Capítulo 2

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Recorrí la empuñadura con los dedos y luego acaricié cada uno de los minúsculos rubíes que la adornaban

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Recorrí la empuñadura con los dedos y luego acaricié cada uno de los minúsculos rubíes que la adornaban. Con la mirada, busqué un espacio en la palma de mi mano izquierda, hasta dirigir la punta de la daga hacia ese espacio específico.

¿Que tipo de dolor podría infringirme?

—Buenos días.

Aparté el puñal de mi objetivo.

—¿Puedo pasar?

Dicha visita no me agradaba del todo, y se hizo evidente en mi voz al contestar:

—Entre.

Regresé la daga a donde correspondía y cerré los ojos, dejando caer la cabeza en el respaldo del cómodo sofá. Esperé quedarme así un buen rato, pero el reflejo de la luz me asaltó apenas ingresó aquel hombre.

¡Que molesto!

Alcé un brazo, usándolo como escudo para evitarme mayores incomodidades.

—Preferiría si se limitara a solo entrar —espeté sin poder aguantar un solo segundo más.

La respuesta tardó en llegar y su cerebro demoró aún más en atrapar la idea de mis palabras.

—¿Qué cosa? ¿No quiere que encienda la luz? ¡Pero si aquí ni la flama de un fósforo podría hacerse notar!

Tal queja fue pronunciada sin una sola pizca de seguridad, por lo que me sentí libre de ordenar:

—Exacto, lo deje así por esa misma razón. Vuelva a girar el interruptor y también cierre la puerta.

Mis pupilas volvieron a dilatarse con facilidad en cuanto fui obedecido, y así noté los tropezones y vaciles del recién llegado: chocando con cuanto tuviera enfrente. Cuando por fin lo sentí cerca, comprendí que ahora lo tenía sentado en el sillón, justo al lado mío.

—Disculpe… Y-Yo qui-e... —tartamudeó.

Aspiré todo el aire qué me fue factible antes de abrir los ojos. Tenía frente a mi la imagen de un hombre viejo y regordete.

—¿Qué? —exigí qué continuara.

Ante mi fría reacción, el hombre intentó conservar la amabilidad con la que había ingresado. Toqueteó el nudo en su corbata y, tras aclararse la garganta, empezó a hablar.

—Siendo el director de este hospital, me pareció indispensable venir personalmente a agradecerle por haber tomado en cuenta nuestra petición. Quiero hacerle saber lo honrados que estamos con su presencia, y no sabe cuanto, no tiene idea de lo mucho que nos complace tenerlo —y continuó con su discurso.

Durante aquella palabrería sin fin, mi única duda estuvo repitiéndose cual canción en bucle:«¿Dijo 'honrados'?». Mis ganas de seguir oyendo halagos deshonestos eran nulas y por eso sugerí:

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora