6.-INCONFORMES QUE SE QUEDAN

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Llegamos a nuestra habitación escurriendo.

Por debajo de la puerta habían arrojado un sobre cerrado. Lo recogí y revisé el interior. Tenía una pequeña nota con un recado telefónico del doctor Min indicándome que lo llamara al hospital de neurología. 

Jungkook y yo fuimos al baño y nos dimos un regaderazo con agua tibia. Sequé al pequeño con la toalla, le puse su pijama y lo peiné. Necesitaba dinero. Le expliqué a mi hijo que iba a dejarlo solo por un rato para ir a visitar al dueño de la empresa. Mientras él se recostaba en la cama viendo una película, me vestí presuroso y llamé por teléfono al médico. El tono sonó ocupado. Insistí varias veces pero no tuve suerte. «Llamaré más tarde», me dije. 

Recordé a mi esposa y sentí pánico. Ella estaba llevando su barco hacia otras aguas, navegaba con otro rumbo... Además yo era un prófugo que había raptado a un menor. Seguramente no iban a tardar en encontrarme y Jungkook sufriría las consecuencias de todo ello. Entonces decidí irme del país. Era preciso actuar rápido, con paso firme y seguro si no quería perder la felicidad que había encontrado. 

Marqué el número de Sana y le dije que preparara una maleta pues iba a pasar por ella para irnos de viaje...

Rumbo al domicilio particular del accionista mayoritario imaginaba el futuro: el doctor Min me tendría que indicar a qué médico acudir en el extranjero; iba a ser complejo cruzar la frontera; seguramente mi hijo y yo habíamos sido reportados a la policía de todo el país, pero si Sana nos acompañaba podríamos pasar como una familia diferente; no sería fácil; requeriríamos falsificar documentos; la idea me asustaba, pero a la vez me entusiasmaba; quizá con el tiempo Jungkook lograría olvidar a su madre y querer, como yo, a Sana. 

Llegué a la casa del señor Kim cerca de las diez de la noche. Cuando minutos antes le llamé por teléfono para decirle que me urgía verlo, el hombre se mostró sorprendido pero no hizo averiguaciones; aceptó recibirme. Ni siquiera preguntó dónde había obtenido su número privado. Yo tampoco puntualicé que Sana me lo había proporcionado. 

Su casa no era tan magnificente como yo esperaba. Siempre conjeturé que el accionista mayoritario de la compañía viviría en un palacio, pero no era así. Había amplitud, jardines, un par de criados, pero no lujos ostentosos.

—Me da gusto recibirlo —declaró sonriendo abiertamente—, aunque le diré que su visita me es totalmente inesperada.

—Gracias...

Pasé a la sala, tomé asiento como me lo indicó y, dada mi falta de habilidad para entablar charlas sociales, entré en materia sin siquiera haber roto el hielo.

—Estoy un poco molesto —expresé con voz neutra—. Creo que la elección del gerente general fue un engaño. Esta mañana Jihyo nos citó en su oficina para darnos un discurso muy conmovedor de compañerismo y servicio, pero también nos proporcionó a todos una copia del cuaderno de nueva filosofía, inmediatamente me percaté que ella escribió el artículo sobre calidad humana en el cual el Consejo se basó para la votación. Siempre se supo que Jihyo iba a ser electa pues era la inventora de ese nuevo dogma, así que ¿por qué se nos hizo creer que iba a haber elecciones democráticas? 

El hombre me miró unos segundos y tomó la palabra con su serenidad acostumbrada. 

—No había nada arreglado previamente. Aunque en efecto yo deseaba que ella fuera designada, la votación fue real... 

—Quiero renunciar, señor Kim.

Su modo afable se tornó enojoso. 

Psychology || Seulgi [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora