enfermera que se marchara, decía que debíamos hablar él y yo solos.

Cuando iba a preguntarle quien era, el me hizo callar. Salió de la habitación y volvió con una silla de ruedas, me explicó que si quería saber quien era él, debía sentarme en la silla y dejar que me llevara por el hospital, y mientras me lo contaría todo, yo no sabia si confiar o no, pero al final me decidí, le pedí ayuda y el me cogió, y me ayudó a sentarme.

Cuando estábamos a punto de salir por la puerta, paró en seco, se dio la vuelta, cogió un ramo de flores que me habían traído y me las dio.

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