Ep. 9

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      Mientras que Peverell ajustaba sus zapatos negros, un grupo de chicas interrumpieron en su habitación. Todas tenían las caras largas y los ojos puestos en la chica castaña.
   —¿Qué pasó chicas?—Preguntó, sin subir la mirada.
   —Tienes que venir… Ahora—Dijo una de ellas con mucha emoción. La bola de chicas tomaron a _________ a la fuerza y se la llevaron escaleras abajo, a la sala común de Gryffindor.
   —Alguien te ha dejado un paquete fuera de la sala—Dijo una chica mientras caminaban hacia una mesa rodeada de algunas de los miembros de la casa. Quienes esperaban impacientes a Peverell y le abrieron un espacio para que llegara al paquete.
   —Simplemente lo tomamos y lo trajimos aquí dentro. Te juramos que no lo abrimos.
   _________ examinó la caja, era plana pero ancha y parecía de cartón, pero uno muy suave y fino. No había nada a su alrededor, así que lo abrió y allí dentro, observó lo que había.
   Eran un par de mallas.
   —¡Mira! ¡Una carta! Apuesto a que es de uno de sus admiradores secretos—Exclamó una de las chicas.
   —¡Que envidia!
   Peverell abrió la carta el cual estaba escrito a mano.
   —“Para que ya no tengas frío. Atte. D”.
   Y al lado de la “D” había una línea curveada e inmediatamente supo de quien se trataba. Sonrió, observando las mallas unos eran negros opacos y los otros azul noche.
   Todas las chicas soltaron un relajo, emocionadas.
   —Espera, hay otra nota.
   _________ observó la otra nota sobre las mallas y la leyó también. Aunque sinceramente se sentía abrumada por todas las miradas que tenía encima.
   —“Pd. Las mallas son de diseñador. Por favor, lúcelas mucho”.
   —¡Oh por Dios! Quisiera que alguien me hiciera este tipo de detalles.
   —Lo sé, ¿no es emocionante?
   —¿Será que Peverell tiene un enamorado y no nos ha dicho?
   Todas voltearon a mirar a la pobre chica, quien se sentía muy intimidada por la cercanía de sus compañeras.
   —Claro que tiene un enamorado—Interrumpió Hermione, alejando a las chicas que molestaban a su amiga—Es Darío, ¿ven? “D” de Darío, el chico de Hufflepuff.
   Todas las chicas asintieron, pero se alejaron por la incomodidad que la rizada les provocaba.
   Granger se giro a su amiga, para observar su obsequio.
   —¿Ese chico te envió esto? Debe ser un ricachón.
   —Hermione… En realidad, creo que no fue él quien me envió esto.
   —¿Qué? ¿A qué te refieres? ¿Quién más podría ser?
   —Ehhh… Quizá… No lo sé…—Susurró acercándose a la rizada—¿Draco Malfoy?—Y se alejó, para ver la reacción de Hermione. Ella solo se quedó congelada, procesando lentamente cada letra que le habían pasado por los oídos y sin decir nada, se fue.
   Peverell tomó las mallas y las observó, la tela era suave y muy elástica. Eran perfectas.
   En la nota observó como la “D” se implementaba muy bien con la línea curveada verticalmente que hacía referencia a una serpiente, es decir, a Slytherin, aparte, si lo volteaba horizontalmente daría referencia a una “M”, de Malfoy. Aparte que era el único del que habló sobre mallas, nadie más.
   No sabía cuándo le habrá puesto el regalo ahí, ni como habrá conseguido las prendas, pero amaba aquel gesto que le acababa de hacer. Cerró la caja, la abrazó hacia su pecho y subió de nuevo a la habitación, para colocárselos.

    Mientras tanto, Draco no dejaba de mirar una y otra vez a la pintura de la Dama Gorda. Desde que vio a las chicas tomar el paquete que dejó ahí, se preguntaba cuanto tardaría Peverell en darse cuenta, y si se las pondría o no.
   —¡Ya deja de mirar hacia acá! ¡Acosador!—Gritó la Dama de la pintura, harta de ver la cabecilla blanca del chico Slytherin una y otra vez.
   —¿Acosa-? ¿Qué?—Se enderezó ofendido y se fue de ahí. Disimulando que nada había pasado, con la cara en alto—¿Qué mallas se pondrá? ¿Las negras o azules?—Se preguntó a si mismo.
   —¡Te escuché pervertido!—Gritó la Dama Gorda desde lejos.

   Peverell iba dando saltitos de alegría estrenando sus nuevas mallas color negro de camino a su clase de pociones. Estaba emocionada por mostrárselos a Draco.
   —¿Le gustara como se me ven? ¿Me veo fea? ¿Me arreglé bien?—Se preguntó y al bajar al pasillo de las mazmorras, observó a Malfoy, quien se mantenía fuera de su sala común, se veía impaciente mirando a todos lados.
   ¿Estará esperando a alguien? Creo que ya sabemos la respuesta.
   —Buenos días—Le dijo Peverell, llegando a su lado.
   Draco no hizo ningún gesto y mantuvo su cara seria. Miró hacia abajo, viendo que ella llevaba sus mallas negras.
   Giró su cabeza al lado contrario y tapó su boca, reprimiendo las ganas de gritar de la ternura y después se enderezó.
   —Se te ven bien.
   —Gracias y también por el regalo, me gustaron mucho, me los pondré para protegerme bien del frío.
   —Muy bien fea, ahora vamos, a la clase de pociones—Se encaminó a la puerta.
   —¿Eh? Entonces… ¿Estabas esperándome?—Soltó una risita pícara, caminando a su lado.
   —¿Qué? No, sólo… Apenas iba saliendo, estaba estirando mis piernas.
   —Que excusa tan mala—Puchereó y para vengarse lo abrazó por enfrente.
   —¿Eh? ¿Qué haces? Aléjate—Excusó Draco, sorprendido y avergonzado de la multitud de estudiantes que justamente iban pasando por ahí y los miraban murmurando entre ellos.
   Peverell respiró el aroma de su suéter. No dejaba de pensar que siempre que estaba con él, su perfume la sacaba de quicio, le encantaba.
   —Muchas gracias Draquito, el regalo que me enviaste fue muuuy tierno y generoso de tu parte—Continuó la chica, abrazando por la cintura al pelirrubio, mientras lo arrastraba y lo aprisionaba en una pared.

Hechizo ~ Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora