Perfecto

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A sus 27 años Bakugō ha visto y vivido muchas más cosas que un joven promedio de su edad; desde atentados con numerosos heridos hasta declaraciones de amor gritadas con los nervios a flor de piel desde la terraza de un pequeño piso perdido por las calles de Tokyo. Es cuestión de acostumbrarse a ver situaciones de ese estilo, al fin y al cabo la labor de un héroe es estar para salvar a las personas y permitirles llegar a los momentos felices de sus vidas sin esperar nada a cambio más que poder permitirles vivir un día más. Las muertes se acumulan sobre tus hombros cuando fallas, las sonrisas agradecidas sirven de apoyo para reposar un poco cuando estás exhausto y los pequeños momentos de felicidad son el impulso para seguir luchando y salvando vidas. Todo es acostumbrarse, todo es adaptarse, todo es asumir el hermoso y pesado rol que los héroes han decidido portar con honor y esfuerzo.

Ya se ha acostumbrado a que las personas lo reconozcan cada vez que sale a la calle a pasear, se ha acostumbrado a los molestos niños correteando a su alrededor pidiendo con emoción un autógrafo del héroe número dos de la clasificación y las disculpas avergonzadas de las madres junto con algún gesto coqueto disimulado que sus maridos no suelen captar. Se ha familiarizado con ese "Buenos días" que la cotilla de la vecina de enfrente le da todos los días al salir de su pequeña casa de dos habitaciones; ya es costumbre ver al hijo de seis años de la Señora Yamamoto correteando por las mañanas de manera descuidada y torpe por la calle peatonal —aunque con permiso de paso para bicis y coches de las unidades domésticas— seguido por los gritos asustados y enfadados de su madre suplicando que deje de ser tan travieso. Es extraño, su antiguo yo jamás se habría adaptado a esa pequeña vida en comunidad pero ahora él ya está acostumbrado a ese estilo de vida que tan feliz le hace —aunque de eso no tienen por qué enterarse sus molestos y amables vecinos—.

Ha vivido mucho, desde luego, pero aún cuando sus piernas han recorrido tanto camino y sus ojos han visto tanto todavía hay algo a lo que no se ha acostumbrado y a lo que cree que jamás podrá hacerlo. Todavía no puede evitar sorprenderse cuando llega cansado del trabajo a casa y unos gentiles brazos lo abrazan acompañados de un "Bienvenido, Suki" que altera cada pequeña partícula de su cuerpo con tal intensidad que le hace olvidar el cansancio y tan solo centrarse en las extremidades de ese hombre; tampoco puede acostumbrarse a la asfixiante agonía que supone cuando su pareja va a alguna misión importante, el como se sienten sus manos apretando con fuerza el teléfono y su vista clavada en las noticias por si dicen algo acerca del tema. A lo mejor no son las pequeñas cosas a las que no puede acostumbrarse sino que más bien todavía no puede asumir que tal cantidad de felicidad pueda ser suya, poder poseer ese pedacito de cielo que es llegar a casa y ver al otro con algún pijama formado por prendas descombinadas sacadas a prisas del armario y con la música alta para realizar alguna que otra labor del hogar.

Podrá ser el héroe número dos en la clasificación, eso no hay quien se lo quite, pero en cuanto sus pies traspasan el umbral de la puerta de casa vuelve a convertirse en ese estúpido adolescente hormonal enamorado de su molesto pero adorable mejor amigo. Es casi como dar un paso atrás en el tiempo, como si su cuerpo hubiera avanzado con los años pero su corazón se hubiera quedado anclado en el primer momento que se aceleró como el estúpido órgano molesto que es al cruzar miradas con el otro chico durante el entrenamiento planificado por All Might en su segundo año del curso de héroes.

Todavía recuerda lo mucho que luchó contra ese sentimiento, lo mucho que trató de convencerse de que el amor es solo un estorbo para su labor y que lo mejor sería olvidarse de ese idiota mal peinado con esa sonrisa que le da ganas de golpearlo y besarlo por partes iguales. Trató muchísimo de olvidarlo, de no sentir nada por él, pero todo se fue a la mierda cuando ese maldito chico llegó totalmente nervioso pero lleno de ilusión a decirle lo que sentía.

Es que Blasty, me gustas mucho. Fue lo que escapó de los labios ajenos aquel 23 de Julio tras una larga tarde de videojuegos.

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