1.- Just Go

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Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles así que lo lees bajo tu propio riesgo.

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La epilepsia de nuestro hijo Jungkook fue evolucionando lentamente. Primero tuvo las llamadas crisis focales sensoriales (constantemente decía oler o escuchar cosas que nosotros no percibíamos); más tarde aparecieron las "ausencias" del mal (períodos breves de poca duración, en los que el pequeño dejaba la mirada, suspendía la actividad que venía realizando y permanecía quieto como estatua, sin conocimiento y sin capacidad para responder a estímulos externos). Finalmente, después de un período bastante largo en el que no sufrió ataque alguno, apareció la primera crisis convulsiva tónico-clónica del gran mal.

Esa noche también sobrevino el caos familiar. Estábamos en la casa después de un día común de trabajo. Nos disponíamos a dormir cuando escuchamos la voz del pequeño llamándonos desde su recámara. Mi esposa acudió de inmediato. Yo seguí con toda calma colgando mi traje y mi corbata.

-_____, ven rápido. Por favor...

Detuve mis movimientos en señal de alerta. La voz de Seulgi sonó verdaderamente alarmada. Reaccioné y asustado corrí al cuarto del niño.

-Tiene alucinaciones... Otra vez.

Me hinqué frente a mi hijo que, llorando, levantaba la mano derecha y señalaba un ente monstruoso que sólo él veía. Su mirada estaba desencajada y sus palabras eran incongruentes, muestra inequívoca de la actividad eléctrica desordenada de su corteza cerebral.

-Cálmate, mi vida -le decía tratando de abrazarlo-. No es nada... Cierra los ojos...

Pero Jungkook seguía gritando presa de un terror indecible, con el rostro rígido y contraído en un rictus de pánico...

-No quiero que se vayan... -Articulaba entre gemidos.

-¿Qué dices? Nadie se va a ir...
En ese momento se tranquilizó y tuvo un período de franca lucidez...

-Siento el aura -balbuceó-, los brazos me cosquillean, tengo mucho miedo papá...

-No va a pasar nada... -Le dije al momento en que lo recostaba en su cama previniendo lo que sí podría pasar...

-Los quiero a los dos... juntos...

Fue lo último que dijo antes de lanzar un grito sordo y paralizarse. Entonces comenzaron las convulsiones.

Seulgi y yo habíamos leído mucho respecto a las diferentes manifestaciones de la epilepsia, pero nunca, hasta esa noche, presenciamos de cerca la fuerza de un ataque espasmódico del gran mal. Mi esposa se mordió el puño llorando y yo, con torpeza, aflojé la ropa del pequeño para ayudarlo a respirar y puse almohadas a sus costados. La impotencia de no poder hacer otra cosa era tanto más terrible cuanto más violentas las contracciones. Se recomendaba no tratar de inmovilizarlo, ni introducir objetos a su boca, ni darle medicamentos o remedios... Sólo esperar ... A los pocos minutos las sacudidas se hicieron más suaves, hasta que fueron desapareciendo por completo. El niño recobró parcialmente el conocimiento moviendo la cabeza y quejándose.

Las lágrimas me llenaron los párpados. Lo abracé susurrándole al oído que lo amábamos.

Seulgi también se acercó a acariciarlo. Era en extremo doloroso enfrentar el sufrimiento de un hijo y no poder hacer nada para ayudarlo.

-Los quiero a los dos... juntos - articuló pastosamente, como si su mente se hubiese detenido en la misma idea anterior a la crisis.

-Aquí estamos, mi vida -le dije con un nudo en la garganta-. Los dos juntos. No te preocupes... Trata de descansar... Todo está bien.

Psychology || Seulgi [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora