Naruto

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«Como nadie se acordó de ella, la niña se encerró en su habitación, se tiró en la cama y lloró hasta que se quedó dormida»


-o-

Chapter Dos: Naruto.

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Difícilmente se podía decir que Naruto Uzumaki tenía gustos complejos. Él se consideraba a si mismo un hombre de gustos simples que podía disfrutar tanto de un atardecer como de una buena batalla. Amaba los animales, le gustaba el naranja, entrenaba hasta el cansancio y cerraba el día con una buena cena. Sencillamente no entendía el por qué nadie quería ir a comer ramen con él. Era inconcebible, inaudito, insensato e...

-Imposible.

-¡¿Qué? ¡-Exclamo con sorpresa- No puede ser que tú también me rechaces, Hinata chan.

La morena se vio sinceramente incomoda y dio una fugaz mirada a Kiba quien sentado a su lado en el banco, se hurgaba las uñas.

-Naruto kun, en serio quisiera ir, pero ya he hecho un compromiso con mi familia-empezó a jugar con sus dedos-. Y si no voy, padre se enojara y... Bueno... Hanabi chan...

Naruto suspiro con exageración y tras un leve saludo de despedida continuo su camino a través de parque de Konoha.

La gente hoy en día andaba muy rara.

Era muy poco probable que media aldea tuviese un repentino compromiso que atender. Pero Naruto era inocente, y se lo hubiese creído si tan solo Chouji y Hinata no lo hubieran rechazado. ¡Vamos, que el gordo siempre tenía hambre! Y Hinata era tan amistosa, tan amable, ¡siempre le decía que si cada vez que la invitaba a algún lugar! No, algo muy raro pasaba y Naruto Uzumaki no se iba a quedar fuera de ello.

-¡D'ttebayo, claro que no!

Y se sentó en el borde de la acera fuera del parque a pensar.

Entonces pensó. Y ocurrió en primer inconveniente: Pensar le daba hambre, y no quería ir a comer solo, y para no hacerlo debía descubrir que estaban tramando todos, y entonces, la única manera de hacerlo era pensar ¡Y pensar le daba hambre! Era un maldito círculo vicioso... Pero luego de un rato pensando, de teorías descabelladas y paranoicas conspiraciones contra la aldea; Naruto entendió cuál era el segundo inconveniente: No se le ocurría nada. Nada tenía la suficiente validez, nada parecía sensato, ¡Y todos parecían tener tan buenas coartadas! Era como si todos se hubiesen puesto de acuerdo para dejarlo embarcado en una solitaria y fría noche de octubre. Algo dentro de él se agrieto.

En lo más profundo de su ser era algo que tarde o temprano vio venir. Y de pronto, cuando el crepúsculo le dio en la cara, y vio el grupo de amigos que caminaban por la calle comiendo helado y bromeando entre si, supo que era suficiente. Se levantó con pesar y emprendió un nuevo rumbo a través de las calles empedradas de La Hoja.

Mientras caminaba entre la gente, tuvo la extraña sensación de volver a esos turbios años de su infancia donde la gente lo ignoraba, donde era la bestia, donde se volvía a sentir desplazado y solo. No entendía como esto podía afectarle tanto ahora, ¿Por qué se había acostumbrado tan rápido a la compañía?

-¡Eh, señor! ¿Quiere comprar una de mis paletas?

Toco sus bolsillos y saco un arrugado billete que le entrego al descuidado niño junto a la cerca.

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