Capítulo 5. "Club ocho"

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     Alemania, 1 de Marzo del 2015.

     Marco.

     Mijaíl corre el asiento de piloto hacia atrás, sube una pierna sobre el sillón, toma un libro grueso de su bolso y enciende una pequeña linterna que tiene en una cadena de plata.

- ¿Qué haces? – lo miro confundido.

- En tres días debo presentar un parcial – responde, abriendo el libro.

- Me haces sentir algo mal – sonrío divertido –. Siempre te obligo a involucrarte en estos asuntos ilegales.

- Bueno – una sonrisa marca su rostro –, no me colocas una pistola en la cabeza, pero me alegra que sientas remordimiento.

- Estamos en uno de los peores sitios de la ciudad y tú vas a estudiar sobre... – volteo el libro para ver el titulo – El Estado Legislativo de la Nación.

- Sabes que me gusta apoyarte, pero no pienso involucrarme en tus asuntos clandestinos, apenas y sé lo básico de defensa personal.

- Tranquilo – le resto importancia –. Este es el quinto club que visitamos en la semana – observo el horrible lugar que está en frente de nosotros. Da la impresión de que en cualquier momento nos van a asaltar, es desagradable y se encuentra en una zona remota.

- ¿Tu padre no sospecha? – levanta una ceja.

- Le he informado cada uno de mis pasos – veo la sorpresa en sus ojos –, me fui hace cuatro años, debo actuar con consciencia para que no sospeche nada.

- Eso es cierto – sonríe conforme – ¿Qué harás si encuentras a la chica?

- No podré sacarla hoy – pienso –, tendré que improvisar.

- Mucha suerte – me anima.

     Cargo mi arma para guardarla en mi espalda baja, tomo mis cosas y las aseguro en mis bolsillos. Bajo de la camioneta y camino hacia la entrada del club. Al llegar a la puerta, el olor a orina y vómito se hace más intenso. Dos hombres están de pie con mascarillas grandes cubriendo sus bocas, ambos me observan despectivamente y cubren la puerta, impidiéndome el paso.

- Los niños de papi no entran aquí – su voz es demandante.

- Sal de aquí, no queremos que te cagues encima – se burlan.

- Vamos, chicos – sonrío con las manos en los bolsillos –. No queremos que esta noche se queden sin trabajo.

- ¿Sin trabajo? – se burla el más grande – ¿Quién te crees, niño bonito?

- Esperen – mi celular vibra en mi bolsillo. Levanto un dedo, indicando un segundo y veo el aparato. El nombre de Rixo está reflejado en la pantalla. Una sonrisa lobuna se instala en mi boca –. Hola, papá – digo al descolgar.

- Mis hombres me informaron de un chico en la puerta del club ocho – dice sin saludar –. Alto, pelinegro, bien vestido y ojos azules – me describe – ¿Eres tú?

- Sí – confirmo sonriendo –. No me dejan entrar.

- Copiado – es lo último que dice. Los hombres me observan confundidos, pero no tienen tiempo de replicarme porque reciben una llamada.

- Señor – dice el más alto –, pero – se calla de inmediato. Me observa de arriba hacia abajo y veo como sus músculos se tensan. Cambia la mirada a su compañero para luego liberar el paso de la entrada –. No volverá a pasar, señor.

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