Capitulo 8. Kellan

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Cuando era más pequeño, pienso que era más feliz. Ahora que ya crecí entiendo más cosas que antes no veía.

Cómo que mi padre casi nunca está en casa, que ya tenía mucho tiempo sin jugar con mi hermana, que hace mucho no veía al abuelo y que mi madre cada vez estaba más delgada y fumaba más.

Cosas como esas no las solía ver y mucho menos reparaba en ellas por eso cuando las veía no podía estar en paz conmigo mismo, así que cuando conocí a May encontré aquellos juegos que no sabía que anhelaba.

Muchas veces quería jugar algún juego con Sofía pero ella nunca quería, me decía que ya estaba grande para estar jugando y que me fuera a cazar zombies a otro lado. Era muy extraña, hace meses ella hubiera dicho que sí, pero ahora me dejaba solo en esta gran casa y sin nada más que hacer yo me aburría.

Mi madre solía salir en las tardes, no sé adónde iba pero a mí nunca me llevaba, mientras Sofi se quedaba horas encerrada en su habitación.

Definitivamente May fue mi salvación.

Era muy divertido ir en las tardes con ella a nuestro pequeño lugar, no nos adentrabamos más por miedo a lo que sea que hubiera más allá, pero solíamos inventar historias en especial la del guardián del bosque. 

''Si caminas tu solo por allí 
En las noches te perseguirá y te hará gritar
Así que promete nunca más 
encontrarte solo en el más allá.''

Esa era nuestra historia por lo que siempre nos resguardabamos en nuestro lugar seguro. 

En la escuela me llevé una gran sorpresa cuando ví que May también estaba allí. Y también estuvo bien. No es que no quisiera a mis amigos, pero a veces estaba cansado de oír las mismas historias.
Historias de cuando y cómo nos dieron nuestros padres justo lo que queríamos.

Talvez muchos decían que éramos niños mimados y puede que lo fuéramos porque aquella voz chillona que Kenzi hacía cuando quería algo era bastante insoportable, o cuando Mark nos contaba cuánto dinero le daban en la mesada. De historias de esas estaba lleno, pero yo quería más.

Quería algo que me resultará interesante como aquella vez que May y yo encontramos una joya enterrada debajo de un árbol. En realidad no era una joya pero me gustaba llamarla así, era más una pieza de algún brazalete o collar. Pero ese día nos la pasamos  buscando en la tierra como excavadores.

Esas historias eran más divertidas.

Pero ahora, justo ahora yo soy este.
Me alejo dándole una mirada de disculpa a May. Quien estaba detrás de su madre mientras la mía me mandaba hacia las escaleras.

Subiendo me daba golpes mentales por haber olvidado la dichosa cena. Tal vez mi padre no estuviera aquí en casa, pero eses cenas eran muy importantes y él siempre se aseguraba que yo y mi hermana estuviéramos presentables.

Solo esperaba no haberles causado problemas a May y a su madre. Le pediría disculpas mañana.

Llegando al pasillo donde estaba mi habitación me encontré con mi hermana saliendo de la suya.

En la escuela decían que era muy bonita, pero yo no veía nada de bonito a una niña que hasta hace unos dos años todavía se chupaba el dedo pulgar para dormir.

—Asi que ya descubrieron a tu noviecita — cerró la puerta de su habitación para pasar a mirarse en un espejo que había en el pasillo.

—No es mi novia es mi amiga— le aclare.

—Ajá, pues lamento decirte que no lo será por mucho— canturreó al final.

—¿Por que dices eso?—la mire confundido. Mi mamá no las despediría ¿o si? Definitivamente me estaba preocupando.

La Otra CaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora