Capítulo 11 . Más celosa que cachonda.

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Sábado, 17 de octubre (aún).

Miro la hora: Elizabeth está a punto de llegar. Bajo la pantalla del portátil y me desperezo. No he adelantado nada de trabajo porque no he dejado de analizar mi situación desde que me senté. Lo bueno es que he logrado quitarme esas ideas derrotistas de hacer la carrera a distancia y de marcharme al conservatorio. Por mucho que mis planes se hayan torcido, no merece la pena tirarlo todo por la borda. Puedo conseguir amistades sin necesidad de pertenecer al consejo estudiantil. A mis compañeras les agrado. Claro que... todo esto sería más fácil si no me llenase la cabeza con ideas problemáticas como la de que soy el crush de Satya. Abro el teléfono y pulso la opción de desinstalar en la app de Blackwatch.

Es entonces cuando suena la puerta.

Abro y me encuentro a Elizabeth con un sombrero diferente al habitual, una fedora con una rosa. El resto de su ropa va a juego: blusa de color fucsia con gruesas rayas doradas y un peto gris acero (también con rayas). Me recuerda lejanamente a la ropa que llevan los miembros de la mafia en películas como «El padrino» o «Muerte entre las flores». Supongo que es bastante apropiado para ser la pareja «masculina» en una exhibición de tango. Lástima que no piense ir con ella porque es una tramposa y una cabrona.

—¿Con leggins? —me pregunta decepcionada al ver mi atuendo.

—No voy a ir...

Entra en mi cuarto sin escucharme. Se va derecha al armario y lo abre.

Me noto próxima al infarto. No soporto que haya gente en mi habitación, frente a mi portátil... la caja fuerte digital de mis perversiones.

—¿Dónde tienes la ropa de gala?

—Ashe, que no pienso...

—¡Esto! —Y me arroja un vestido corto de color champán que combina (más o menos) con las líneas doradas que adornan su blusa. Me empuja hacia el baño y toma asiento sobre la cama.

Supongo que puedo discutir con ella y complicar más las cosas... o acceder. ¿No he dicho que voy a intentar ponerle fin a los problemas y centrarme en hacer que mi familia no salga peor parada todavía por mi culpa? Elizabeth solo quiere bailar, y eso no me cuesta nada. Incluso me viene bien de cara al examen del próximo lunes.

Ya hablaremos tras el ensayo.

Me cambio de ropa, pero no lo hago en el baño porque me da pánico alejarme del ordenador portátil. Luego me cepillo el pelo y lo recojo en un moño para que no me moleste mientras bailo.

—Vámonos.

Elizabeth se incorpora de un salto enérgico y me lanza una mirada curiosa. Asiente como si estuviese satisfecha con el resultado y yo tengo serias dificultades para controlar mis ganas de mandarla a la mierda. ¿¡Qué le hace pensar que necesito su aprobación!? Nos vamos hasta su cicloplaneadora, que está en la puerta de la residencia, y pronto estamos calentando en el estudio de baile. Hay varias alumnas por aquí, Luna y su amiga ómnica Echo, sin ir más lejos, y eso me tranquiliza ligeramente. Las saludo. Después comenzamos con los primeros ejercicios y, muy pronto, desconecto. Elizabeth no baila mal. Tampoco es que sea maravillosa, pero sabe dejarse guiar. Le gustan demasiado los movimientos vistosos y, si bien no los domina, pone suficiente empeño como para que yo sea capaz de complementarlos.

Me sorprendo dándole algunas indicaciones con una sonrisa. El baile obra auténticos milagros en mí.

—No tan arriba, me impedirás flexionarme. Ici —le indico mientras posiciono sus manos en mi cadera y echo el cuerpo hacia atrás. Estiro el brazo y ella sostiene uno de mis muslos.

Escucho un gritito. Miro a Elizabeth, pero está muy concentrada intentando que todo salga bien. Una gota de sudor resbala por su cara.

No ha podido chillar ella, tiene la boca cerrada. Además, ha sonado lejos.

Suave como la seda [Overwatch]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora