Mayo de 2019
Cuando el verano comenzaba a hacer su presencia en Inglaterra, el invierno lo hacía en otras partes del planeta. La diferencia entre los cuadrantes terrestres se hacía notar durante todo el año.
El sol caía en el horizonte, tornando de colores amarillos y naranjas el cielo, camuflando su celeste natural ante la nueva mezcla. Los largos días de estudio se acabarían pronto y al fin podría tener sus tan esperadas vacaciones.
Algunos pájaros comenzaban a revolotear por encima de los campos vecinos, creando un escenario hermoso, donde ellos eran los actores principales. Todo era divino.
El verde del campo hacía un hermoso contraste con el anaranjado cielo de pocas nubes cerca del ahora rojo sol, que se encontraba cayendo entre los prados. La fina brisa acariciaba sus pómulos, descendiendo por sus desnudos brazos hasta llegar a sus manos, las cuales entrelazaba en su regazo.
Su espalda reposaba en el Jeep que los había llevado hasta ese lugar tan precioso y cálido.
—Yo creo que tienes al mejor hermano.
—Yo también lo creo, Ru. Sobre todo cuando no lo cancelas.
Con una sonrisa dirigió su mirada hacia él, girando su cabeza para el lado izquierdo, dónde se encontraba su hermano recargado en el automóvil.
Rufus, riendo, la empujó levemente con su cuerpo y del bolsillo de su chaqueta sacó su caja de Marlboro y el encendedor. Le ofreció uno a la chica, quien se negó completamente. No fumaba, le desagradaba mucho.
Él dio su primera calada al cigarrillo, expulsando luego el humo que había llevado a sus pulmones para que se fuera con el viento, mimetizándose con él.
—Es muy relajante este lugar.
—Sí, suelo venir cuando busco eso, relajación. Es como mi lugar privado ¿sabes? No he venido con muchas personas.
—¿Y con quién has venido?
—Contigo.
Nuevamente volvió a ver a su hermano, quien concentraba su vista en el frente. En ese sol cuyos colores competían para ganar la batalla, en la cual ganarían la tonalidad del sol, tornándolo de su color. Pero lo que no sabía ese color anaranjado, era que el rojo le ganaría, como lo hacía cada día.
—Pensé que sería un buen lugar para traerte. Desde que vine por primera vez. Me parece un sitio agradable y algo aquí me hace sentir bien.
Le dio otra calada a su cigarro antes de continuar con su habla.
—Justo como tú.
Ella le dedicó una sonrisa antes de apoyar su cabeza en el hombro del rubio, mirando el atardecer.
El sol estaba mucho más bajo, tornándose rojo casi que en su totalidad. Los rayos eran lo suficientemente potentes para clavarse en las nubes, tiñéndolas de su mismo color. El celeste iba callendo conforme aquella estrella que daba vida al planeta lo hacía, acompañándolo en su retirada.
Pero algo en ella sentía que estaba floreciendo.
Algo que hacía mucho quería y no conseguía.
Aquella fermentación en sí misma, algo que quizá al otro día se esfumaría. Pero que quería disfrutar en ese momento. Se sentía una preciosa sensación recorrer todo su cuerpo.
Un alivio había sido desatado.
Una de las cadenas que sujetaban con fuerza sus demonios, había podido aflojarse. Solo un poquito, pero que para ella era mucho.
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Reconocida desde pequeña
Casuale¿Cómo sería la vida siendo la hija del gran baterista Roger Taylor? Emilia es reconocida desde pequeña gracias a la fama de su padre. Una chica común y corriente, con problemas como cualquier persona. • • • • • Cabe aclarar que la idea principa...