Suspiré después de finalizar mi última reunión de la tarde, siempre encontré fastidiosas estas reuniones directivas, pero mi padre insistió en realizarlas e insistió que yo las realizará también, cuando tomé el cargo de CEO hace ya cinco años, cuando sólo tenía veintidós años y recién graduado de la prestigiosa universidad de Harvard con honores.Pero incluso si estas reuniones con mis socios accionistas y posibles inversores, se tornaron fastidiosas, lo cierto es que comprendía a mi padre, solo un poco, porque es bueno recordarles de vez en cuando a todos esos carroñeros, quien controla esta empresa, quien es el dueño, quien es el que ha reinventado cada aspecto y concepto de Masori CO y ha sido el responsable de que sus acciones en el mercado se hubieran quintuplicado en los últimos tres años; quien es el mejor y el que hace que sus bolsillos estén siempre llenos de dólares.
En pocas palabras: Yo, Akashi Seijuro.
Estas reuniones son fastidiosas, pero malditamente necesarias para que todos esos amantes del dinero se callen al ver los miles de millones de dólares y me dejen hacer lo que quiera.
Entrando a mi oficina, mire directamente la taza de café que se supone debería estar allí después de cada reunión, es una regla no escrita, sin embargo, con mi experiencia pasada, decidí simplemente pasar de largo, sin siquiera darle un segundo vistazo a la humeante taza.
De todos modos, fue una porquería difícil de tomar.
Sosteniendo mi agenda suspiré de nuevo, realmente cansado, de mal humor y a punto de lanzar todo al olvido e irme a casa, mi día fue muy pesado y no ayudaba que esa mujer que reemplaza a mi asistente personal lo estuviera haciendo peor, con todos esos errores de novatos, ¿no sé supone que era la mejor en su antiguo trabajo? Gracias a todos esos errores durante la junta es que lo encontré más fastidioso que nunca.
Realmente quiero un café hecho por mi asistente personal, aunque no se supone que hiciera algo que una de mis secretarias perfectamente podía hacer, no obstante, no pude probar otro café después de que Furihata Kouki preparo uno para mí, hace cinco años.
El día en que el chico de cabello castaño se presentó ante mí, como mi asistente personal, algunos meses más tarde de que tomara el título de CEO.
Si era sincero, no tuve muchas expectativas en un tipo que lucía incluso más joven que yo, además esa mirada dubitativa que desvió en varias ocasiones evitando que mis ojos y los suyos se encontrarán, su tartamudeo y la forma en que temblaba, ¿Cómo es que Riko, mi jefa de recursos humanos pudo pensar en que este niño recién graduado de la universidad era competente para este importante puesto?
Pero su café era bueno, así que se quedó, oye... era mejor que nada.
Simplemente no creía que nadie más aparte de mí fue más que perfecto en su trabajo, hasta que conocí de nuevo a Furihata Kouki, con un traje que lució perfectamente, el cabello peinado de lado y un ligero aroma a fresas que dejaba a donde fuera, en mi oficina, en los pasillos de la empresa, en la sala de reuniones, en el baño e incluso en el estacionamiento, siempre que me dirigí al estacionamiento en el piso subterráneo, pude detectar el aroma a fresas que Furihata Kouki siempre llevó con él, e inevitablemente tuve que volver mi mirada hacia el lugar vacío junto a mi auto, donde mi asistente personal aparcaba ese viejo vehículo que siempre odie, porque Furihata se negó a tomar un automóvil que la empresa pudo asignar para su uso sin problema alguno.
Ese era el privilegio de ser el asistente personal de Akashi Seijuro. Pero el chico no lo tomó, ¿Qué clase de hombre joven no querría tener un auto caro, elegante y moderno que impresione a las personas? ¿Demostrar que le está yendo bien? No Furihata obviamente.
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Asistente personal. |AkaFuri|
Fanfiction[Debería despedirme de Furihata Kouki como mi asistente personal.]