Ya no llores más...

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"—Eres el hombre que más se preocupa en la Tierra. El más desinteresado, más amoroso ser humano que jamás haya conocido..."

Las palabras de Cass resuenan en la mente de Dean como un tortuoso mantra, y por más que quiere, por más que lo intenta, él no puede sacudirlas lejos.

Había habido algo en la cruda honestidad de aquella declaración; en la forma en que los ojos del ángel habían brillado al hablar; en la inocente adoración de su sonrisa, que había logrado desgarrar algo dentro de Dean. Que lo había tocado en lo más profundo.

"Desinteresado", Cass había dicho...

No hay nada de desinteresado en lo que Dean está pensando ahora, mientras recuerda con tortuosa precisión aquel inesperado discurso.

Nada de desinteresado en la forma en que su corazón se encoge al comprender, por fin, la implicancia de aquellas palabras; al recordarse a sí mismo, por enésima vez, que Cass murió sin obtener una respuesta.

Pensando que no había una.

"—La única cosa que quiero... Es algo que sé que no puedo tener. Pero creo que sé... Creo que ahora lo sé."

La felicidad reside en poder decir las cosas. Esa había sido la conclusión del ángel ante su dilema... Y en su interior, Dean lo comprende. Sabe que sería imposiblemente agradable poder simplemente... sentir. Sin temor, sin anhelo, sin posesividad alguna; sin odiar cada palabra dicha en voz alta, por miedo a que hagan realidad un sentimiento imposible de proteger, de sostener en el tiempo.

Y es que, en una vida de violencia y desesperación, un sentimiento como ese... El amor... Es algo precioso, invaluable, sumamente frágil. Algo que Dean no puede en verdad tener...

Pero que anhela.

Su garganta se comprime al comprenderlo, ahogando un sollozo, y no hay nada de desinteresado en ello tampoco. Nada de desinteresado en cómo sus manos arrugan la chaqueta en cuyo hombro Cass dejó su marca antes de partir; pues Dean quisiera haber podido decirlo. Haber podido encontrar las palabras correctas...

No hay nada más egoísta que aquello.

"—Tú crees que el odio y el enojo son... Que eso es lo que te impulsa. Que eso es lo que eres. No lo es."

Pero sí es odio lo que Dean siente ahora; hacia las circunstancias, hacia la forma en que las cosas se dieron... Hacia si mismo. Por no haber estado listo, por no haber reaccionado antes, por haber creído que tendría tiempo...

Sus ojos se cierran con fuerza, y la marca de Castiel desaparece por un momento; pero en su lugar una imagen distinta, infinitamente peor, aparece en su mente.

Su sonrisa.

Cass había sonreído al decir aquello; incluso al borde de la muerte, incluso sabiendo a lo que se estaba enfrentando... El ángel había sonreído. "—Tú me cambiaste, Dean—", habían sido sus palabras... y esa confesión, ese reconocimiento había sido su condena.

"—Te amo..."

Las lágrimas caen ahora a lo largo de su rostro, pero Dean no se preocupa por detenerlas. No le importa. Lo único en lo que puede pensar es en aquella oración. "—Me preguntaba cómo mi verdadera felicidad se vería siquiera..."

Hasta ese momento, Dean tampoco lo había sabido. Mucho menos había imaginado que Cass pudiese sentirse de esa manera. Y si lo hubiese hecho... no hubiera creído merecérselo. Ese amor, esa adoración. ¿Por qué merecería él algo así?

Ser la felicidad de alguien. ¿Existe un sentimiento más egoísta que ese? ¿Uno que llene más de orgullo, de calidez el corazón?

Dean no lo sabe, pero desea, quisiera que Cass también lo hubiese conocido. Que no hubiese muerto creyendo que no tenía nada para decirle al respecto. Que hubiese sabido que sus palabras... habían sido el motivo de la felicidad de Dean también.

No hacen falta palabras (Destiel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora