•Capitulo 5•

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-¿Por qué yo necesito abogados y otros testigos no?-preguntó Jughead por tercera vez, su voz teñida de fastidio y una ligera exasperación.

Marcus, su abogado, suspiró profundamente, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. Había llegado con la esperanza de que Jughead cooperara más, pero cada respuesta era un golpe en la mesa que complicaba aún más la situación.

-Ya te he explicado -respondió, rodando los ojos en un gesto de desesperación-. Eres tú quien presentó la denuncia. Fuiste tú quien llamó a la policía aquella noche. Y si mal no recuerdo... -hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentarán en el aire-... tu tarjeta tuvo una transacción de dos millones de dólares justo en ese momento.

Jughead frunció el ceño, como si intentara procesar la información que le había dado, a pesar de que ya sabía todo eso. La habitación estaba cargada de una tensión palpable, y el silencio se alargó, como si ambos hombres estuvieran en un limbo incómodo.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo? -preguntó, desafiando a Marcus con la mirada. Su tono estaba lleno de desconfianza-. Hay otras personas implicadas en todo esto, ¿por qué se centran en mí?

-Todo tiene que ver contigo, Jug -insistió Marcus, cruzando los brazos y acercándose un poco más, intentando establecer una conexión más directa-. Tu nombre está en el centro de esta investigación. Necesitamos construir una defensa sólida, y sin tu cooperación, será más difícil demostrar tu inocencia.

Jughead se quedó en silencio, mirando hacia el suelo. Sabía que Marcus tenía razón, pero la presión lo hacía sentir atrapado, como si estuviera encerrado en una caja sin salida. La angustia comenzaba a invadirlo.

-Si no fuera inocente no hubiera llamado -murmuró entre dientes, sintiendo que su voz se ahogaba en la incredulidad.

-¿Sabes qué? -dijo Marcus, levantándose de su silla con una decisión renovada-. Me voy. Llámame cuando tengas una actitud diferente. Esto no es un juego, Jughead.

-No, espera -respondió de inmediato, levantando la mano como si pudiera detenerlo en seco. La desesperación se reflejaba en sus ojos-. No quiero que te vayas. Solo... necesito un momento para pensar.

-Jones, necesito que te tomes esto más en serio -replicó el abogado, su voz firme pero con un tono de preocupación que no pasó desapercibido.

-Lo hago, te lo juro -contestó Jughead, levantando la mirada, tratando de infundir determinación en su respuesta-. Solo... este es un lío en el que nunca quise estar.

Marcus lo miró por un momento, sopesando sus palabras. Había algo en la voz de Jughead, una chispa de sinceridad que lo llevó a reconsiderar su postura. Tal vez había más en juego de lo que inicialmente había asumido.

-Lo sé amigo y trato de ayudarte. Solo no te pongas a la defensiva.

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Al llegar a casa esa noche, un peso abrumador se instaló en su pecho. El estrés lo envolvía como una densa neblina que parecía no querer disiparse. Había demasiadas responsabilidades en su mente; la empresa estaba atravesando un periodo crítico, lidiando con un cliente importante que no paraba de exigir cambios que, honestamente, parecían imposibles de cumplir. Y, por si eso no fuera suficiente, el juicio se cernía sobre él como una sombra amenazante, un recordatorio constante de lo que estaba en juego. La imagen de la sala de audiencias se le aparecía en cada esquina de su pensamiento, como una advertencia de que el desenlace podría cambiarlo todo.

Al despojarse del abrigo, una sensación de inquietud lo invadió. Notó que la luz de la cocina brillaba con fuerza, lo que le hizo fruncir el ceño. Era tarde, mucho más de lo que Mary solía quedarse, y la idea de que aún estuviera allí lo llenó de un extraño nerviosismo. Dejó su maletín en el suelo, con la mente todavía aturdida por la presión del día, y se dirigió hacia la fuente de esa luz, sintiendo cada paso como un eco de sus preocupaciones.

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