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—¡Sheila!—Oí gritar a Jack, mi novio que se encontraba en garaje—¡Ven por favor!
Me levanté del cómodo sillón en el que estaba, caminé hacía el. Abrí la puerta y el estaba sentado de espalda a la puerta, mirando hacía el patio delantero.
—¿Jack?—Pregunté entrando—¿Qué sucede?
—¡Mira!—Habló muy feliz mostrándome su dedo índice de la mano derecha roto.
—¡Dios, Jack!—Dije caminado hacía el rápidamente—¿Qué te sucedió?
—Me caí del skate y me he roto mi dedo—Me respondió con demasiada tranquilidad.
—¿No te duele?—Pregunté mirando como su dedo estaba hecho un desastre.
—No, supongo que ha de ser por el gran nivel de adrenalina que tengo en mi—Verlo tan tranquilo me daba ganas de matarlo.
—Bueno, ponte de pie. Vamos al hospital para que te lo arreglen—Le di la mano para que se pusiera de pie—Iré por las llaves del carro, no tardo.
—Bien, te espero.
Salí de ahí y busqué las llaves, una vez las encontré tomé mi teléfono, cartera y nuestros cubrebocas para poder salir.
Volví hasta donde estaba el, estaba ya dentro. Se veía tan tranquilo mirando su dedo.
—Ten—Dije entrando al carro y dándole su cubrebocas.
—Gracias amor—Sonrió para después colocárselo.
No respondí, simplemente encendí el automóvil. Comencé a conducir hasta el hospital, para nuestra mala suerte era lo hora pico en Los Ángeles. Estaba frustrada y estresada. Tenía a mi novio de 17 años con un dedo roto sin molestia alguna y eso por alguna razón me hacía sentir estresada.
—Cariño tranquila—Habló mi dulce chico acariciando mi pierna—Estoy bien, no duele.
—Lo sé, pero en cualquier momento puede doler y eso me preocupa más—Hablé recargando mi cabeza en el volante.
—Estoy bien, solo cálmate—Me regaló una sonrisa y se acercó a darme un corto beso.
Suspiré una vez más y me calme como Jack me lo pidió, al poco tiempo llegamos. Arreglaron su dedo y salimos de ahí.
—¡Ésto es genial!—Me dijo viendo feliz su dedo.
—¿Cómo puede un dedo roto ser genial?—Pregunté confundida.
—Me hace ver más rudo, me da punto de ventaja—Mencionó haciéndome soltar una carcajada.
