Corrían los últimos meses del año y como en todas las empresas era normal que comenzaran a acumularse agobios y estrés con el cierre de presupuestos y campañas para el nuevo año, cuadrar cifras y un sin fin de números de un lado para otro.
Era domingo y me tocaba trabajar ese día entre montañas de folios que se iban acumulando con el paso de los días, como si nunca fuera suficiente las horas de trabajo de los días anteriores. Pensando que todo sería un día normal y corriente de fin de semana, de repente sonó un sonido el mi móvil que me chivaba de que había recibido un WhatsApp.
Le leí varias veces antes de darme cuenta de quién era y lo que me decía, más que nada por ser domingo y pensar que se había equivocado de día. Mi nueva jefa, que hacía poco había ocupado su actual puesto, venía a la oficina a preparar unos informes y quería que le echara una mano con los datos que ella no solía manejar.
Me distraje un poco de mi trabajo durante un rato pensando en lo mucho que me ponía desde que la conocí, hace ya unos años atrás, y en una frase que me dijo una anterior jefa que tuve sobre ella: "Es la única tía buena de todo el edificio".
En los últimos años nuestra relación profesional se había estrechado bastante y habíamos trabajado codo con codo, incluso la relación personal era también bastante más cercana. A pesar de estar en departamentos separados, aprovechaba algún descanso para bajar a su piso a verla y hablar con ella aunque fuera de lo más simple, para poder disfrutar de su cuerpo, aunque solo fuera de vista.
Su pelo rubio y rizado y su cuerpo bien moldeado me ponía a mil cuando la tenía delante, y en ocasiones, cuando me estaba hablando, perdía totalmente la concentración y me quedaba mirándole sus tetas, intentando adivinar cómo serían y si lo grandes que parecían con la ropa puesta serían igual o mejor que sin ella.
Entre imaginaciones y fantasías, volvió a sonar de nuevo el sonido del WhatsApp, indicándome que mi jefa había llegado y me esperaba para terminar los informes y poder enviarlos el lunes a primera hora.
Me entretuve cogiendo folios e informes que tenía que llevar e imprimiendo algunos otros del correo electrónico que no me había dado tiempo a revisar con las todo el trabajo, pero con todo listo, bajé rápidamente a su despacho para no tenerla esperando mucho más tiempo.
Al llegar, la luz estaba apagada y un post-it en la puerta indicaba que me reuniera con ella en el despacho de la planta superior, que allí habría más sitio para dejar los papeles y con una pantalla de ordenador más grande para visualizar mejor todo. Así que cambién de rumbo y subí al despacho de arriba.
Entré y allí estaba ella, como si fuera un día normal de trabajo, con una falda negra y algo corta y una camisa blanca de seda con la que se transparentaba un poco su ropa interior. Comenzamos a ver y repasar los informes que había que rellenar, montones de folios se apilaban de nuevo a nuestro lado, multitud de ventabas se agolpaban en el navegador web, ficheros, papeles,... eran muchas cosas para una sola tarde, pero queríamos dejarlo listo cuanto antes.
En una de esas tareas que realizamos me dijo que me pusiera con los datos de mi sección, ella no los manejaba y que comprobará minuciosamente todo antes de añadirlo y compararlo con lo del año pasado, mientras tanto ella dijo que quería leerle un manual de procedimiento que habían enviado el viernes anterior y estirar un poco las piernas por el despacho mientras lo ojeaba.
Pasaron unos minutos y su voz dijo "mira, ¿qué te parecen estos datos?". Yo tarde un poco en reaccionar, porque estaba totalmente concentrado en mis números, pero al girarme vi que esos datos se habían convertido en un par de tetas descomunales. Mi jefa se había quitado la blusa y el sujetador sin yo haberme dado cuenta de nada a mis espaldas y ahí estaba ella, sujetándose sus pechos y tocándoselos.