xii, tranquilo y confortable

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 Marcando el reloj las tres en punto, mientras la pálida luz del sol iluminaba la pequeña sala y sobre la calle atravesaba un pesado coche halado por cuatro caballos, lo primero que pudo pensar Holmes, quien estaba desnudo, despeinado y deliciosamente cansado, fue en que perdió su cita con su principal sospechoso. Colocó un brazo sobre sus ojos, el otro ocupado sirviendo de almohada para su durmiente compañero. Se preguntó, no sin dejar que la vergüenza atacara su impulso por levantarse, si en verdad prefirió cambiar el trabajo por una sesión de lo más carnal, apasionado e instintivo que hizo y sintió en su vida.

Ciertamente no sabía qué clase de infernal demonio consiguió poseerlo. El deseo, la necesidad le hicieron su presa, abriendo sus puertas a las ideas que hace un segundo pudo mantener reprimidas, y como si lo hubiera hecho antes, cada parte de él actuó sin previa autorización. Algo lo llamó. No podría existir una mejor descripción para aquel indomable impulso.

Lo consumió la sensación de que la sola presencia de John secuestraba su voluntad. Esa voz, cada susurro y gemido entonado; desde un suave a un fuerte contacto, cada vez que se miraban a los ojos... cada suspiro o toque, clamó por él. Tomó todo de él. Y Holmes no tuvo escudo que pudiera usar para defenderse. Nunca antes su cuerpo fue inundado por tan alto nivel de deseo, jamás pudo sentirse tan atraído con la misma intensidad aun por el más atractivo de los hombres.

Sin embargo, puesto que nunca antes se vio dominado bajo esa clase de emoción, Holmes no imaginaba que cada efecto provocado por John pudiera ser exclusivamente un deseo carnal. ¿Cómo todo cuanto logró consumirlo sería un sentimiento pasajero? Su sangre comenzaba de nuevo a hervir en sus venas de pensar todo lo que le hizo a John. Nació en él tal sentido de pertenencia que ahora se negaba a creer que todo eso sería causado para obligarlo a romper con la maldición de John. No se trataba de eso, y aun si la duda existía, Holmes podría asegurar que todas esas emociones a flor de piel no eran exclusivos para ese propósito.

¿Qué iba a hacer con todos esos sentimientos desatados en su mente si resultaba ser así? Lo idóneo sería no pensar en ello, obtener una explicación total. No debía pensar demasiado profundo si acababa de despertar, menos aun teniendo tan presente lo sucedido antes de eso. Se encontraba inusualmente emocional y gracias a ello aun no se arriesgaría a pensar qué tan bueno o malo resultaría el conjunto de todo lo sucedido. Llegar a una conclusión equivocada y aceptarla desde un inicio traería confusión y un par de malos entendidos. Esperar parecía ser el camino sensato.

Pero nada bueno traería si seguían acostados ahí casi en medio de la sala. Holmes tomó a John entre sus brazos, le recostó sobre su cama, volvió por sus ropas, y pensando en las palabras correctas para decir cuando John se despertara. Limpió su cuerpo, haciendo cada movimiento con tanta suavidad que parecía sus manos estuvieron ansiando el momento, realizando cada acción de manera cuidadosa, con una habilidad digna de quien lo ha practicado mil veces antes.

«Es el destino», había dicho John, y Holmes de alguna forma u otra entendía un poco del trasfondo. Simplemente no hallaba pensamiento que contradijera a su deseo por tratarle de ese modo tan amable, no encontraba aun en los profundos recovecos de su mente aquel anterior deseo por permanecer ignorante, por no querer involucrarse. ¿Sería esta la forma en la que esos seres se aseguraban de mantener a sus parejas a su lado? Cual fuera la respuesta, Holmes no planeaba ir a otra parte, notaba en su cuerpo el deseo por asegurar que John descansara tranquilo y en paz.

Se abría paso en su cerebro una revolución, y el saber de momento que su... su Único se encontraba bien, para su mente y corazón, se le antojó suficiente.

* * *

¿Así que llegaste hasta aquí? ¡Gracias!

 Ya te amoooo :3

Valor y lealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora