Prologo

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En este hermoso pero peculiar cuanto de hadas, el que representará nuestra mágica historia será un pequeño y adorable Doncel llamado: Yugi Mutou.

Este pequeño siempre tuvo una luz brillando en su bondadoso corazón; él amaba mirar al mundo, no como era, sino como quizá podría ser... si tuviera un poquito de magia. Durante su infancia él vivió lo que solo se pudo describir como una niñez dorada. Su madre siempre lo tratado como si fuera un príncipe. Claro, no tenía un castillo o un titulo, pero Yugi gobernaba su propio pequeño reino.

Todos los empleados de la casa lo amaban, e incluso ellos admitían que Yugi era como su pequeño príncipe. Su padre era un comerciante que hace unos años se había perdido en el mar, y aun que no pasaba un día en el que Yugi y su madre no lo extrañaran, Aun mantenían vivo su recuerdo, honrándolo en el amado hogar que con tanto amor les había brindado. Su madre, Omocha, se había vuelto la propietaria de toda la fortuna de su esposo, y como ambos lo hubieran querido, siempre lo utilizó para cuidar apropiadamente a su amado hijo y llenarlo de todos los lujos que se permitía, a pesar de que el pequeño siempre habían insistido en que no tenía que tomarse tantas molestias. Pero aun así la dulce mujer amaba mimar y consentir a su adorado angelito.

Pero sin importar cuanta luz y felicidad hubiera en cualquier reino, la oscuridad siempre lo invadían. Y así, invadió el reino de Yugi.

Cuando el pequeño doncel tricolor tenía 10 años, su madre, a pesar de todo el amor que ella le brindaba, aun así creyó que Yugi necesitaba la guía y el afecto de un padre, por lo que había decidió volver a casarse. Durante una fiesta de trabajo de las personas importantes del reino, había conocido a un joven Duque llamado Dartz. Él era un hombre de muy buena familia que había quedado viudo hace un tiempo, dejándolo solo a él junto con sus dos pequeñas hijas de la misa edad de Yugi: Anzu y Vivian.

Cuando se conocieron había sido un hombre tan educado y amable con ella, y dado a que él también era un padre soltero, Omocha asumió que Dartz sería la perfecta opción para un nuevo esposo, y lo más importante de todo, un buen padrastro para su adorado hijo. Y al hablar acerca de eso los dos, habían decidió volver a casarse con el otro.

Y así, llegó el día en el que Dartz y sus hijas se mudarían al que era su amado hogar, sin imaginar que ese sería el día en que comenzarían las tragedias de la vida del pequeño Yugi.

Al llegar el día, Yugi y sumadre se encontraban a la entrada de las puertas de su pequeño palacio señorialque era su hogar esperando a quienes serían sus nuevos esposo/padrastro yhijastras/hermanastras. Omocha volteó a mirar hacia abajo y sonrió con ternura alver lo nervioso que se veía Yugi a su lado.

-¿Te preocupa algo, mi cielo?- preguntó suave y gentilmente. Yugi se volteó a verla cuando la llamó y luego bajó la mirada al suelo.

-E-es solo que... ¿qué pasa si yo no les agrado?- preguntó con nerviosismo.

Su madre le sonrió muy cariñosamente, se inclinó sobre sus rodillas a su altura y le levanto la barbilla para que él la viera.

-Eso no va a pasar, Yugi. Tú eres el niño más gentil, dulce y lindo que hay en el mundo, es imposible que no les llegues a agradar. ¿Está bien, mi corazón?

Ante la amabilidad de su madre Yugi no pudo evitar sonreír ante la nueva confianza que ella le había dado. Era un don que solo su madre poseía.

-Sí, mamá, tienes razón. Prometo que yo también ayudaré para que nos llevemos bien.

-Bien dicho, mi amor.- le besó la frente con ternura ganándose un sonrojo del pequeño, y ambos volvieron a sus posiciones para esperar a los nuevos miembros de su familia.

Violeta CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora