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Jack Conway era alguien de respetar,había gente que lo odiaba y otra que lo amaba...pocos pero estaban, pero ese no es el punto.

El gran superintendente tenía el trabajo de infiltrarse en una fiesta con el comisario Volkov y Michelle, era en el norte de la ciudad, se podría decir que aquella zona no era de su mayor agrado.

Pero debía estar allí por el CNI.

-Bien, hoy a la noche debemos estar allí-habló la mujer del trio guardando su navaja.

-10-04-recibió respuesta del ruso que miraba por la ventana una parte de la ciudad, era de las pocas cosas buenas que podía rescatar del CNI.

-Jack estas bien?-preguntó directamente al individuo que miraba con atención el arma que sujetaba.

Antes de hablar soltó un suspiro-sí, solo que el norte no es de mis lugares preferidos.

-Voy a mejorarlo...no puedes ir con traje-sonrió cínicamente sabiendo la reacción de su compañero.

-No, me niego-habló serio.

-Jack no seas un niño, si vas con el traje a una fiesta de moteros no vas a acabar bien y lo sabes-se burló levemente, pero como no hacerlo? Hay veces donde quería matarlo ella misma a Jack.

-joder, vale pero voy a ir a por mi puto café antes que nada-sin esperar respuesta se fue de ahí.

-Si sabe que aquí hay maquina de café no?-preguntó Volkov viendo a Michelle.

-Sí, solo necesita espacio...

-10-04.

[...]

Gustabo entraba recién a trabajar junto a su mejor amigo Horacio que venía algo deprimido.

-Oye Horacio cambia esa cara que vas a espantar a los que atiendas, en vez de café solo van a pedir verte y eso ya los despierta-riéndose levemente pero hizo un puchero cuando vio el rostro de su amigo tan desanimado.

-Puedes atender hoy por mi?-hablo tranquilamente.

-Horacio, si cocinas así...vas a envenenar la comida, como decía mi abuela "no cocines enojado o triste porque dejas a todos con un mal sabor en la boca" y ahora esta muerta.

-No estoy para sonreír y tratar con amor hoy Gustabo, podría pedir lavar los platos hoy-habló dudoso.

-Horacio? eres tú? Desde cuando pides lavar los platos si es lo que más odias hacer?-la mano del rubio se dirigió a la frente de su amigo.

-Al menos puedo lavar algo que no sean las sabanas donde...-hablaba cada vez más deprimido.

-NO,BASTA...ERES HORACIO PEREZ, mírate, desde cuando Horacio se pondría a llorar por un hombre? JAMÁS, el Horacio que yo conozco se comería sus problemas y sacaría una sonrisa enorme.

-No voy a atender de todas formas-hablo sonriendo el de cresta.

-Me cago en mi vida-Si había algo que no era del agrado del rubio era estar soportando a la gente con una sonrisa falsa.

-igualmente Gusnabo, voy a la cocina y gracias por tus palabras perla-guiñando un ojo a su compañero mientras se ponía su delantal y caminaba a la cocina.

-Joder...-cogió su delantal y lo colocó pero antes de empezar a atender miró a Horacio que ya cocinaba felizmente para sacarle la lengua de forma infantil.

Había empezado tranquilo, le dolía un poco sonreír de manera tan falsa pero parecía funcionar porque la propina era buena y hasta el momento no le se cruzo con ningún tontito de turno.

Pero cuando llega la hora pico todo empieza a volverse un caos y para una sola persona era mucho, no sabían donde se encontraba Segismundo el otro mesero que siempre acompañaba a Horacio.

Y como si lo hubiera llamado mentalmente, Segis apareció corriendo intentando hacerle un nudo a su delantal.

-perdón por llegar tarde-le habló a Gustabo mientras le ayudaba con los platos que debía llevar a las respectivas mesas-y Horacio?

-En la cocina, hoy no quería atender-servía café en las tazas de aquellos señores que hablaban sobre algo aburrido para los oídos del rubio, "ir a misa".

-Joder-respondió el pelinegro entregando un plato a la mesa de una señora.

Luego de un rato largo que dejaron de venir tantos clientes se pusieron a hablar mientras esperaban que los pocos pedidos que habían se terminaran de hacer.

-que sucedió que llegaste tarde?-habló el rubio

-Pues mi cabrita se escapó y pues estuve corriendo todo el campo hasta por fin poder cogerla.

-Madre mía-el sonido de la campanita los interrumpió, la comida ya estaba lista.

-Todo tuyo perrrrla-le lanzó un beso imaginario a Gustabo desde la cocina.

-Joder Horacio, en serio no quieres cambiar?-cogiendo los platos.

-no-le sonrió.

El rubio paso a rodar los ojos y fue hasta la mesa donde debía entregar la comida.

El sonido de la puerta principal volvió a sonar, no quería atender más y seguir sonriendo aunque a decir verdad ni siquiera lo hacía ya.

Miró al hombre que había entrado y su respiración se corto por un mini segundo, era un viejo pero el cuerpo que se cargaba no era normal.

Claro que para aquel tipo el rubio de ojos claros no paso de largo,lo miró sin disimular mientras esperaba ser atendido.

Pero aquel juego de miradas se acabo cuando Segis fue atenderlo.

Gustabo se acercó a la caja donde estaba Hermenegildo contando el dinero.

-Ya viste?-habló el primo de Segismundo.

-el que?-el rubio no había entendido,

-Ese viejo de ahí..es importante-refiriéndose al hombre que había conseguido la atención del rubio.

-como lo sabes?-mirando a su compañero atender a "ese" hombre.

-como no vas a saberlo gillipollas?-por fin Herme miró a Gustabo.

-A mí que me insultas marrano asqueroso-Y ahí empezaban ellos...

-Joder,ese de ahí es el superintendente de la ciudad, nunca viene por aquí así que algo bueno se viene.

-Sabes su nombre?-interesado de lo que podría ganar.

-No, pero tiene cara de Enrique-comenzando a reírse ambos por aquel nombre sin ningún motivo aparente.

Y tal vez el rubio no lo notó por estar escupiendo un pulmón pero la mirada de Jack Conway estaba puesta en él.

[...]

Luego de que su turno terminará el grupo de amigos se juntaron para ir a una fiesta pues luego de tantas horas de trabajo estaban seguros de que una mini aventura no iba afectar en nada...bueno aunque solo ellos saben lo fácil que suelen descontrolar cualquier situación.

Señorita[intenabo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora