➫ O1: único.

25 2 1
                                    

Te balanceaste sobre la baranda, luego de despertarme susurrando mi nombre para que mis padres no te escuchen.

No sé qué hacías en mi habitación tan tarde, afuera estaba lloviendo y podrías haber agarrado un resfriado. Te lo dije:

-Jisung-ah, ¿Por qué has venido hasta aquí? -mi voz salió más grave de lo normal, puesto a que acababa de levantarme.- Llueve y puedes enfermarte. -tu sonrisa parecía más juguetona que las veces anteriores, sin embargo me seguía encantando.

-Vamos, hyung. Salgamos a pasear. -seguías balanceándote sobre el objeto de metal. Parecía que querías arrojarte al vacío pero no tenías las agallas.

-¡¿Qué?! Está lloviendo a cántaros! -mi tono de voz fue un poco elevado esa vez, no recordé que mis padres se encontraban en el cuarto contiguo al mío.
Te reíste, aunque desconocía el porqué. Y esa melodía etérea se hizo presente en mi oídos, me permitió calmarme.

-Estás demente. -me atreví a dejar que esas palabras se escaparan de mi boca, aún sabiendo que habías escuchado aquella frase gran cantidad de veces.

-Lo sé, bebé. -lo hiciste, me llamaste de la manera que más detestaba. Tú también jugabas con fuego, Han.
En un instante tus pies tocaron el suelo a la par en la que las gotas de agua dejaban de caer. Te sentaste a mi lado y me miraste con esos ojos característicos tuyos, mientras una diminuta sonrisa se dibujaba en tu rostro. Sentí la necesidad de picarte una mejilla, realmente te veías tierno.

¿Y sabés? Ahora que lo pienso bien, la palabra "bebé" no era tan irritante si salía de tí, en absoluto. Solo me gustaba pretender que odiaba que la dijeras, para que lo siguieras haciendo.

Mis ojos se habían conectado con los tuyos, sabía que algo no andaba bien. Ellos no decían lo mismo que el resto de tu rostro.

-Minho hyung, vayamos a explorar el exterior. Nadie transita a ésta hora, por favor. -lo dudé un segundo pero tenías razón, como siempre. ¿Quién circularía por la calle a las 3:30 a.m?

Oh, esperen.. nosotros.

Sí, decidí aceptar. No me quedaba otra, el puchero en tus labios había vencido a mi moral en una milésima de segundo.

Insististe en que cambiara mis prendas rápido, que no lograríamos ver el amanecer a tiempo. Parecías un conejito ansioso.

Pudimos bajar las escaleras tranquilos, hasta que tropezaste con el último peldaño. Toda tu vida te pasó lo mismo, tenías un grave problema con las escaleras; siempre fuiste tan torpe.

Al salir no aguantaste la risa y me contagiaste, llegamos al punto en el que no parábamos de caernos y nuestros estómagos dolían.
Contigo todo era carcajadas y momentos preciosos, realmente lo era.

Te pregunté a dónde nos dirigíamos luego de entrelazar nuestros dedos, amaba esa sensación que se creaba en mi ser, como si estuviera completo. Sólo dijiste que era un secreto e iba a gustarme mucho, pero no más de lo que tú gustabas de mí.
Sabías como hacer que me sonrojara.

Mientras deambulábamos por la avenida un automóvil pasó tan deprisa a mi lado que sentí desvanecerme, mi corazón palpitaba incluso más rápido que este.
Simplemente te reíste, aunque no sabía si era por mí semblante asustada y mi piel pálida o porque aquel vehículo casi te hace añicos a tí también. Daba igual.

Luego pateaste una pequeña piedra que se cruzó en tu camino, desquitándote con ella, como si la quisieras romper, destruir; como en tantas ocasiones habían hecho contigo.
Pero sabía que no lo harías, porque no te gustaba hacerle a los demás cosas que no te gustaban a ti.

A punto de llegar a nuestro destino, supuse cuál era tal sorpresa, y estuve en lo correcto. Me llevaste a mi playa favorita para contemplar el amanecer. Mis mejillas dolían de tanto sonreír, te adoraba.

Te adentraste en el mar, el agua llegaba hasta tus tobillos. No esperaste más, no me esperaste, y te sumergiste más profundo, sin darle importancia a tu ropa mojada.
Segundos después te acordaste de mi existencia, volviste a mi lado y me extendiste tu mano.

-Vamos al agua, Hyung. -tus ojos estaban más brillantes que nunca ese día, brillaban como las estrellas en el cielo.

-Claro que no, está congelada. -poco te importó lo que dije. Empezaste a salpicarme el agua en la cara, acercándote cada vez más.

Terminaste por arrastrarme contigo, y tenía miedo, porque el mar estaba enojado y las olas se estrellaban fuertemente contra nuestros cuerpos. Sonreías como si no hubiéramos podido ahogarnos allí mismo.

Aún así te hundiste, te encantaba hacer eso, sentir la adrenalina recorrer cada parte de tu organismo y la muerte acechando por tí. Te toqué el hombro y saliste de allí.
Sabía que no querías hacerlo, porque creías que el océano te comprendía, ya que él también lloraba, como tú lo hacías en circunstancias en las que te encontrabas solitario. Pero yo también te comprendía en silencio, yo también sentía tu dolor.
Por eso prometí nunca separarme de tu lado, porque odiaba ver lágrimas decorando tu rostro de porcelana.

Tu mirada se posó sobre la mía, de reojo noté como tus ojos empezaron a arder y a derramar lágrimas, desconocía si fue debido a que el agua salada empezaba a hacer efecto o debido al peso que tu alma cargaba. Quise llorar en vez de tí.

Ambos estábamos destruidos.

Y te abracé, te abracé con toda la fuerza que se me permitió. Como el mar hacía con nosotros por esos tiempos.
Deseaba rellenar ese vacío que te atormentaba todas las noches.

De tus labios tiritando salieron balbuceos y súplicas, pedías que no me alejase nunca, que permaneciéramos así horas, días, semanas, tal vez una eternidad; solo nosotros dos unidos, sin que nadie interrumpiese nuestra tranquilidad, que se convertía en caos de vez en cuando.

Te aferraste a mí como nunca antes, tus sollozos aumentaban por cada "te amo" que yo pronunciaba y no supe por qué.

Tu piel, con ese tono que tanto me agradaba, era iluminada por los rayos del sol que se asomaba por una esquina, y las lágrimas se seguían mezclando con el agua de mar, parecías uno solo con él. Quizás siempre lo fuiste.
Y él insistía en que nademos sin detenernos, sin estancarnos. Trataba de hipnotizarnos para estar un paso más cerca del paraíso.

No cedí, y no dejé que lo siguieras. Pensé que te salvaría.. pero estaba completamente equivocado.

Al llegar a la puerta de mi hogar (aunque para mí tus brazos siempre fueron mi hogar), te lanzaste sobre mí y me besaste. Ya lo habíamos hecho anteriormente, pero esa vez fue diferente.

Nuestras bocas se complementaban suavemente, degustando el sabor y queriendo recorrer cada parte del otro.
Tus manos en mi cintura se sentían más cálidas que de costumbre, a pesar del viento frío que nos golpeaba. Y quisiste intensificar más aquel acto, sin duda alguna accedí.

No te reproché nada cuando mordiste mi labio inferior e hiciste que aquel líquido rojizo manchara mi playera; parecía que querías romperme. Tal como rompiste aquel beso segundos más tarde.

Te separaste unos centímetros y me miraste con añoranza, te dediqué una de mis más genuinas sonrisas. Me abrazaste y depositaste un beso en mi frente, no pude evitar reír ante el hecho de que tuviste que hacer puntitas con tus pies. Te reíste de la misma manera.

-Te amo, Lee Minho, y siempre lo haré. -dijiste en un tono bajo y me diste un último beso antes de marcharte a convertirte uno con el océano.

No tenía idea de que ese iba a ser el último día que te vería, la última vez que escucharía tu voz, la última vez que sentiría tu tacto.

Y, Jisung, yo sabía el dolor, el secreto detrás de cada sonrisa resplandeciente tuya, pese a que no le habías contado a nadie más y del que nadie sospechaba.

• • • • • • •

Bueno, gente ah. Es la primera vez que hago público algo que escribí y seguro tiene muchísimos errores but anyway, denle amor uwu bc es Minsung.
Descansen y coman bien, nos vemos cuando se me ocurra subir otra cosa xd.

•(Está narrado como si Minho le hubiera escrito a Jisung o algo así)

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 05, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SEA | minsung OS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora