Francisco

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Año 1994, Clínica Bazterica. 
Eran las tres y cuarto de la tarde y yo me encontraba muy ocupado haciendo mi llegada al mundo.
Mi nacimiento, no fue el mas normal, ya que había echo muchos estragos en el útero de mi madre.
Según contaba mi padre, el médico insistía en que mi cabeza era muy grande y que por esa razón tuvieron que recurrir a la cesárea.
A los tres años de edad, me encontraba en mi cuarto, tocando una guitarra que mis padres me habían comprado, con la excusa de que incorporando la musica en mi vida desde pequeño, iba a lograr que de alguna manera sea una persona serena cuando llegara a la adultez.- Puras patrañas -. Aquél día mi hermana mayor vino a mi cuarto a molestarme, porque según ella, cantaba mal. En su intento por cesar mi compenetrado proyecto musical, me vi obligado a partirle la guitarra en la cabeza. La idea de que la música iba a hacer de mi, una persona serena, se esfumó de la mente de mis padres al escuchar el sonido hueco del instrumento al partirse en el cráneo de mi hermana.
Meses después de aquel acontecimiento, cumplía mi primer día en el jardín de infantes. Me pasaba horas jugando con los bloques de madera, construyendo castillos. Los castillos siempre fueron una pasión para mi. - Y verme como un gigante construyendo aquél castillo, con la misma convicción con la que lo destruiría, me motivaba aún más -.
Un día, construyendo mis castillos, escuché débilmente sollozos desde el baño del jardín de infantes. Al primer ruido, no iba a abandonar mi obra maestra, pero fue al cuarto ruido cuando abandone mi obra y me vi curiosamente obligado a inspeccionar lo que sea que sucediera en aquél baño. Me encontraba saliendo de la ''Salita de los Osos'' y me dirigí por el pasillo principal hacia los baños. En ese entonces, los baños de niñas y de niños, se compartían hasta los 4 años.
Ya frente al marco de la puerta, pude identificar algunas palabras entre sollozos «No quiero jugar más señor, no quiero...». Abrí la puerta con la seguridad con la que un niño mama de los pechos de su madre y allí lo ví. El encargado de limpieza del Jardín de Infantes se encontraba con los pantalones hasta los tobillos y el pene erecto como una rama, sujetando a un niño por la cabeza. Al principio la escena me pareció graciosa, ya que mi padre decía que el pene se erectaba cuando se encontraba contento. -Nunca entendí la relación que había echo mi padre, hasta ahora-. Al ver que el muchacho de ojos celeste, con corte de taza en su pelo dorado, lloraba y moqueaba como si la tubería que controlara los fluidos corporales estuviera defectuosa -Ya que en la entrepierna de aquél muchacho también había liquido- Grité. Un agudo y punzante alarido salió de mi garganta con la velocidad récord que un tren bala se desplazaba. En menos de 30 segundos el baño estaba colmado de la maestras jardineras de todos las aulas.
Aquél encargado de limpieza al que le habían frustrado su intento de violación, se encontró sentenciado a 24 años de prisión en menos de una semana. - No pudo cumplirlos, ya que 3 meses después de su excarcelación, lo hallaron apuñalado en las duchas de la Cárcel de Morón-.
Una reunión de padres fue anunciada para ese mismo dia a la las nueve de la noche. Esa noche me quedé al cuidado de mi tía, quien complacía todos mis caprichos. - Por lo que comía todas las galletitas que quisiera -.
En aquella reunión de padres, mis papás se hicieron amigos de los padres del niño al que salvé de ser violado. Su amistad hoy en día está vigente.
Aquél niño, se llamaba Francisco, un niño tímido y callado. No pasó mucho tiempo para que nos hiciéramos muy unidos, ya que él tenía el muñeco del Power Ranger Rojo y Yo el del Power Ranger Negro, entonces nos pasábamos horas creando aventuras donde aquellas figuras de acción salvaban el día de villanos malvados. Mis papás invitaban a los sullos a cenar en nuestra casa mcuhas veces en la semana -Ese era otro de los motivos por los cuales, mi relación con Francisco se hacía más solida-.

Dos años mas tarde, Francisco y yo íbamos a la colonia de verano en GEBA. A simple vista éramos un dueto de autistas jugando con muñecos de los Power Rangers. Los profesores de Colonia no podían lograr que nos integráramos al grupo ya que siempre nos distanciábamos, compenetrados en nuestras aventuras imaginarias.
Una mañana lluviosa, en la que no muchos habían ido a la colonia, Francisco y Yo nos encontrábamos jugando con nuestros juguetes, cuando un profesor cansado de nuestra actitud hermitaña decidió que ya había sido suficiente.
- ¿No piensan crecer? -. Exclamó el Profesor.  
No tenia mas de veintinueve años, medía quizá un metro y ochenta centímetros, piel morena y ojos centellantes. Su nombre, no lo recuerdo. Con Francisco nos miramos por un rato y seguimos en nuestra fantasía. Indignado, exclamó.
- Con esa actitúd nunca van a tener amigos, se van a quedar jugando con sus muñecas para toda la vida y las chicas no les van a hablar-. Su tono de voz se tornaba cada vez mas agresivo, y más al notar que no nos importaba lo que tuviera para decirnos.
- Escuchame una cosa, pendejo de mierda...- Agarró a Francisco por el brazo y su muñeco de Power Ranger Rojo, cayó al suelo. Una mirada llena de violencia se clavaba sobre el rostro de Francisco por parte del profesor, mientras apretaba su brazo con fuerza. Continuó- Odio a los nenes como vos, nunca aprenden, no respetan. Van a venir los dos conmigo, ahora-.
Yo observaba con plena tranquilidad la situación, hasta que advertí lágrimas en el rostro de Francisco, no sólo lágrimas... sino que en la entrepierna de su pantalon se empezaba a notar una mancha oscura que iba creciendo. Como aquella vez en el jadín, con el encargado de limpieza, una sensación de alerta nació dentro de mi pecho, solo que esta vez no grité.
A la edad de cinco años, no somos concientes de muchas cosas que nos rodean, como por ejemplo bajarse los pantalones en plena vía publica y hacer pís como si estuvieramos en el baño de nuestra propia casa. O señalar lo viejas que son las señoras mayores, llenas de berrugas y decirlo en voz alta al lado nuestras madres, para que pasen verguenza. O no comprender que un niño de cinco años no tiene el mismo desarrollo físico, ni la fuerza que un adulto.
Al ver a ese enorme abusivo levantar a Francisco por el brazo mientras él lloraba y se orinaba encima, la sangre de mi cuerpo comenzó a fluir a toda velocidad, desencadenando una sed de violencia, inédita hasta ese día de mi vida. Tomando mi juguete de Power Ranger por los pies, usé su cabeza como garrote y golpeé con todas mis fuerzas a aquél profesor de colonia directo en sus genitales, repetidas veces. La mano de aquél gigante se abrió, dejando caer a Francisco al piso. Un gemido debil como un susurro, se escapó de entre sus dientes.
Al caér de rodillas al piso, sujetandose la entrepierna, la mirada del bastardo, centellante de ira se posó sobre mí. - Lo cuál no me intimidó, sino que enardeció más mi temperamento-. Me avalancé sobre él como un pequeño chimpancé queriendo arremeter su furia contra un gorila. No dejé de golpearlo con mi juguete en la cabeza hasta que el gigante perdió el equilibrio y cayó de costado al piso. Miré por encima de mi hombro a Francisco, quien se habia quedado petrificado mirando aquella escena. Bajé la mirada a su entrepierna y ví la mancha oscura que se le formaba en el pantalón, la indignación que sentí en ese momento dio paso a una gintezca ira que nacia desde lo mas oscuro de mi. Volví la mirada sobre aquél infeliz que llacía tirado en el suelo y sin pensarlo dos veces le di un puntapié en la boca. No fue solo uno - Y no es algo de lo que esté orgulloso - sino que fueron tantos puntapies, que hasta el día de hoy no puedo decir con certeza cual de todos esos puntapies le causó la rotura en la quijada.
Los directivos de la colonia, despidieron al infelíz profesor, despues de habernos preguntado que es lo que habia sucedido. «Quizo abusar de Francisco. Lo estaba obligando a ir al baño con él. Yo solo lo defendí, como en los ''Power Rangers''. El señor ese, es el villano.».
 


 

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2015 ⏰

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