Único.

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El albinismo es un defecto genético, causado por mutaciones en diferentes genes, produce una reducción o ausencia total del pigmento melánico de ojos, piel y pelo. Básicamente, el pigmento de los anteriores nombrados es escaso, en algunas ocasiones hasta sólo hay un color blanquecino.
Nuestra sociedad se encarga de recalcar y burlar sobre lo diferente, con miedo de los cambios, esto hace al ser humano ser despiadado.

Y esto para Lev Haiba, un albino, es un castigo divino.

Constantemente ha percibido miradas, comentarios, sobre todo uno que otro insulto. Y aunque sus ojos verdes esmeralda junto a una altura mayor al promedio; reflejan un intimidante chico no era del todo cierto, pero su historia no es del todo triste.

Sus siguientes años de vida Lev ha encontrado un refugio seguro en los brazos de Yaku, un pequeño el cual amaba el cabello blanquecino del alto y ensayó estilos de trenzados en este. Yaku, el cual al dormir abrazados ambos chicos, admiraba con cautela las pestañas de distinto color a las suyas, y destinando sus caricias a las mejillas suaves del menor en el acto.
Lev se sentía muy afortunado de tener a ese pequeño en su vida.
Yaku no llegó a su vida como esperaba, pero podía decirle a todo el mundo que había encontrado el amor que tanto anheló. Había alguien quien no es distraído por su aspecto, como siempre lo notó cuando mantiene una charla. Sobre todas las cosas y los años de relación, Yaku le demostró a Lev que lo amaba, que no es su culpa nada de lo que pasó, pero más importante; que Lev debía amarse también.
Yaku hacía muy feliz a Lev, claramente también es viceversa.

Desde el primer instante que Yaku vio al alto sus ojos brillaron como si viera a una belleza éterea frente a él, lamentablemente dedicó su tiempo en admirar a Lev desde la distancia.
Yaku tenía anotado en su corazón las cosas que más amaba de Lev, una de ellas y su favorita; Su brillar.
Con el tiempo se fueron acercando, cada vez más, hasta que ambos cayeron enamorados uno al otro y finalmente están en una relación de largos años con sin ninguna intención de acabar.

Una mañana Lev despertó frotando sus ojos por el sueño del momento, notó que la cabellera que descansaba abrazando su cuerpo era un dormido Yaku, seguramente el pequeño habría pasado un pequeño momento antes de dormir admirando las pestañas de su novio, pero eso Lev jamás lo notaba, o eso creía yaku hasta hoy. Acarició la cabellera del chico para despertarlo un poco, al no obtener respuesta optó por llenar de besos pequeños las mejillas ajenas, a lo que el pequeño despertó con un gruñido. Cuando Yaku pudo tomar conciencia abrió sus ojos arrugándolos un poco por el sol deslumbrante de esa mañana, reconoció el rostro de su querido novio, no dudó en llenar de mordidas adorables el cuello contrario y de repente, todo el mal humor con el que yaku comenzó su día se había desvanecido cuando escuchó a Lev reír.

– Buenos días, amor. – Yaku acunó entre sus manos las mejillas de Lev a lo que él sonrió.

– Buenos días, príncipe.

Dicho esto comenzaron una pequeña y tierna guerra de besos entre sus rostros, lo beneficioso del evento era escuchar las risas de ambos y las patadas que daba Yaku cuando sabía que perdía ante los besos.
Cuando recuperaron el aliento por las risas y las patadas ambos se abrazaron, por su parte Yaku se acurrucó entre el pecho y hombro de Lev.

– Lev.

El nombrado alzó sus cejas dando a entender que escuchaba lo que tenía que decirle.

– Me gustas.

El de mayor estatura se sorprendió por el comentario repentino y miró a su pareja el cual mantenía unas mejillas con un color leve carmesí.

– ¿Pasa algo, cielo?

Yaku se separó de aquel cómodo abrazo levantando su mirada la de su pareja.

– Necesito que te calles unos momentos, Haiba.

Lev algo intimidado mantuvo silencio.

– El despertar es hermoso si es contigo, por eso quiero aprovechar esta mañana de la mejor manera. Lev, me gustas muchísimo. Soy consciente que muchas veces no expreso lo que quieres escuchar, ya sea un 'te amo' o algo similar, lamento eso. Pero el día de hoy quiero decirte todo, amor. Eres precioso Lev Haiba, desde tu cabello alisado corto el cual quiero acariciar por el resto de mi vida, hasta tus ojos color esmeralda suave que tanto adoro. Esas pestañas tan lindas y delicadas, como si fuera la ala de una mariposa extraña, no sé explícarme. Tu piel tan preciosa y lívida. Tu risa escandalosa, ese particular gesto que haces con su rostro cuando algo que intentabas hacer no salía como esperabas debido a tu torpeza. Ese sonido que haces cuando besas mis mejillas, es tan adorable. Cuando te quedas mirando mis labios porque ansías besarlos. Lev Haiba, me gusta todo de ti. No encuentros las palabras correctas, pero quiero que sepas que si se trata de ti encanta, me enamoré de ti Lev, estoy profundamente enamorado, no quiero soltarte jamás, te amo, te amo muchísimo. Yo-

Yaku quien mantenía su mirada en diferentes direcciones se detuvo cuando escuchó sollozos a su costado, encontró a un Lev mirándolo atento con lágrimas en sus ojos y algunas gotas caen en sus mejillas, el de menor estatura se apresuró en acariciar sus mejillas para no permitir que siguieran cayendo a lo que Lev respondió:

– Disculpa, disculpa. Es realmente precioso el hecho en que me digas esto un día como hoy, con una mañana a tu lado, nunca esperé que me dijeras esto tan repentino y aunque ya lo sabía, volverlo a escuchar se siente maravilloso. Soy tan feliz a tu lado. Me siento en feliz si tu estás, yo- Yaku, por favor, quédate conmigo una eternidad.

El que acariciaba las mejillas ajenas rió un poco al escuchar las últimas palabras, pero si algo he de admitir es que Morisuke también estaba evitando llorar, no podía contenerse más.

– No podemos estar juntos una enternidad bobo, estaríamos muertos para ese entonces. – Lev bajó su mirada al captar lo tonto que había sido con sus palabras. – Pero me quedaría a tu lado lo que me resta de vida.

Lev abrazó el cuerpo del mayor el cual gustoso lo recibió, ambos esa misma mañana compartieron besos profundos y una que otra lágrima juntos, pero ahí estaban, con una sonrisa en sus comisuras, ya que ambos se complementaban, ahí estaban ambos amándose con intensidad.

– ¿Dónde quedó ese lev llorón que conocí hace un momento?

Bromeó Yaku luego que ya habían pasado unos minutos donde comenzaron finalmente su día, preparando el desayuno y más.

– No piensa volver, sé que al final del día estás tú y no tengo nada que temer o el qué llorar.

Yaku sonrió en el marco de la puerta donde estaba apoyado su peso, rápidamente corrió a los brazos del alto orgulloso de que en la palabras del albino había una valentía notoria, finalmente todo el peso de los comentarios ajenos los estaba haciendo a un lado, aún quedaba más por superar, pero era un gran paso, eso hizo soltar pequeñas lágrimas al mayor.

– Ahora veo que el Yaku llorón regresó.

al decir esto recibió un pequeño codazo.

– Tengo que dejar de llorar. Hoy saldremos al parque y no quiero arruinar nuestra pequeña cita. — Yaku se alejó unos centímetros del abrazo cálido que mantenían para secar sus lágrimas con las muñecas de sus manos hasta que sintió una mano acunar su mejilla.

– Mejor vayamos a comer, seguro se me quemó el pan que había metido a la tostadora.

Dicho aquello un Yaku con ojos vidriosos comenzó a reír. Las manos del nombrado las posicionó en las muñecas contrarias para mantener equilibrio, fijó su mirada en su novio el cual miraba lo adorable que se veía, esto lo puso algo nervioso, pero aún así no apartó la mirada.

– Entonces ¿Por una eternidad?

comentó Lev, el comentario lo captó en un segundo por la anterior charla, eso lo hizo sonreír de igual manera que antes acercando su rostro aún más al del menor y él sin apartarse. Los dedos de Yaku se deslizaron hacía arriba tocando un anillo que yacía en las manos de Lev, un anillo que días atrás lo había posado él mismo en esas manos, estaba tan feliz.
El albino soltó la mejilla del pequeño para entrelazar sus manos donde daban caricias a sus anillos de compromiso.
Días atrás Lev le propuso matrimonio a un alegre Yaku y este, aceptó.

Yaku cortó la distancia y besó los labios del cabello blanquecino.

— Por lo que me reste de vida.

Contigo  , levyakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora