Capítulo 29: Recomendación y Sorpresa

8 1 0
                                    

Chloe

A diferencia de los crueles y oscuros sucesos en la infancia de mi hermana, en mi vida siempre fue lo contrario. Nací como la primogénita del clan chamán que habita la ciudad de Akhena, lo que implica que cuando mis padres dejen este mundo, yo seré la cabeza del clan y tomaré las decisiones. Por lo cual sentí desde siempre que ese es mi destino y, además, mi responsabilidad. Ante eso me coloqué como objetivo, aprender, saber, descubrir, conocer, expandir mis horizontes y volverme más fuerte para así llegar a ser una cabeza de clan respetable y respetada. Aunque admito que a lo largo de los años, siempre que una dificultad se me presentaba me cuestionaba la verdadera esencia tras mi deseo de ser la cabeza del clan, pero esos pensamientos tan simples no son nada. No son nada al lado de la tragedia por la que pasó mi hermana, perder a sus padres tan joven, enterarse los motivos que a ellos los movían, la desaparición de su hermano, fue todo que se mezcló y le asestó un golpe demasiado duro, que no cualquiera hubiera podido soportar. Estoy muy convencida que yo en su lugar no lo hubiese hecho, por eso siempre elogio la tenacidad y perseverancia de mi hermana Fenicia.

Desde los seis a los doce años vivimos juntos ya que mi familia, el clan Coatlesh, la adoptó como una hija más lo que permitió que nos volviéramos todavía más inseparables que antes. Pero al cumplir los doce años debimos separarnos, ya que esa es la edad estipulada para que los futuros herederos comiencen su formación básica y son sólo ellos lo que pueden participar de dicha preparación. Es por eso es que insistí durante los meses previos a su cumpleaños, que busquen alguna semihumana, alguna mujer bestia, que entrenara a Fenicia, para que así ella también pudiera aumentar sus capacidades. Pero quedé totalmente asombrada cuando, al hablar con el clan de Versal, mis padres consiguieron que la mítica Princesa Guerrera de las Bestias, Byakko, la entrenara. Con el plan, para ella, trazado, ya podía finalmente concentrarme en lo que a mi me deparaba.

A diferencia de mi hermana que se dirigió a Versal y luego al desierto de Sha, yo tuve que irme hasta la capital del imperio, Seagnus, para ahí encontrarme con los tres clanes centrales que habitan en esa ciudad. Ya que debía volver para mi cumpleaños dieciocho, contaba con seis años para mi entrenamiento y preparación, por lo que se me indicó pasar dos años junto a cada uno de los clanes y que en ese tiempo ellos me enseñarían.
Cuando llegué a Seagnus, se me indicó que primero debería ir con el clan Giodens, con quienes pasé mis primeros años en la capital. No eran gente muy cálida, pero sí respetuosos, siempre me trataron demasiado bien y nunca me obligaron a nada en cuanto a los entrenamientos. Con ellos principalmente me desarrollé en mis capacidades mentales, en extender mi imaginación y en la versatilidad de pensamiento, todos puntos muy importantes al momento de una misión o de un combate, en especial para los chamanes. Leí tantos libros que luego del primer año perdí la cuenta de cuantos había leído, desde técnicas básicas hasta antiguas leyendas, tanto del imperio como de todas las demás civilizaciones, incluyendo la mítica raza demoníaca que se cree existen pero hace tiempo que nadie ve uno caminando entre nosotros. Me pareció de lo más acertado haber leído también sobre ellos, y hoy me alegro de haberlo hecho, porque me fue y me va a ser de mucha ayuda en el futuro.

Cuando pasaron los dos primeros años, me despedí del clan Giodens, y me ví obligada a trasladarme hacia otro punto de la capital para llegar a la residencia del segundo clan que me acogió, el clan Nomdedeu. Este clan es conocido por su estilo único de combate, el cual se nutre de gran cantidad de otras disciplinas y toma distintas partes de ellas para así ajustar los movimientos a los requeridos por la situación. Se especializan tanto en el combate a mano desnuda como armado, pero principalmente de mediano y corto alcance. 
El primer año de la convivencia me enseñaron todo lo que pudieron sobre distintas artes marciales y técnicas de combate. Además, me demostraron las formas de combinarlas según una necesidad específica, mostrando así la forma de aplicar la versatilidad de pensamiento en la que había sido entrenada anteriormente y a partir de ello, demostrar las posibilidades infinitas que presentaban dicha forma de pelea. 
Cuando terminó el primer año y conseguí adaptarme a las técnicas de combate con mi cuerpo llegó el momento en que debí escoger mis armas, ya que según los Nomdedeu, lo mejor es tener un arma predilecta, con la cual poder hacer cualquier tipo de hazaña. Pero también es necesario tener una segunda arma, que no esté siempre a la luz pero que sea capaz de empuñarla como la principal, en caso de que en algún momento pueda ser despojada de ella. Así fue que terminé eligiendo las pequeñas hachas arrojadizas como mi arma principal, ya que sirve para el combate cercano y a larga y mediana distancia pueden ser arrojadas con facilidad. Llevo cuatro de ellas encima mío todo el tiempo, dos colgadas de mi cinturón y dos en dos especies de fundas a la altura de mis omóplatos. En cuanto a mi arma secundaria, siguiendo la pauta de que no deben estar revelados siempre y debo poder manejarlos casi como la principal, escogí dos sai, que al ser cortas, son fáciles de ocultar. Suelo llevar dos de ellas en fundas a la altura de mi riñones, y gracias a que en ese momento usaba el pelo suelto, quedaban perfectamente cubiertas y escondidas. Y así transcendió mi segundo año con ellos, tratando de dominar las armas que había elegido y lo hice bastante bien a mi parecer.

AnawondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora