Capítulo 28: Hermana Adoptiva

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Fenicia

A pesar de ser una semihumana, una mujer bestia, no conozco Caoklien. Mi país es Nerakis, para mí siempre lo será, aunque mis padres siempre alabaron Caoklien como un lugar maravilloso, comparado con el mismo paraíso. Pero aunque realmente quisiera entender los motivos que engrandecían ese gran imperio del otro lado del mar, hubo un pensamiento que siempre me impidió confiar plenamente en esas palabras.
-"Si Caoklien es tan maravilloso, ¿por qué se fueron y decidieron nunca volver?" pensaba siempre
Hasta que un día a mis seis años de edad, me  quedé al cuidado de nuestros vecinos, los Coatlesh, amigos de mis padres desde que tengo memoria, una extensión de nuestra familia podría decirse. Yo crecí junto a la hija de esta familia y por lo tanto fuimos inseparables desde el primer momento, hacíamos todo juntas.

Pero ese fatídico día ellos decidieron llevar consigo a mi hermano menor, Prusio. Ya que iban a ir hacia la capital para conseguir unos objetos que deseaban y debido a la gran e indetenible curiosidad de mi pequeño hermano, ellos no tuvieron más opción que llevárselo consigo. Si no fuera por la curiosidad y el intelecto que mi hermano menor demostró tener desde siempre, quizás, sólo quizás, hoy podría tener a mi lado. En cambio, ahora soy la última descendiente de los Genacarta, ya que mi padre quién me transmitió ese mítico apellido, era hijo único.
Se fueron por la tarde, y agradezco que lo hayan hecho, de no haber sido por eso ni siquiera hubiera podido despedirme de ellos por última vez. Ni bien me dejaron con los Coatlesh ese día, partieron caminando hacia la capital. El problema de ese viaje, es que a pie se vuelve extremadamente largo, por lo que tardarían al menos un mes en volver y con eso en mente, junto a que no era la primera en mis cortos años que ellos se iban, no me preocupé aunque no tuvimos noticias de ellos durante un poco más de un mes. Sin embargo, mis alarmas internas comenzaron a encenderse cuando se cumplieron dos meses de su partida y seguíamos sin tener novedad alguna sobre el paradero de mis padres y mi hermano menor. Cuando se cumplieron los tres meses de ausencia, incluso los Coatlesh, comenzaban a sospechar en cuanto a la desaparición de sus amigos, por lo que aprovecharon su red de comunicación con otras familias pertenecientes a las estirpes de los chamanes esparcidas por el reino y así pusieron de sus esfuerzos para hallar cualquier información sobre ellos. Es por eso que les voy a estar eternamente agradecida a las estirpes chamanes de Nerakis y serviré y los ayudaré en todos sus propósitos. Rápidamente, en menos de un mes, consiguieron la información que queríamos.
Así fue que a unos meses de cumplir mis siete años, fui notificada de como mis padres habían sido encarcelados en la capital, también mi hermano. No tardaron mucho tiempo en ser ejecutados, según los registros del imperio en colaboración con un pedido de captura expedido por el imperio semihumano, resultaba que mis padres eran unos de los más grandes ladrones que quebrantaron la paz del imperio semihumano y por eso se habían tenido que ir de ahí. 
Todas las piezas empezaban a unirse en mi cabeza, el hecho de que viviéramos en la ciudad más apartada de la capital, en un imperio que no es el nuestro, pero a pesar de eso, mis padres al llegar aquí se volvieron personas honradas, capaces de ganarse la amistad y el cariño de los chamanes, que no son gente que confía fácilmente en aquellos fuera de su círculo. Al parecer, habían cambiado al llegar a acá, o eso quisieron interpretar los Coatlesh, quienes los alabaron y los lloraron por días. Y fue debido a ese maldito día, que me convertí en una Coatlesh adoptiva, y a pesar de que los considero mi familia sin lugar a dudas, mi apellido es y será Genacarta y lo voy a portar con el respeto y orgullo con el que mi familia lo llevaba para así tenerlos cerca de mí todo el tiempo.
Pero a pesar de la ejecución de mis padres, información que era verídica y confirmada, nunca se nombró a mi hermano, según los registros de las palabras de mis padres antes de morir, ellos aseguraron no tener hijos y, en corcondancia con sus palabras, quienes los arrestaron aseguraron encontrarlos solos, lo cual hizo que creyeran en la palabra de mis padres y cesaran cualquier búsqueda.
Cuando recibí esa noticia sólo pude pensar en que mis padres alejaron a Prusio de ellos porque sabían lo que iba a acontecer, pero mi hermano no estaba deambulando por las calles, porque si ese hubiese sido el caso, los mismos informantes lo hubiesen encontrado y los hubiesen regresado a casa, pero eso nunca pasó. Mi hermano simplemente desapareció, como si la misma tierra se lo hubiese tragado. No había muchas opciones ante esa situación, seguir esperando noticias, que había terminado deambulando y murió o, mi mayor esperanza, que mis padres contaran con alguien de su confianza con quien dejar a mi hermano para así proteger. Por muchos años viví con esas opciones mientras transitaba mi vida junto a los Coatlesh y a mi hermana adoptiva. Juntas crecimos, aprendimos, reímos y lloramos, pero todo lo hicimos juntas, debido a eso nos volvimos aún más inseparables que cuando dormíamos bajo techos distintos.

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