Me quiero enamorar

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20 de enero, 2020

Estas semanas se han pasado volando y no ha ocurrido nada relevante.

He seguido hablando con Martín y lo mismo de siempre, no ha decidido un día para vernos y no tiene claro lo que quiere. Es cierto que él estudia en otra escuela albergado, pero a cada rato le dan pases y si tuviera tanto interés como dice tenerlo ya nos hubiéramos visto. Ni siquiera sé porqué sigo hablando con él, pero ahí seguimos.

No puedo negar que he pensado varias veces si hice bien en terminar mi relación anterior de tanto tiempo y más, por alguien con el que seguramente no tendré futuro. No soy tonta, yo estoy clara de eso.

Pero realmente no terminé por un "alguien" sino por un "algo" y es que por mucho amor, atención y seguridad que tuviera, había algo que me faltaba, eso que tanto me llenaba de dudas.

Aún recuerdo el día que dejé a quien fue mi primer amor, las palabras salir de mi boca como si se tratara de un puñal que poco a poco le iba clavando, las lágrimas brotar de sus ojos y mi corazón rompiéndose del dolor al ver como caían y mojaban sus mejillas y al observar la profunda tristeza que guardaba su cristalizada mirada.

"Ya no siento lo mismo por ti", dije mientras mis labios temblaban conteniendo las lágrimas al explicar lo que tanto me costó decir. Solo bastaron esas duras palabras para ver como alguien por un momento y quizás por mucho tiempo dejaría de creer en el amor. Sé que no fue la mejor elección de palabras, pero: ¿Cómo se supone que termines bien una relación? ¿Qué deberías decir? Nunca ningún discurso de despedida será lo suficientemente bueno, ni menos hiriente que otro.

Ojalá hubiera algo que hiciera disminuir el daño que iba a causar, pero por desgracia no lo hay y no tuve más remedio. Le di un fuerte abrazo de despedida y fue así como terminó una historia que tanta felicidad trajo un día y que ahora sería todo lo contrario. Con el único consuelo, de que siempre quedan los recuerdos de lo que un día tan bonito fue.

Aunque fuera yo quien decidió terminar, no crean por eso que no me dolió en el alma. Fue sin exagerar, de los peores días de mi vida.

Sé que pueden pensar que soy la mala de esta historia, pero todo tiene un punto de vista diferente y yo sé en el fondo de mi corazón que fue lo mejor que pude haber hecho.

Luego de reflexionar mucho, me di cuenta que Martín solo era una excusa mental que había creado para sentirme más segura con la decisión que había tomado. Fue el punto final que hizo acabar una historia y sinceramente, la siguiente "historia" no me importaba demasiado, no era más que un capricho mío y yo era consciente de eso.

Yo no quería vivir un amor normal, yo quería un amor con todo incluido, las risas, el cariño, la comprensión, el apoyo y las dificultades que enfrentaría con esa persona que algún día tanto amaría. Un amor intenso, en el que no cupieran dudas. Un amor donde entregue todo lo mejor de mí y lo reciba de vuelta. Un amor apasionado, loco y duradero.

Alguien con quien pudiera pasar mis mejores momentos, que me llenara de felicidad y también de placer. Alguien con quien morir de risa, pero también con quien poder llorar sin pena alguna.

Yo quería enamorarme de verdad, joder...

Sabía que eso con Martín no lo tendría y pensarán que lo que acabo de decir entonces no tiene ningún sentido pero ¡Hey! Tengo 16 años, la edad perfecta para tomar decisiones que no siempre serán buenas, pero que sin duda te aportarán experiencia de vida. La edad de tener enamoramientos sin importancia y otros que importan demasiado y te marcarán por siempre. La edad de hacer locuras sin pensar tanto en sus consecuencias. De eso se trata la adolescencia. Así que no me preocupaba eso, al menos en estos momentos.


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